Bueno, pues va a ser que no.
Arrancamos en un lugar llamado “Neosalem”, que parece una antigua ciudad romana. Es decir, acaban de salir de Fortville y, de repente, aparecen ahí, en medio de una sociedad dividida por castas, y cada uno está identificado como perteneciente a una de esas castas por un número que llevan pintado al cuello.
De hecho, la caravana de niños de Fortville son conducidos por una serie de soldados numerados con un “6”. Sin embargo, separan a Saúl y se lo llevan, puesto que piensan que es una especie de “mesías del bien”. En este punto descubrimos que en el mismo grupo de Fortville hay otro chaval que se supone que es el “mesías del mal”. Mientras, a nuestros protagonistas les indican que, para poder ingresar a una de las siete familias de “fundadores” (la octava es de parias), habrán de salir victoriosos de una serie de juegos gladiatorios en los que tendrán que superar un circuito de obstáculos peligrosos para, después, pasar a una prueba libre a su elección.
Todos pasan las pruebas para entrar en la séptima familia salvo Terry, Leila, Dodji, el niño enmascarado y la pequeña Celia. Pero… ¡Si algunos han pasado las pruebas y Celia es un bebé! Bueno, es que hay otro factor: los postulantes han de pasar una especie de entrevista personal ante una reliquia que reacciona, se supone, ante el mal. Se trata de una suerte de brazo incorrupto que se crispa ante la presencia del maligno. Y reacciona de distintas maneras ante los cinco elegidos, especialmente en el caso de la pequeña Celia, cuya suerte será ser inducida a un coma profundo en la llamada “sala blanca”, en la que reposan en un sueño ininterrumpido los servidores de las últimas familias (hasta la decimoquinta), que se suponen que sirven a la causa del mal. El resto serán asignados a la octava familia, la de los parias.
Mientras, se nos presentarán a algunos personajes secundarios, como Aquiles, una especie de líder militar que ascendió con rapidez y que es encargado de vigilar y mantener a Dodji bajo control, así como veremos cómo Alejandro, uno de los “albinos misteriosos” ha sido degradado a la octava familia por, se supone, haber ayudado a aquellos entre los que se encuentra el “mesías oscuro”.
Obviamente, la pandilla no está conforme con el resultado, y solicita un nuevo juego gladiatorio que, parece ser, es la única manera de salir de la octava familia. Para ello habrán que enfrentarse a un equipo de “octavos” en un peligroso juego de “atrapar la bandera”… Y hasta aquí voy a leer. Simplemente os diré que, tras ese juego, Dodji toma la decisión de escapar rumbo a las montañas, en las que cree que encontrará respuestas.
Como siempre, habrá acción a raudales, muerte y… Cosas raras.
En fin, que he acabado un poco decepcionado por esta última entrega, pese a que se mantiene la calidad gráfica y que la historia se sigue relativamente bien.
El dibujo se mantiene a un nivel altísimo y detallado y la historia, pues bueno… se puede leer. Y se mantiene a un nivel lo suficientemente simple como para que lo siga un lector joven que, por otra parte, es el público objetivo de esta serie, el lector adolescente. De hecho, lo que mantiene el ritmo en las dos historias (tomos ocho y nueve de la edición francesa) son las continuas escenas de acción: los juegos gladiatorios, la lucha de Dodji por escapar de la rigidez de este sistema y su intuición sobre escapar a las montañas, la persecución de los prófugos, la dispersión del grupo, el alud… Acción, acción y más acción, pero… No muchas respuestas.
¡Ah! Y no olvidemos las dos páginas de bocetos, pruebas y diseños de personajes del mismo Bruno Gazzotti.
Pienso que, tras dos tomos muy interesantes, el primero y el segundo; y uno más transicional que presagia el final de un primer ciclo, el tercero ; la aparición de un cuarto tomo transicional que, además, debería ser el principio de un segundo ciclo, da la impresión de que, o bien no se ha medido bien la intensidad del ritmo argumental en la serie, o que se está alargando deliberadamente para maximizar el rendimiento económico de esta serie. Esperaba más.
No obstante, he disfrutado de la lectura de este álbum, pero sigo pensando que tanto Vehlmann como Gazotti deberían ser menos cautos en cuanto a la trama y empezar a ofrecer respuestas al lector. ¡Casi todo en estos cuatro tomos son incógnitas! Respuestas, señores, empezamos a querer respuestas. Pero, eso sí: tantos interrogantes presagian un final denso y explosivo.
En fin, pese a la falta de revelaciones, a pesar del decaimiento de la historia, este tomo de 112 páginas en cartoné sigue resultando adictivo. Y estoy convencido de que no hemos terminado de sacar lo mejor de ella. Pero, si no comienza a dar respuestas al lector, es posible que el interés decaiga.
¡Espero lo mejor en el quinto tomo!