Fragmento de la portada de "La señora England" de Stacey Halls, publicada por Umbriel Editores.
Fragmento de la portada de "La señora England" de Stacey Halls. Cubierta elaborada por Elita Sidiropoulou, Magdalena Russocka y Nai Martínez | Fuente: Fantasymundo.
Portada de "La señora England" de Stacey Halls, publicada por Umbriel Editores.
Portada de «La señora England» de Stacey Halls. Cubierta elaborada por Elita Sidiropoulou, Magdalena Russocka y Nai Martínez | Fuente: Fantasymundo.

Quitando las claras excepciones de Mary Poppins y la señorita McPhee, las niñeras de los libros y la pantalla no suelen tener una vida fácil, indistintamente de su época y contexto social. La señora England es una novela histórica de intriga publicada por Umbriel Editores con la traducción de Natalia Navarro Díaz.

La autora Stacey Halls se sumerge en la complicada vida de Ruby May, una niñera recién graduada del prestigioso instituto Norland que se ve obligada a recorrer el país de punta a punta para poder mantener a su familia.

No obstante, su desesperada búsqueda de empleo la lleva al interior de las resguardadas propiedades de los England. Aunque el bosque y las escarpadas montañas pueden resultar mucho menos peligrosas que las afiladas mentiras y secretos que se esconden tras sus puertas.

Mi primer pensamiento al detenerme a contemplar lo cruda que podía —y puede— ser la vida de una niñera se encuentra en un fragmento de Criadas y señoras, novela de Kathryn Stockett. Cómo definir sino cruel la realidad de trabajar en la crianza de los niños de otros mientras los tuyos propios se enfrentan a una escasez de recursos que les obliga a criarse a sí mismos.

Aunque la realidad de las niñeras es que no todas tenían hijos. Algunas siquiera parientes. No era infrecuente que una niñera se pasara toda la vida cuidando a las diferentes generaciones de una misma familia, permaneciendo solteras de por vida.

Al final, las únicas niñeras con un papel protagónico que no acaban descorchando lágrimas y amargura son las que tienen a mano un poco de magia o las estrofas de alguna historia con hadas involucradas. Aunque, claro, no todos los cuentos son tan amables.

Al igual que el cuento del molinero narra una historia de engaños y trampas ante las miradas del pueblo, Halls construye su propia visión a partir de los ojos de Ruby. La señora England es un relato retorcido en su disposición de los ritmos, personajes y secretos.

La sororidad no es una cualidad que venga debajo del brazo antes de salir del útero a tirones. Es algo que se descubre, comprende y desarrolla en base a la deconstrucción del propio individuo. Algo que solo se consigue mediante el conocimiento, la experiencia y el constante ejercicio de la empatía.

Esas tres variables no están siempre a pleno rendimiento o van de la mano, los sentimientos pueden jugar malas pasadas en el proceso. La señora England juega con todos estos valores sin parar, creando un camino a la sororidad que no es fluido ni constante. Es imperfecto. Y eso mismo es lo que lo hace intrigante y humano.

Los personajes son completos y complejos. Todos tienen una cocción lenta. Encuentro fascinante el desarrollo de los niños, sobre todo, envueltos como están en una situación turbulenta. ¿Qué futuro les espera con una madre distante y un padre de sonrisa perpetua? Uno cuya alegría tiene la misma entereza que una playa que esconde un desnivel bajo las olas.

La novela deja de lado el dramatismo para sumergirse en la intriga. Se despide del pudor para abrazar la ansiedad producida por el peso de la historia y la soledad. Se agarra al costumbrismo que se esfuerza en crear para retorcer aún más las vidas de los personajes en base a unos secretos bien ocultos bajo la alfombra.

Con La señora England, Halls construye es una novela intrigante, amarga y que busca con fiereza la luz del sol aún en el caos de la tormenta.

Carolina de León
Periodista, camarógrafa y escritora. Con muchas historias que ver, relatos que escribir y memorias que vivir.

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