Porque, amigos lectores, lo que tenemos entre manos es una historia distópica que transcurre en Madrid por pasajes y escenarios que no nos costará reconocer, y en los que las cada vez más potentes corporaciones hacen y deshacen casi a su antojo. Un Madrid futuro en el que apreciaremos referencias visuales a William Gibson (Neuromante) y a “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982), sobre todo en lo tocante a las pantallas callejeras y a la cada vez mayor rotulación en chino… Y eso dejando aparte el ambiente sobrio y sombrío en el que trascurre toda la trama. Con respecto a “Neuromante”, hay un pirata que pincha la red global a semejanza de J-Bone, con mensajes subversivos que invitan al florecimiento de la iniciativa individual.
Otro detalle que hace que te pares a pensar es el potente guión. Jesús Colomina (Colo) ha dado un paso más allá desde “De perros y de huesos”. Sigue manteniendo un distintivo toque reivindicativo, pero ha tomado la difícil decisión de presentar el conflicto desde el punto de vista de un plantel de personajes muy amplio con puntos de vista y motivaciones muy diferentes.
Y lo hace muy bien, demostrando que todos ellos están vivos y haciendo que cada uno de ellos aporte algo especial al transcurso de la historia: tenemos al cuerpo directivo de una farmacéutica, a un investigador con ética, a un grupo musical formado por varios amigos con sus pequeñas historias entre ellos, a un asesino a sueldo, a un cocinero que disfruta dando de comer a sus clientes hasta el punto de “jugarse” el importe del alimento con ellos a un curioso juego… ¿Cómo es posible empastar historias tan distintas? Pues lo es, amigo lector. Lo es.
Vamos a intentar hacer una sinopsis completa, pero breve: una expedición ártica patrocinada por los laboratorios “RexLab” descubren un curioso paleovirus que provoca un estado depresivo en los seres afectados que, al final y si el sujeto no se ha suicidado llevado por esa depresión inducida, termina provocando la muerte del individuo de manera un tanto teatral: haciendo que el afectado llore sangre mientras su ser abandona este mundo. Paralelamente a ello, tenemos un curioso grupo de amantes de la música cuyo sueño es grabar su primer disco.
Mientras van desarrollándose los pormenores de la trama de estos compañeros de travesía musical, Luz y algunos de sus amigos intentan animar a José Lucía, su padre, un viejo escritor de éxito que hace mucho que no reverdece sus laureles con un nuevo éxito. Comparte sus ideas con los más jóvenes, pero no consigue plasmar adecuadamente ninguna hasta que… no puedo decir más.
Paralelamente al devenir de las venturas y desventuras de este heterogéneo grupo de jóvenes, hay una figura rebelde que, frente a la dictadura audiovisual de TvNet, el canal oficial para la población, piratea la conexión para meter hora y media de contenido para hacer despertar a la población: “El susurro”. Una emisión que termina con una frase recurrente: “Hoy es un buen día para morir” o, como se diría en sioux por boca de Tasunka Witco: “Hoka hey”. Emmmm… ¿Y qué tiene esto que ver? Ya lo descubriréis, queridos lectores.
No podemos pasar al siguiente punto sin mencionar a un ser bondadoso y juguetón, aunque serio a su manera: el señor Bona, propietario de un puesto de comida callejera conocido por sus “Kiyimalis” (Kiymali pide) , una especie de “tosta” típica turca horneada con un guiso de carne picada por encima. Disfruta dando de comer a sus clientes e, incluso, jugarse la comida con sus clientes en pequeños juegos divertidos… ¡Sobre todo, con Yoyo!
Una vez presentados todos estos personajes, la trama se enrevesa en cuanto el Sr. Novoa, dueño de RexLab, moviliza a Levin y Coppini, dos de sus más eficientes directivos y coordinadores para que sus técnicos investiguen sobre el letal virus ártico. ¿Por qué? Porque, con objeto de conseguir un mayor rendimiento económico por parte del Estado, decide liberarlo por el mundo a través de un asesino a sueldo, un tipo frío y calculador con avanzados conocimientos médicos y dotado de una mente táctica y analítica llamado Waits.
Él es el ejecutor del plan: el virus es liberado en Camboya… Y, desde ahí, comienza a extenderse por Australia, los Estados Unidos y, cómo no, España. El caso cero español es una familia que viajó a Camboya por turismo y que regentaba una gasolinera. Pese a su relativo aislamiento, el virus se extiende ante lo infructuoso de los esfuerzos de contención por parte del gobierno.
Y, ante la velocidad exponencial de la extensión del virus, vamos siendo testigos de la degradación del ser humano, así como de la progresiva caída de la civilización. Y no solo eso, sino veremos cómo se enfrenta cada uno a la caótica situación.
Es en este punto en el que, como dirían en el “Un, dos, tres”: hasta aquí puedo leer.
Vamos a hablar ahora del aspecto formal del cómic: tonos oscuros, muy coherentes con el devenir de la historia. Sin embargo, el signo más distintivo del cómic es la profundidad de los diálogos en los que participan los protagonistas que, por cierto, pertenecen cada uno a un tipo de colectivo o, mejor dicho, circunstancia diferente. Personajes vivos, pensantes y, ante todo, independientes. Personajes meditados y muy bien diseñados.
No nos olvidemos de los pasajes de Madrid tan bien representados: la Plaza de Castilla , la de Colón , sitios concretos como la tienda “Generación X” en la calle Puebla (qué buen rollo, oiga, que en medio del caos les serigrafía la maqueta a los del grupo) –con sus estantes llenos de obras de Dibbuks, por cierto-, el edificio “Torres Blancas” en Avda. de América, la ciudad sanitaria “La Paz” , la plaza de Callao , el acceso a la plaza de Canalejas (zona por la que vive José Lucía, el padre de Luz), el restaurante “Il Piccolino della Farfalla” cuya dirección, por cierto, es la que en el cómic aparece… Todo representado hasta el más mínimo detalle: la Gran Vía, el “scalextric” que atraviesa el paseo de la Castellana a la altura de Azca, la plaza de toros de las Ventas, la plaza de Maria Soledad Torres Acosta, la estación de Atocha…
¿Y el guión? Todo, absolutamente todo, tiene su conexión, aunque sea vaga, con la historia: los discursos de “El susurro”, las historias que José Lucía comparte con los muchachos del grupo, los discursos de los muchachos que buscan grabar su maqueta, los fríos pensamientos de Waits, la filosofía vital del Sr. Bona, los escrúpulos de Coppini, el argumento de la novela “El hombre que cambió el mundo”… Absolutamente TODO. Me impactó especialmente esta reflexión: “La bondad es una respuesta mecánica a las cualidades que descubrimos en otros cuando los conocemos. ¡No pasa de ser un reflejo atávico condicionado por la supervivencia de la especia! […]
Si ese conjunto de cualidades nos resultan importantes para que la especie continúe nos sentimos en la obligación de tratar bien a esa persona. La bondad es un mecanismo heredado de nuestros ancestros para preservar la vida. […] Prueba a derrumbarte o a convertirte en un delincuente. Prueba a caer en una depresión o a salirte de las normas establecidas de lo que se debe hacer. Prueba y verás dónde queda la bondad de aquellos que te trataban bien cuando las cosas iban por buen camino. Haz la prueba y verás.”
Y de éstas, queridos lectores, unas cuantas. A cuál mejor.
¡Y no nos dejemos la manera de inmunizarse contra el virus! Una jugada brillante y, a nivel técnico-médico, perfectamente plausible: ¿Cómo combatir a un organismo que provoca la secreción a nivel del sistema límbico de marcadores de estrés e infelicidad? Descubridlo, amigos míos. Es de una compleja sencillez pasmosa (sí, he dicho “compleja sencillez” siendo perfectamente consciente de que son dos términos antónimos. Leyendo el cómic averiguaréis el porqué).
El final del cómic, como cabría esperar, deja cierto lugar a la esperanza. Y, por cierto: ¡El autor hace un cameo! Una pequeña aparición en la que deja claro que siente auténtica pasión por hacer cómic. Ya tenéis una excusa para jugar un poco con el cómic y buscar a Colo.
¿Y qué más? Bueno, el cómic viene acompañado de un CD. Un CD musical. Me dijeron que escuchase el disco después de leer el cómic, y así lo hice. Con miedo, he de reconocerlo: es un cómic de trama apocalíptica, así que esperaba una música que presagiara el fin del mundo, no sé… Una especie de mezcla entre los grandes éxitos de los Gemeliers con Abraham Mateo a los coros y con la colaboración como estrella invitada de Leticia Sabater (depresión y suicidio asegurados, oiga), pero no. ¡Es realmente la maqueta que el grupo protagonista buscaba grabar y al que aluden continuamente! Las letras que idean están, el estilo de la música que describen está, los momentos del cómic están reflejados en una mezcla entre rock sinfónico y progresivo muy agradable de oír. Una experiencia multimedia al alcance del lector. La banda sonora del cómic reflejada en el disco que los protagonistas habrían querido hacer, una música impregnada de las vivencias de los personajes del cómic. Una idea estupenda que espero que haga cundir el ejemplo.
No obstante, quizá habría sido un poco más práctico el facilitar un código de descarga para obtener la banda sonora en formato Mp3, si bien no habría quedado tan lucido. No paro de pensar que un almacenamiento poco escrupuloso puede dañar el disco privando, así, al lector de la experiencia sonora.
Otro punto negativo sería el formato de edición elegido: rústica cosida y encolada en un volumen grueso (384 páginas) poco manejable, así que el lomo sufrirá en poco tiempo a poco que se lea en algunas ocasiones provocando, a medio plazo, que los cuadernillos de los que consta el cómic se despeguen y deterioren. Recomiendo leerlo en mesa, no “en vacío”.
Por lo demás, se trata de un fallito anecdótico vista la enjundiosa historia que se nos presenta en esta obra. Interesante, poliédrica (en su segunda acepción según la RAE), variada, comprometida, detallada… Una trama que invita a ser descubierta y que os recomiendo muy fervientemente. Una historia redonda, muy bien trabajada y que nos desvela influencias de obras como “Blade Runner”, “Neuromante” y “Apocalipsis”, de Stephen King.
¡Y un demérito por mi parte! Siempre me fijo mucho en los vehículos militares, que suelo reconocer con facilidad. Pero en la página 329 aparece un blindado de ocho ruedas que no he sido capaz de identificar. ¡Vergüenza por mi parte! ¡Ay!
Así que nada, amigos lectores: “Hoy es un buen día para morir” está esperándoos en vuestra librería habitual para que lo descubráis. Y os recomiendo hacerlo.