007. Sin tiempo para morir

Desde la primera escena, todo en ‘007. Sin tiempo para morir’ (2021) huele a otras películas anteriores de Bond. Una sensación reforzada, especialmente, por las atmósferas y por la música. En este sentido, la nueva y última película de Daniel Craig roza el sobresaliente porque te transmite constantemente esa sensación de estar mirando al pasado sin, por ello, renunciar a ser lo que es; una despedida de muchas cosas y una bienvenida a otras tantas.

Para asentarse como película con sentido propio tenemos que centrarnos en la trama principal, pues ningún Bond es tal sin una trama de espionaje con malo global que justifique su “licencia para matar”. En esta película, además, tenemos una trama por partida doble, con doble antagonista nefario y que es, quizás, de lo más arriesgado y flojo de la película. Al dividir la atención y la maldad, ni Blofeld (Christoph Waltz) ni, muy especialmente, Safin (Rami Malek), acaban teniendo ese peso específico de maldad que sí tenía, por ejemplo, el inmenso Silva de Bardem.

‘007. Sin tiempo para morir’ es uno de los mejores cierres cinematográficos a una serie de películas que podamos disfrutar

A tal punto llega a flojear esta trama que, personalmente, me dio igual lo que pasase con ella casi hasta el final. Me resultaba más entretenida la tercera pata principal del filme: la despedida del Bond de Craig.

Una trama que contaba, además, con dos atractivos irresistibles. Por un lado, la humanización de los tradicionales aliados de Bond: M (Ralph Fiennes), Q (Ben Whishaw) o Moneypenny (Naomie Harris); más redondos y definidos en su faceta personal que nunca. Y por otro, los cameos de secundarios atractivísimos que nos acercan, aún más, al interior de Bond, como Felix Leiter (Jeffrey Wright), Paloma (Ana de Armas) y, por supuesto, 007 (Lashana Lynch) y Madelaine (Léa Seydoux).

A tal punto es así que la película está claramente descompensada. Las dos primeras horas, mientras la trama principal no toma cuerpo, tenemos un cine de notabilísima intensidad con la reunión, en sucesivas escenas de impacto y tensión, de los homenajes cinematográficos al Bond pasado y a los personajes que han hecho de él un espía inolvidable. Mientras que en la hora final, cuando la trama principal toma los mandos para definirse, el tedio recorre la pantalla, representado por un Safin excesivamente hierático y plano interpretado (desastrosamente, diría) por un Malek totalmente entregado al estereotipo.

Película descompensada que termina en un notable

Cary Joji Fukunaga es el primer director no británico de Bond pero, sin duda, tal condición no le ha impedido dar con el tono tanto del personaje como de la saga para regalarnos uno de los mejores cierres cinematográficos a una serie de películas que podamos disfrutar. La nota discordante la pone la trama principal de la película, descafeinada, sosa, intrascendente, infiltrada casi en medio a modo de escusa, y que nos quita hacia el final muchos de los sabrosos matices que la primera parte de la película consigue transmitirnos. Aún así, al encenderse las luces, el inicial sobresaliente Bond se queda en un sólido notable.

Ahora volveremos al debate que se suscita cada cierto tiempo: ¿quién será el actor que encarne al próximo Bond en nuestras pantallas? Yo, de momento, paso de entrar en debates estériles y me preparo para volver al cine a ver, por segunda vez, al Bond de Craig. Bien lo merece.

Nota: 7/10

Fco. Martínez Hidalgo
Filólogo, politólogo y proyecto de psicólogo. Crítico literario. Lector empedernido. Mourinhista de la vida.

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