Y no sólo por ello, sono porque Conner y Palmiotti han escrito la historia que necesitaba ser escrita. Se han tomado su tiempo para establecer de manera meticulosa la nueva vida de Harley, así como la dirección que va tomando y sus nuevos modos de operación. Le han dado un elenco de caracteres de apoyo, y han demostrado su deseo de comenzar una nueva vida para comenzar una nueva vida sin comprometer ni un ápice de la bendita locura que la ha definido desde siempre. Y, además, se ha hecho fuerte y ha luchado pos sus relaciones en los últimos dos años, haciéndola tomar conciencia de que nunca regresaría a la tóxica vida de la que vino, además de que renunciará a esa parte de ella que nunca debió ser.
Lo dicho: empieza de manera potente. Nadie lamentará que deje atrás al Joker. Además, Harley deja muchas cosas atrás en este comienzo: ha viajado a Gotham para liberar a Mason Macabre, su actual chico, del manicomio de Arkham. Hiedra Venenosa se une a ella para ayudarla en su misión, pero Harley decide entrar en la prisión a solas: tiene un plan que implica el uso de algunas pastillas “Ferrigno” (el que haya disfrutado de la serie de “La Masa” entre 1977 y 1982, lo entenderá cuando lo lea). Y no importa la cantidad de seguridad que haya en la prisión, Harley lleva el caos allá a donde vaya, amparada en la típica y absurda lógica con que la dotan Conner y Palmiotti.
Con respecto a cómo afronta nuestra payasa favorita a su ex, os invito a descubrirlo: todos sabemos lo que le gusta hablar al Joker pero, en esta conversación, es Harley la que tiene algo que decir. ¡Y es vuestro turno para descubrlo! Y tendréis siete páginas para disfrutar su conversación. Digamos que exorciza sus demonios de una manera muy visceral… Y merecida.
¿Queréis más bonus? ¡Pues ahí va! Batman hace un lógico y estupendo cameo al final de la primera parte (como bien presagia la portada del número). Y su intervención no decepciona: medida, justa y a la medida de la trama, aunque… ¡No hay final feliz, tíos! Pero, feliz o no, termina de manera brillante. ¡Descubridlo!
Hablemos ahora del impecable trabajo de Chad Hardin al dibujo: brutal y bello, combinando perfectamente el estilo cartoon y el realista, ofreciendo una galería de movimientos y actuaciones realistas, verosímiles, pero sin perder las estridencias típicas de la locura de Harley. Y atención a su interpretación del Joker: perezoso, malvado, con los ojos rojos y una enorme y puntiaguda nariz, con un aspecto de gángster bastante acentuado que me recuerda mucho al que creó Jim Lee para “Batman: silencio”. Y eso sin contar su talento para capturar el sex-appeal de la protagonista sin hacerlo parecer vulgar. ¿Y qué podemos decir del look de Batman? Sombrío y misterioso, capturando la esencia de la serie animada.
En fin: que todo en lo que Harley participa se convierte en algo caótico… sus sueños, una apacible estancia en la playa, sus sesiones de patinaje gladiatorio… Pero, ante todo, y sobre todo, el momento estelar: ¡SU CAMBIO DE LOOK! Es en este momento en el que la bella payasa adopta el aspecto que luce en la película “Escuadrón Suicida”. Y lo hacen de una manera simple, efectiva y creíble. ¡Y de una manera sencillísima! No hay que crear extraños arcos argumentales cuando, muchas veces, menos es más.
Conner y Palmiotti ofrecen la mezcla habitual de violencia, vigilancia social, obstinación, pánico y estupidez. El cómic articula la continuación de la oficina del alcalde corrupto, nos presenta a un nuevo villano y nos ofrece los esperables sketches de HArleu con sus compañeros de edificio. Pero lo atractivo de esta aparentemente inconexa trama es que todo ocurre siempre por algo, aunque ocurra fuera del gag propiamente dicho.
¿Y qué podemos decir de ese nuevo villano que ya hemos mencionado? Bueno, imaginas un cruce entre Deadpool y Timothy “Tim” Taylor de “Un chapuzas en casa”. Pero habremos de esprar a lo que pasa después para saber a qué se debe su enfrentamiento con Harley.
Aunque este tomo recoge entre los números entre el 25 y el 30, nos vamos a detener en el siguiente, el 27, y haremos un par de observaciones adicionales, más que nada para no extendernos demasiado y permitir que descubráis el resto. ¡Que no os lo vamos a contar todo, chavales!
Así que bueno, decíamos que aparecía un nuevo villano, que atiende al nombre de “Mortandad” (nótese la sutil semejanza semántica con “Masacre”) que, parece, se ha enamorado locamente de la doctora Quinzel y, obviamente, intenta conquistarla… A su peculiar manera. ¡Ojo a cómo le da el teléfono! ¿A que nadie tiene narices a intentarlo de esa forma? ¿Eh? Además, es un pretendiente absolutamente psicótico, como ella. ¿qué puede fallar? Descubridlo, descubridlo.
Lo bueno es que esta cómica trama se complementa con una secundaria en la que se sigue desarrollando la historia de corrupción del alcalde que, además, parece salpicar al jefe de policía.
Y vemos de nuevo a Timms haciendo un estupendo trabajo con las expresiones faciales de Timms. Exagerándolas estilo cartoon, pero sin caer en gestos antinaturales. ¡Un sobresaliente para el dibujante!
En el resto: tendremos un toque manga que habréis de descubrir, y nos sumergiremos en el estilo cartoon de mano de Elsa Charretier en el último número. Un estilo digno de la escuela de Bruce Timm.
¡Y no nos dejemos los extras de este octavo tomo de 152 páginas en rústica! Seis portadas alternativas con un par de obras de gigantes de la talla de Neal Adams y John Romita Jr., además de las creadas por la propia Amanda Conner.
Un volumen para disfrutar, con historias importantísimas para el desarrollo del personaje del cómic. ¡Os invito a disfrutarlas!