Este artículo contiene MUCHÍSIMOS SPOILERS sobre toda la serie de «Los anillos de poder». No se recomienda leerlo si no habéis visto la serie completa.

 

El jueves tres de octubre, terminó la segunda temporada de “Los anillos de poder”, la serie de Amazon que adapta los apéndices y algunos fragmentos de la obra monumental de la fantasía del siglo XX de JRR Tolkien. El inglés es, sin duda, uno de los escritores que más pasiones levantan: tanto defensas acérrimas de las adaptaciones de su obra como el odio más infame contra muchas de ellas. Este fenómeno de odio masivo ha alcanzado cotas preocupantes con “Los anillos de poder” pero ¿merece esto?

He seguido la serie desde sus inicios e incluso me he visto la temporada uno en tres ocasiones con distintas personas, fans de Tolkien y gente que no sabía nada de sus obras. La temporada dos va por el mismo camino y yo, que pertenecí a la STE, que leí “El hobbit” con una edad tierna gracias a la insistencia de mis padres, y que considero todo el imaginarium como una parte importantísima de mi vida, vengo aquí a hacer una defensa de “Los anillos de poder”, a riesgo de que me caiga encima una marabunta de furibundos detractores. Hemos venido a jugar.

De la temporada 1 a la 2: Cambios sustanciales

Desde que saliera la serie, internet, que es dark and full of terrors, se llenó de animadversión hacia la misma poniendo el punto, sustancialmente, en la historia de Galadriel y la interpretación de Morfydd Clark. Se ve que los guionistas, alarmados por todo el odio que se estaba vertiendo, prefirieron apartar un poco del foco protagonista al personaje, lo que puedo considerar un acierto pero tan solo porque los elfos, dentro de Tolkien, siempre me han disgustado bastante como personajes todopoderosos, megasabios y un poco subiditos.

Reflejo de Sauron y Galadriel
Sauron y Galadriel. Lo que pudo ser en la mente del mal. Primera temporada

La primera temporada planteó el tablero de juego: Eregion, Lindon, Númenor, el Sur, las tierras del Este y Khazad Dûm. Todos ellos se fueron desarrollando un poco a fuego lento, especialmente el Este, con la trama de los pelosos que, aunque muy tolkiniana en su desarrollo lento y amable, viendo que todos los demás lugares empiezan a tener problemas muy serios, a veces se sentía como un alivio cómico y otras como un lastre pesado cuando las escenas cortaban muchas partes de la acción trepidante.

No hay que olvidar que estamos ante una serie de televisión y todos sabemos que los acontecimientos que se cuentan en ella transcurrieron a lo largo de muchos siglos y no necesariamente intercalados unos con otros en la obra original. Como todas las adaptaciones, los cambios son necesarios a no ser que quieras tener cien temporadas con Annatar contemplando cómo Celebrimbor hace anillos, falla, vuelve a hacer anillos, este me gusta, este no, mira te enseño cómo se forja. Es algo que hay que aceptar porque no todas las adaptaciones van a ser “La princesa prometida” donde la película es igual o mejor que el libro.

Así que en la primera temporada, con un poco de lastre hobbit, nos habíamos quedado con Númenor en medio de una crisis de fe que lleva a Phârazon a tomar el poder; Lindon temiendo que la falta de comunicación con Eregion derive en que Sauron lleve a cabo algún tipo de plan; la creación de Orodruin en el último episodio, volcán que será de vital importancia en toda la trama posterior y del que salen los orcos dirigidos por Adar, el Padre, para lograr su libertad y que arrasa a todas las comunidades humanas del sur, donde tenemos a Arondir, personaje inventado para la serie, que interactúa con Elendil, Isildur y todos los que más tarde se convertirán en fundadores de Gondor; y Khazad Dûm, el reino enano donde Durin III, puesto en cuestión por su hijo, el príncipe Durin, ahonda en la montaña para conseguir más riquezas y seguir siendo la referencia de su raza.

De esta primera temporada me sobraron muchas cosas y ninguna de ellas fue la historia de Galadriel que, no olvidemos, es uno de los personajes más poderosos de todo el legendarium de Tolkien. La historia de los pelosos es bonita, sí, pero para mi gusto (y hablo desde mi perspectiva), es tan clara sobre a dónde se dirige con El Extraño, que da igual, aburre. Desde el primer momento cualquier espectador sabe quién es El Extraño y, por mucho que quisiéramos negarlo y decir que igual se trataba de Alatar o Pallando, no hubo ninguna sorpresa.

La trama de Númenor es buena cuando está en Númenor y los cinco minutos en los que se crea el Orodruin. Porque Arondir no me acaba de llegar igual que me pasaba con Legolas haciendo surf. Tenemos a un todopoderoso elfo que se enamora de una mujer de los reinos del sur, trágicamente, y al que su hijo no puede ver. ¡Dame acción! ¡Dame trama! Meh. Sin embargo, toda la historia de Númenor se desarrolla, aunque un poco lenta, en esta primera temporada gracias a Lloyd Owens y Cynthia Addai-Robbinson, Elendil y Míriel, que tienen una química bastante buena. Y es que Númenor es una historia tan trágica que creo que han sabido darle la lentitud que se merece y el desarrollo que requiere. Esta historia de pérdida de la fe que termina con la destrucción total de la isla gracias a los engaños, nuevamente, de Sauron.

Khazad Dûm es una delicia. En la primera temporada nos acercamos a los enanos como un pueblo ambicioso  de riquezas, con una montaña por descubrir en su mayor parte, pero también honrado con sus amigos, como Elrond, a quien su amigo, el príncipe Durin, da una lección por tardar muchos años en ir de visita (los elfos, inmortales, no teniendo en cuenta que los demás no lo son). La incorporación de Disa (Sophia Nomvete), como esposa de Durin, es una delicia y, aunque no tiene barba, es una enana al cien por cien, para mí, todo un acierto. Aunque, desgraciadamente, en la segunda temporada esta trama se vio reducida bastante y también la actriz sufrió campañas de odio en internet. En fin.

La trama de los elfos cambia bastante de una temporada a otra. De centrarse en la relación Galadriel-Halbrand-Sauron, pasa a, para mí, lo mejor que nos ha dado la serie hasta ahora: la dualidad Celebrimbor-Annatar.

El Monte del Destino en Los anillos de poder
La creación del Orodruin o Monte del Destino, en «Los anillos de poder»

 

Temporada 2: El crescendo

Celebrimbor y Annatar: la pareja trágica perfecta
Celebrimbor y Annatar.
Celebrimbor y Annatar, dos mellyn compenetrados en el trabajo de la forja

Sauron necesitaba engañar de alguna manera al mejor de los herreros elfos, descendiente de Fëanor, para conseguir su objetivo de forjar los anillos de poder. Así, en la primera temporada, aparece como un humano del Sur, Halbrand, pero no consigue ganarse la confianza completa de Celebrimbor, así que en la segunda temporada tenemos una gran revelación: Sauron cambia y, en uno de los mejores episodios que nos ha dejado la televisión, se aparece como Annatar, un enviado de los valar para librar la Tierra Media de todo mal a través de la forja de los anillos. Y es aquí, apelando al orgullo de herrero de Celebrimbor, cuando comienza el gran engaño. El elfo, tras forjar los tres primeros, crea los siete anillos de los enanos, que son entregados a Durin III para distribuirlos entre todas las casas. Pero cuando Annatar propone crear nueve para los hombres (mortales, condenados a morir), Celebrimbor no está de acuerdo, pues piensa que pueden corromperse. Annatar no es una persona que lleve bien la decepción, así que mediante sus triquiñuelas de poderosísimo Sauron, hace creer al pobre Celebrimbor que todo va bien, que los anillos son necesarios y que él puede ser mejor incluso que Fëanor. Y Celebrimbor cae.

De los ocho capítulos que conforman la temporada, donde los dos últimos son de conclusión y batallas por Eregion, sin duda, mi favorito es en el que Celebrimbor se da cuenta de que algo no va bien y que Annatar lo está presionando demasiado por unos anillos con los que no está del todo de acuerdo. Así, cuando el estrés comienza a hacer mella en él, Sauron-Annatar se ve obligado a crear una ilusión en su cabeza donde todos ríen, cantan los martines pescadores en el río y todo va a salir bien. Pero es que todo va a salir regulinchi porque mientras el elfo se esmera en complacer a Annatar, Eregion está siendo víctima de un asedio encarnizado por las tropas de orcos de Adar, que han venido a asesinar a Sauron. La transición entre la felicidad y la destrucción es una obra maestra de la producción de la serie y es, hasta ahora, mi capítulo favorito de la misma, quizá el mejor de las dos temporadas.

Charlie Vickers y Charles Edwards se comen la pantalla. Es cierto que Edwards es un actor veterano con muchísima proyección y que ya hizo papeles espléndidos en Downton Abbey o The Crown pero trabajando con el joven Vickers han llegado a una perfección que va más allá del guion o de lo estipulado por el mismo. Ver cómo Sauron destroza por completo a Celebrimbor, lentamente, mientras el pobre herrero cree que está haciendo una buena obra amparada por los dioses, es desgarrador. Y es muy loable para la pantalla que eso se haya conseguido a base de juntar a dos monstruos de la actuación en una sala, obviando que el resto de la serie tiene batallas espectaculares, efectos especiales carísimos e impactantes, y tramas de magnitud colosal. Sin embargo, lo mejor de la serie es, sin duda, la relación destructiva de Annatar y Celebrimbor, el héroe trágico que merecemos, engañado y aislado, creyendo que va a salvar el mundo cuando lo está condenando al peor de los tormentos.

“No, hear me. Hear me! Shadow of Morgoth. Hear the dying words of Celebrimbor. The Rings of Power shall destroy you. And in the end, I foresee, one alone shall prove your utter ruin!”

Celebrimbor, siempre en nuestro corazón.

 

Khazad Dûm: el trágico destino de los enanos de Moria
El balrog y Durin III
El Daño de Durin en su máxima expresión terminando con el reinado de Durin III

Durin III se nos presentó en la primera temporada como un rey severo, dispuesto a ningunear a su hijo si eso significaba que podría extraer más riquezas de la montaña, algo muy de los enanos. Así que cuando Annatar le confía los siete anillos, la situación no puede más que empeorar. Aunque su hijo intenta por todos los medios que deje de profundizar en Moria, el rey desoye sus advertencias y, no contento con eso, exige a los otros seis reyes enanos que le den el 50% de sus riquezas a cambio de entregarles los anillos de poder.

Los balrog son maias (al mismo nivel que los magos) que entraron al servicio de Melkor en la Primera Edad. Es recordada la batalla entre Glorfindel y el balrog que acabó con la muerte de ambos pero que le valió al elfo la reencarnación en la Tercera Edad. Después de la caída de Morgoth tan solo se menciona que sobreviviera el balrog que se refugió en las profundidades de Moria y al que, en los libros, Durin VI despierta y acaba con todo el pueblo enano que habita la montaña.

Aquí, por exigencias del guion, es Durin III en su ambición el que despierta al balrog. En una escalada de locura incontrolable producida por el anillo que Sauron le entrega, Durin se enfrenta a Narvi (creador de las puertas de Moria junto con su gran amigo Celebrimbor), abandona a los elfos a su suerte en Eregion y condena a su pueblo a la destrucción por culpa de su ambición incontrolada.

Hay un juego buenísimo, un MMORPG, que se llama “Lord of the Rings Online”, al que juego desde que salió hace ya 17 años. Cuando llegas a Moria, la magnitud de los mapas, la presencia enana y todas las historias y side quests que se desarrollan en él es abrumadora. Cuando empecé a ver la serie solo pedía que Moria fuera, al menos, un diez por ciento de espectacular a lo que había visto en el juego. Y lo fue con creces. La reconstrucción del mayor de los reinos enanos es preciosa, con una magnificencia acorde a la personalidad de los enanos, leal pero seria, trabajadores incansables en busca de la riqueza y la belleza a su manera, luchadores firmes y con hachas afiladas dispuestos a ayudar a sus amigos, por muchas orejas puntiagudas que tengan. Por eso, cuando Durin III se niega a ayudar a los elfos, se rompe el corazón  como se rompió en pedazos en la trilogía de Peter Jackson cuando Gimli descubre la tumba de Balin y el destino de los héroes de Erebor que fueron a reconquistar Moria.

Toda la trama enana lleva a un lugar llameante: la morada del balrog. Y es así como comienza el último episodio de la segunda temporada, con Durin III descubriendo una galería con unas vetas de mithril impensables pero también con la presencia del balrog, que despierta. Aquí Durin III, al darse cuenta de que el anillo de Sauron lo ha corrompido, se lo quita y se lanza hacia el balrog con el hacha, sabiendo que ha fallado a su reino. Esto, que pasa en los primeros diez minutos de metraje del episodio, nos hizo gastar un paquete de pañuelos y pensar: si empieza así, ¿cómo va a acabar esto? Aunque los enanos ya salen muy poco, en el tablero para la próxima temporada queda la sucesión en el trono de Moria, puesto que hay muchos enanos que no confían en el príncipe y ya hay varios postulantes a suceder a Durin III. Interesante.

 

Adar: la redención del incomprendido
Adar encaminándose hacia la batalla contra Sauron
Adar encaminándose hacia la batalla contra Sauron

La primera temporada nos presentó a varios personajes nuevos, entre los que estaba Adar, el líder de los uruk que busca una morada para los orcos y gracias a sus artes, consigue crear el Orodruin y convertir las tierras del Sur en Mordor, un lugar devastado donde, espera, podrán vivir en paz.

Cuando cambiaron a Joseph Mawle por Sam Hazeldine en el papel de Adar confieso que me enfadé mucho. El Adar de Mawle era perfecto, un elfo caído en las sombras al que los orcos llaman Padre y siguen en busca de una vida que no implique solo luchar y morir, alejándose de la esclavitud a la que parecen sometidos de principio a fin. Sin embargo, Sam Hazeldine ha hecho un papel perfecto, incluso mejorando a Mawle en la encarnación de estos grises que tan bien se nos han representado.

Cuando comienza la segunda temporada tenemos una retrospectiva con Adar dispuesto a coronar a Sauron como jefe de las tropas de uruks. Sin embargo, el Padre, decide apuñalar a Sauron y asesinarlo para poder conseguir la libertad para los orcos. Al más puro estilo Julio Cesar et tu Brute?, se ensañan con el cuerpo del maia y creen que han acabado con su amenaza, cosa que ya sabemos que no funciona, puesto que el espíritu de Sauron, tras vagar en diferentes formas durante muchos años recuperando su poder, se transforma en Halbrand y comienza sus perrerías por el Sur de la Tierra Media.

Estaba claro que Adar no era un personaje que perduraría en el tiempo y que acabaría mal pero nos ha dado uno de los mejores arcos de la serie y hay que agradecer a Simon Tolkien, nieto de JRR Tolkien, que aconsejase a los guionistas mantener el personaje hasta el final de la segunda temporada, puesto que querían acabar con él antes.

La historia de Adar en esta segunda temporada tiene un arco muy marcado. Desde el intento de asesinato de Sauron, se convierte en el líder indiscutible de las tropas de orcos y cuando se entera de que el heredero de Morgoth está en Eregion, decide ir a asediar la ciudad para acabar con él de una vez por todas. Corrompido por el poder, no se da cuenta, como le dice Galadriel, que esa es precisamente la intención de Sauron, llevarle un ejército y ponérselo a sus pies. Así que Adar comienza la destrucción de Eregion mientras Annatar-Sauron y Celebrimbor siguen forjando los anillos restantes.

En toda la temporada se nos dan pistas de que Adar no ha sido siempre un elfo oscuro. Cuando retiene a Galadriel le habla en su lengua originaria: Elen sila lúmenn’ omentielvo, dándonos a entender que Adar es un elfo antiguo, caído en desgracia y que quizá se conocieron anteriormente bajo otros nombres. Así, en el penúltimo episodio, en medio de la batalla, Adar se enfrenta a Elrond y le quita el anillo de Galadriel, que este custodiaba, diciéndole también a Elrond que su belleza es comparable a la de Meliam, su antepasada.

Estaba muy claro que Adar no iba a sobrevivir al final de la segunda temporada. Su arco iba cerrándose a medida que se acercaba a Eregion y desoía los consejos de Galadriel. Aunque eso no nos iba a privar de una de las mejores escenas del episodio, cuando Galadriel se entrega a los orcos y decide negociar con Adar por los nueve anillos, a cambio de que deje el asedio y lograr salvar la vida de Celebrimbor y los habitantes de la ciudad. Entonces, Adar, que llevaba puesto el anillo de la elfa, se gira y deja ver sus orígenes élficos, ofreciendo a Galadriel una alianza que permita a los orcos vivir tranquilos en Mordor siempre y cuando acaben con Sauron. Es una escena llena de ternura, tanto como Adar se comporta con sus “hijos” y después de saber que Sauron los ha intentado tentar a los dos. Pero tenía que acabar mal porque Adar estaba condenado, siendo asesinado por sus hijos a la manera a la que él intentó asesinar a Sauron.

La cámara se recrea en ello mientras deja a los espectadores sin aliento. Entonces Sauron aparece y le dice a un Adar moribundo que sus hijos ya no son niños. ¿Qué mejor final y redención para un personaje no original pero que se ha ganado los corazones de la audiencia? Adar muere y con él toda esperanza de libertad para los orcos, que han decidido unirse a Sauron. Nada me causó más satisfacción que ver cómo Sauron mataba al traidor de Glük (el orco más protagonista y que más cuestionaba a Adar) tan solo por hablarle un poco alto, demostrando que su maldad es inconmensurable y que los orcos, a diferencia de Adar, le importan más bien poco. ¡Te fastidias, Glük!

Nos fuimos sin conocer la identidad original de Adar pero es mejor. Había numerosas teorías que lo emparentaban con elfos antiguos y famosos del Silmarillion pero Adar se fue como era, con la personalidad y el nombre que había elegido y para mí eso es un acierto. Namárië.

 

Galadriel vs. Sauron: una relación de años y años de odio
Galadriel y Sauron luchando
Galadriel y Sauron. Una enemistad que durará siglos

En la primera temporada vimos a Galadriel siendo engañada por Halbrand, Sauron en su forma humana. Al final, ella se da cuenta que, sin ningún tipo de dudas, Halbrand es su gran enemigo Sauron pero ya es demasiado tarde para actuar. Envían emisarios a Eregion pero jamás llegan y el maligno sigue con su plan de forjar los anillos.

En esta segunda temporada los guionistas han decidido apartar a Galadriel del protagonismo total que tenía en la primera parte de la serie. No sé si es un acierto o no, a mí personalmente Galadriel me encanta y encarna a la elfa poderosísima a la que estamos acostumbrados. Es verdad que esta relación tóxica deja paso a lo mejor de la serie, que es toda la parte de Sauron con Celebrimbor pero creo que el nerfeo se les fue un poquito de las manos.

De todas maneras, se agradece que ella aparezca al final y se enfrente, de nuevo, a su enemigo cuando ya es evidente que no tiene ninguna posibilidad de ganar. En la escena de lucha final contra Sauron, él le va revelando sus distintas formas y Galadriel titubea, clavándole la corona de Morgoth y dejando claro que la posibilidad de un reinado conjunto sobre la Tierra Media es imposible. Le quita los nueve anillos pero es incapaz de matarla, lo que lo perseguirá el resto de su reinado de terror, puesto que la reina elfa lleva su odio hasta el fin de los días.

El final de la temporada nos muestra a Gil Galad, Elrond, Galadriel y Arondir llevando a los supervivientes de la masacre de Eregion a un valle, Rivendel, donde Elrond establecerá su morada y en el que Galadriel pasará muchísimos años posteriormente antes de atravesar las montañas y partir para Lothlórien. Es una escena de esperanza para los elfos, con una imagen potente y muy bella, tal y como se nos presenta en las películas, un valle que estará protegido y oculto ante la amenaza enemiga. Creo que representa un buen final de temporada porque los últimos tres capítulos son de una violencia física y psicológica brutal y los guionistas han decidido cerrar con una veta de esperanza para los protagonistas, aunque sepamos que al menos uno de ellos, el alto rey Gil Galad, no sobrevivirá a la Última Alianza (y Arondir está por ver).

 

Númenor: los coletazos de la gran isla de los hombres
Míriel y Elendil
Míriel y Elendil saliendo victoriosos del juicio del mar

La historia de Númenor es preciosa. Una isla fundada por Elros, hermano de Elrond, que fue su primer rey; regalo de los valar a los hombres por su ayuda en la batalla final contra Morgoth, siempre fue un lugar privilegiado, con una raza de humanos, los numenoreanos, que tenían una vida más larga y próspera que los demás Segundos Hijos. Pero con la isla llegaron también las palantiri que muy posteriormente acabarían siendo controladas por Sauron y haciendo enloquecer a sus usuarios (Denethor II o Saruman, entre otros).

Según el canon, y espero que sea lo que veamos en la próxima temporada, Ar-Phârazon luchó contra Sauron y le hizo rendirse, llevándolo prisionero a Númenor. Ahí, el maia consiguió trastornar al rey y que se volviese en contra de los valar, formando un ejército para invadir las tierras del Oeste que fue destrozado por una ola gigante que además destruyó Númenor.

En la serie nos encontramos con que Míriel, la reina regente tras la muerte de su padre Tar-Palantír, está siendo cuestionada por los seguidores de Phârazon. Tras una incursión fallida en las tierras del Este, Phârazon lidera una revuelta y tanto Míriel como el comandante de la marina numenoreana, Elendil, son apresados. Los nuevos gobernantes están en contra de la fe y de la amistad con los elfos de una parte de la población, así que deciden juzgar a Elendil como traidor. En el episodio del juicio, Míriel se ofrece voluntaria a pasar el juicio, puesto que como reina regente, debe asumir la responsabilidad. El juicio sale bien para ella y Phârazon no tiene más remedio que plegar velas por el momento. Pero el ansia de poder le puede y en el último episodio ordena desterrar o asesinar a todos los guardianes de la fe. Elendil se marcha a la Tierra Media, traicionado por su hija y creyendo que sus otros dos hijos están muertos mientras Míriel decide enfrentar su destino en Númenor.

Toda la parte de Númenor a mí, personalmente, me fascina. Se ha recreado una grandiosidad cuasi perfecta que me recuerda mucho a la representación cinematográfica de Braavos, en Juego de Tronos. Es cierto que cuando los numenoreanos se aventuran en la Tierra Media se hace un poco pesado y que me interesa entre cero y menos cien toda la trama de Isildur, pero la respeto, puesto que al final es un personaje importante en el futuro. Sin embargo, el capítulo del juicio de Elendil me dejó muy buenas sensaciones respecto a lo que esta parte tiene que ofrecer. Veremos a Phârazon volverse loco y retar a los valar, lo que va a ser una delicia para los fans. La caída de Númenor es Ícaro retando a los dioses, un cuento clásico que, por muy mal o lento que se haga, no puede fallar.

 

El Extraño, Nori, Amapola y la tranquilidad de la vida
Tom Bombadil y El Extraño
Dame un dondiló…

Yo lo siento pero por muy Tolkien que sea la trama de los pelosos, me sacó de mis casillas durante toda la temporada para acabar naufragando en una arena baldía y con una revelación final que se sabía desde el primer episodio de la serie.

Resulta que el Extraño era Gandalf. Y toda esta trama nos ha llevado a ello. ¿Quién no lo suponía desde el principio? Al final nos hemos encontrado con una nada bastante grande que nos ha dejado escenas bellas, conversaciones pausadas y un posible origen de la Comarca pero que no ha avanzado hacia ningún sitio.

Y eso que por fin alguien se decidió a meter a Tom Bombadil y que su parte, sin duda, es la mejor de este embrollo hobbit. Se perdona porque no fue larga y, sobre todo, porque al final, Gandalf y Tom acaban cantando un dondiló. Por lo demás, no sería ningún tipo de sorpresa que el mago oscuro del Este sea Saruman (aunque, y respetando la libertad creativa y todas esas garambainas, esté en completo desacuerdo con presentar a Saruman como malo desde edades tan tempranas, cuando fue un mentor de Gandalf y este lo respetaba). ¡Lo que podrían haber hecho con Alatar y Pallando! El fan service aquí, para mí, se les fue de las manos aunque Daniel Weyman hace un papel enorme, teniendo en cuenta que es muy difícil enfrentar un papel que ha interpretado sir Ian McKellen.

Sin más y sin saber qué futuro espera a Nori y Amapola, si seguirán con su trama o no. Pero sí que me resultó muy molesto que, después de matar a diestro y siniestro gente en el último episodio, me calcasen, después de la publicidad sin dejarme llorar a los caídos, el enésimo paseo hobbit de la temporada.

 

Gil Galad, Elrond, Arondir, Mirdania: los elfos en su batalla perenne
Gil Galad, Elrond, Galadriel y Arondir llegando a lo que será Rivendel
La escena final de la temporada nos lleva al valle de Imladris, Rivendel

Ya he dicho más arriba que los elfos no son santo de mi devoción por altivos y poco preocupados por los asuntos de los demás. Aquí quiero distinguir entre Gil Galad y Elrond, canon de los libros y Arondir y Mirdania, personajes no existentes previamente.

Gil Galad es todo lo que el alto rey puede ser. Al principio se muestra frío y severísimo con Galadriel, a la que llega a enviar de vuelta a las Tierras Imperecederas en “premio” por su búsqueda de Sauron. Pero cuando se da cuenta de que la elfa tenía razón, va reculando y empieza a preocuparse seriamente por la vida de Celebrimbor y los habitantes de Eregion. La interpretación de Benjamin Walker es muy buena y mantiene el espíritu del alto rey.

Sin embargo quiero mencionar excepcionalmente a Robert Aramayo como Elrond. Ya lo habíamos visto en Juego de Tonos interpretando a un joven Eddard Stark y también, una vez más, es muy difícil competir contra Hugo Weaving y su magnífica presencia en las trilogías de Peter Jackson. Pero Aramayo hace suyo el personaje de manera clara y, al final, nos entrega el alma para interpretar a una figura tan importante como el medioelfo. Su beso con Galadriel, clara distracción para facilitar su fuga y que tan criticado fue, es una nonería en la construcción del personaje. Tango Gil Galad como Elrond para mí son un diez.

La otra cara de la moneda viene, para mí, con Arondir. En principio se trata de un elfo silvano menor, presumiblemente del Bosque Verde, que se encuentra defendiendo las tierras del sur con un destacamento de compañeros. Su enamoramiento de Bronwyn y sus increíbles habilidades acrobáticas me hacen llevarme las manos a la cabeza, pero no se equivoquen, también me pasó con Legolas. Viendo la capacidad de Arondir, mucho me extraña que Sauron siga vivo e intacto. No, en serio, no podría importarme menos su destino, por muy buena interpretación que haga Ismael Cruz Córdova y muy majo que sea, que lo es, el actor. Verlo al final llegando al valle donde estará Rivendel me dejó pensando: bueno, vale, pues es lo que hay. Y eso que por suerte, como temían mis compañeros de visionado, no fue él el que mató a Adar, su objetivo desde el principio de la serie.

Y Mirdania, por su parte, aunque con muy poco protagonismo en pantalla, me resultó un personaje muy agradable. La aprendiz de Celebrimbor con diálogo, preocupada por su maestro que al final acaba siendo asesinada por el mismo sin llegar a saber nunca que fue la mano de Sauron su verdugo. Cuando Celebrimbor permanece en la ilusión de que todo va bien, Mirdania se preocupa por su señor, intenta hacerlo entrar en razón y solo consigue que Annatar-Sauron terminen con su vida en una escena psicológicamente terrible, puesto que el herrero la rechaza porque Sauron les ha convencido de que se ha vuelto loco y no le importa el asedio al que está siendo sometido Eregion. También tendrá un lugar especial en nuestros corazones.

 

La crítica a Los anillos de poder: ni tanto ni tan calvo

Siempre que se adapta una obra hay decepciones. Esto es así desde el origen de los tiempos y no iba a ser distinto con los escritos de Tolkien. Aun así, en mi opinión, el odio que se ha levantado contra Los anillos de poder es, en muy amplia parte, injusto. No olvidemos que la serie adapta una época oscura de la historia de la Tierra Media, con escritos inconexos del Silmarillion, cartas y Apéndices y que es difícil, para mantener la coherencia interna, no realizar cambios sustanciales en, al menos, la cronología de los acontecimientos. Sin embargo, creo que Amazon se arriesgó y no fue mal, aunque la primera temporada haya tenido muchos altibajos, la segunda ha mantenido casi siempre un ritmo narrativo muy bueno dentro del material que decidieron o pudieron utilizar, la elección de casting ha sido, en algunos casos, como el de Charles Edwards y Charlie Vickers, Morfydd Clark y Lloyd Owen o Sophia Nomvete y Owain Arthur, perfecta. Otros igual han sido menos memorables, pero han cumplido con las exigencias de su papel sin destacar para mal.

La sombra de Peter Jackson en el imaginario colectivo
One does not simply hace dos trilogías respetando al dedillo los libros…

No voy a negar aquí que la trilogía de “El señor de los anillos” de Peter Jackson no me parezca una de las obras cinematográficas más bellas jamás creadas, porque no sería justa. Pero tampoco sería justo decir que fue perfecta. Como también entra en el terreno de lo pantanoso afirmar solemnemente, como he visto mucho últimamente, que la trilogía de “El hobbit” es una maravilla del séptimo arte. Pues miren, no.

“El hobbit”, por ir cronológicamente en la historia, es un librito pequeño, un cuento que tiene mucha profundidad, es cierto, pero que no deja de ser una gotita de agua que sienta las bases para todo lo mayor que vino después. Sus escasas páginas nos ofrecen un variado de personajes magistrales, desde Bilbo Bolsón hasta el último de los enanos, pasando por un grandioso Beorn o un entrañable y guerrero Bardo. Todas las buenas historias que Tolkien nos contó en “El hobbit” sobre la amistad y la lealtad fueron pisoteadas ampliamente cuando Peter Jackson decidió convertir este libro en una trilogía de dos horas y pico por película, inventándose material, alargando situaciones hasta lo absurdo y dando un ritmo parsimonioso y destructivo a lo que es uno de los mejores libros de fantasía de la historia y el preferido por muchos.

¿Qué le costaba a Peter Jackson mantener la gloriosa entrada de los protagonistas en casa de Beorn? Vi de nuevo las tres películas hace poco menos de un mes y la primera se salva relativamente porque tiene detalles buenísimos como la llegada de los enanos a casa de Bilbo y las triquiñuelas de Gandalf, siempre dispuesto a fastidiar a un tranquilo hobbit; pero la segunda película tiene un nivel de bodrio inconmensurable, no pasa nada, se cargan la mística de los elfos en el Bosque Negro, también la escena de los barriles, tenemos que tragar la absurdísima relación entre Tauriel y Kili, con los celos de Legolas por detrás y los consejos fuera de tono de Thránduil, un personaje que ni siquiera tiene nombre en los libros, aunque Lee Pace lo hace extremadamente bien.

La tercera película remonta un poco, pero cómo no, si el material es muy bueno. Sin embargo tenemos una batalla lentísima, que intenta redimir a Thorin Escudo de Roble, un personaje que ya en los libros es antipático y que aquí se eleva a cotas inenarrables por mucho que Jackson lo intente salvar en la segunda película.

Luego Peter Jackson añadió las escenas del Concilio Blanco, cuando Elrond, Galadriel, Gandalf y Saruman descubren que el Nigromante que se esconde en Dol Guldur es Sauron en persona. Y oye, eso queda genial, vemos a un Christopher Lee espléndido luchando en la torre, a una Galadriel poderosísima y a un Gandalf que empieza a preocuparse de que la Sombra vuelva a estar activa. Y esto no molesta porque está bien escrito, aunque en el libro no haya nada parecido, puesto que Gandalf va y viene pero no se sabe a dónde.

 

Cuando se estrenó “El señor de los anillos” en 2001 muchísima gente se llevó las manos a la cabeza. Hasta el momento, desde la escritura del libro, nadie se había atrevido a adaptar esta monumental obra por el coste que conllevaría la producción pero Peter Jackson no tuvo miedo, tuvo el dinero necesario y lo hizo. Se convirtió en un éxito que revivió el amor del público por Tolkien gracias a una acertadísima elección de casting.

Pero quiero recordar que no todo fue perfecto. Amo las películas pero, como en todas las adaptaciones, se tomaron decisiones que me fastidiaron mucho personalmente. Y la más sangrante, para mí, es Denethor II. El senescal era un hombre noble, acostumbrado a lidiar con la guerra en las puertas de su casa; se había casado con Finduilas que se había muerto muy joven echando de menos las costas de Dol Amroth, su lugar de origen, después de haber dado a luz a Boromir y a Faramir. Denethor II, ya senescal de Gondor, cayó en la desesperación y, como era propietario de una palantir, intentaba obtener ventaja en la guerra mirando a través de ella los avances del enemigo, sin saber que Sauron podía corromperlo a través de la misma. Al final, murió en una pira, apretando la palantir contra sí y creyendo que su hijo, Faramir, había muerto también, acabando con el linaje de los senescales.

¿Y qué hizo Peter Jackson con una historia tan noble, trágica e interesante? Convirtió a Denethor II en un mono de feria, un loco irracional que aprovechaba la mínima oportunidad para insultar y menospreciar a su hijo menor en detrimento de Boromir, cosa que jamás sucedió en los libros, porque aunque quería muchísimo más y eso era evidente, al mayor, a Faramir lo respetaba (aunque le afeaba sus tratos con Gandalf cuando este visitaba Minas Tirith). Su muerte, arrojándose desde lo alto de la Torre Blanca, más que pena provocó risas en el cine y eso es muy injusto con Denethor. Aunque las ediciones extendidas añadieron más profundidad a la relación entre los hermanos, el metraje adicional solo vino a extender más odio sobre el personaje, con aún más animadversión hacia un Faramir desconcertado. Además, se deja entrever que Denethor es el que ordena a Boromir ir a por “el arma del enemigo”, cuando tanto él como su hermano habían tenido un sueño profético sobre el concilio. Podría seguir horas hablando de la destrucción de Denethor pero creo que es suficiente.

Con esto quiero decir que los cambios pueden ser buenos o no, que lo que pasó hace veinte años igual está olvidado porque la obra en conjunto ha superado esas cuestiones. Los que ahora se quejan amargamente porque Galadriel es una Mary Sue, igual deberían ver las cosas con perspectiva, una reina elfa milenaria no nace siéndolo, debe pasar por muchas etapas de odio y decepción para acabar siendo la más sabia de la Tierra Media.

Tampoco entiendo el odio irracional. Parece que fuera un pecado para una persona que le guste “Los anillos de poder”, mucha gente estaría encantada si se cancelase la serie. Oigan, yo no me alegro porque a la gente le cancelen las series, es más, me parece una perrería infame dejar a los espectadores con la miel en los labios. No entiendo por qué hay personas que odian y vierten odio constantemente sobre algo que no les gusta pudiendo, simplemente, elegir no verlo. Nadie les obliga a pagar Amazon para ver una serie que no les gusta, yo, simplemente, no veo lo que no me interesa y, por supuestísimo, no entro a las redes sociales de nadie a criticar lo que otros ven sin ningún tipo de argumento.

Para mí “Los anillos de poder” es un diez en muchísimos aspectos, a pesar de que haya tramas que me hayan importado bien poco. A nivel técnico es espectacular, los actores encajan e incluso superan las expectativas, la música del grandísimo Bear McReary (que ya había hecho la banda sonora de Galáctica) acompaña increíblemente la narración. Si no han visto los especiales que vienen después de los capítulos, se lo recomiendo, con entrevistas a directoras, guionistas y actores. Especialmente el de Bear McReary del episodio 6, donde dice cómo compuso la música que acompaña al asedio de Eregion y a la caída en desgracia de Celebrimbor:

 

Yo lo veo simple, ¿te gusta? Genial, aquí está para ti. ¿No te gusta? Botón de cambiar de canal, apagar la tele y coger los libros, que esos no han cambiado. Dejen el odio bien escondido, por favor.

 

Extra: El señor de los anillos soviético y los Beatles

Reconozco que siempre me ha interesado muchísimo la Unión Soviética. Más si cabe cuando la mayoría de sus películas no tienen derechos de autor hasta fechas muy tardías y se pueden ver gratis sin que se considere piratería, en muchos lugares de Internet. Así he visto maravillas como Kin Tza Tza!, una loquísima película de ciencia ficción que está disponible en Filmin o una antiquísima película de terror llamada El Viyi, basada en un cuento de Gógol y con unos efectos especiales avanzados para su año (es de 1967).

Así que un día me topé por casualidad con la versión soviética de “El señor de los anillos”, de 1991, y créanme, si quieren criticar algo, por favor, antes conozcan la “mejor” adaptación de la historia de la obra de Tolkien. Es cierto que solo se basa en el primer libro pero todo en ella es fascinante, brillante, loco, sin sentido. Y aquí, a diferencia de en las películas de Peter Jackson, sí sale Tom Bombadil.

Si alguien me quiere venir a criticar porque me guste “Los anillos de poder”, que baje al barro conmigo y vea la adaptación soviética, que yo ya he visto tres veces con diferentes personas. Boromir, Evgeny Solyakov, hablando a la cámara y dejando claro que el anillo tiene que ser suyo; Legolas interpretado por una mujer, Olga Serebryakova; Frodo frunciendo el ceño y acariciando el anillo como un loco; los orcos gente disfrazada para el carnaval más cutre del barrio o un Gandalf que parece un caballero sacado de una obra de Shakespeare. Y tiene su encanto, rediós, parece que una banda de frikis se unió para grabar eso y resulta que es una producción de la televisión de Leningrado, con dirección de Natalya Serebryakova. Seguramente, en el fuero interno de los que crearon semejante cosa, tenían una amplia pasión por la obra de Tolkien y querían hacer una adaptación live action que no existía. Y tiene su mérito y merece su crédito.

Si alguien se siente con estómago para verla aquí está el enlace oficial del Canal 5, que recuperó la cinta original:

 

Espero que toda esta larga retahíla de opiniones personales no ofenda a muchísima gente, al fin y al cabo, son lo que son, mis opiniones, igual que las de tantos e igual de válidas.

Disfruten y dejen disfrutar. Y piensen que los Beatles quisieron comprar los derechos de la obra de Tolkien y ser ellos los cuatro hobbits. Todo pudo ser siempre peor. O quizá más interesante. Por suerte, nunca lo sabremos.

Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista. Trabajo en la organización de la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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