Fragmento de la portada de "Larga vida al mal", de Sarah Rees Brennan, ilustrada por Siobhan Hooper.
Fragmento de la portada de "Larga vida al mal", de Sarah Rees Brennan, ilustrada por Siobhan Hooper y publicada por Umbriel Editores. | Fuente: Fantasymundo.
Portada de "Larga vida al mal", de Sarah Rees Brennan, ilustrada por Siobhan Hooper.
Portada de «Larga vida al mal», de Sarah Rees Brennan, ilustrada por Siobhan Hooper y publicada por Umbriel Editores. | Fuente: Fantasymundo.

¿Qué ocurre cuando coges Los Descendientes y True Bloods y lo mezclas a hachazo limpio? Pues algo muy parecido a lo que promete Larga vida al mal. La novela de fantasía oscura de Sarah Rees Brennan ha sido publicada por Umbriel Editores y cuenta con la traducción de Leire García-Pascual Cuartango y un diseño de cubierta de Siobhan Hooper.

A las puertas de la muerte, Rae recibe la oportunidad de sobrevivir. Solo tiene que internarse en la tierra de fantasía de Eyam y hacerse con la flor de la vida y la muerte. Suena fácil. Meterse en el mundo de Tiempo de hierro, su saga de libros favorita, y hacerse con una flor que solo florece una vez al año y que está custodiada rigurosamente en el Palacio del Borde. Facilísimo.

Así que, para complicar aún más las cosas, Rae se ve poseyendo el cuerpo de Rahela, la villana de la historia, hermanastra de la protagonista y antigua favorita de su personaje favorito, el futuro Emperador. Rae tendrá que jugar todas sus cartas para poder sobrevivir y hacerse con la flor, ¿lo conseguirá a tiempo o la muerte será más rápida?

Siguiendo la estela de historias del corte de Villains are destined to die o Un día me convertí en princesa, Larga vida al mal se sumerge en un universo de fantasía a través de la muerte y la llegada a la vida inexorablemente maligna.

Es difícil no empatizar con la protagonista, tanto si sus decisiones te convencen como si no. O cuando sus acciones parten de los límites de su propio cuerpo en el mundo real como cuando está ocupando el de Rahela.

A diferencia de otros isekais del estilo, Rae no se las ve con una una inesperada muerte producto de un accidente de tráfico o de un lapsus producido por el agotamiento. Ella lleva años sufriendo un cáncer que la consume, la priva de sus fuerzas y emociones. Una enfermedad que la ha obligado a enfrentarse a la soledad, la rabia, la frustración y la pérdida. Al verse repentinamente arrastrada a un abismo infernal, ¿es de extrañar que solo quiera preocuparse por sí misma y desconfíe de todo el mundo?

Más en un mundo como Eyam, donde ser una mujer es designio de permitir que otros te pisoteen si no quieres terminar sin cuello. «Una dama no tenía permitido ser una persona de verdad«, escribe Brennan, una de las múltiples críticas que hace tanto al sistema machista del propio Eyam como del mundo real.

Aún así, la toma de decisiones de Rae tiene un precio. En su carrera incesante por superar la apuesta mágica en la que está metida, ella está segura de que podrá con todo y acarreará con las consecuencias sin dudar. Pero el peso de cada una de ellas puede llegar a hundirla de un modo que jamás se imaginaría.

Larga vida al mal está compuesta por tres aristas: la comedia gamberra, la venganza sanguinaria y la pesadilla solitaria del abandono y la muerte. Un triángulo realmente diabólico.

Las escenas de comedia podrían considerarse la crema de mantequilla que endulza una brillante y rojiza tarta de cerezas amargas. Son la oportunidad de conocer a los personajes en ambientes más distendidos. Que el lector pueda respirar entre los diálogos y monólogos más duros.

Su mayor inconveniente se encuentra en que pueden ser tan exageradas como un número musical de una película de Disney Channel. Me encanta Rotten to the core, pero parte de la gracia es que Los Descendientes es un musical que mantiene el mismo tono durante todo el metraje. Larga vida al mal, no. Cuando no mantiene esta energía, tiene escenas de pelea sangrientas propias de True Bloods o escenas dramáticas de This is us.

En sí, ninguna de estas elecciones es inherentemente negativa. No obstante, el contraste a veces es tan extremo que te saca de la lectura en lugar de volverla más inmersiva.

La crueldad, la violencia y el odio, por otro lado, tienen un peso muy sólido durante toda la novela. Cuentan con un nivel de detalle y horror en los que Brennan se luce apuñalando el teclado a matar. Las mentiras, las discusiones, la vulnerabilidad y la supervivencia golpean una y otra vez.

Si los ataques externos no son suficiente, ya se encargan los propios personajes de destrozarse a sí mismos. Todo en base a su pasado, sus heridas y sus traumas. Porque, desde luego, a todos y cada uno de ellos les vendría muy bien alguna sesión con el psicólogo. O con Gazz.

Larga vida al mal cuenta con unos personajes que son tan irritantes como complejos. Con ellos no valen las primeras impresiones. De hecho, su autora juega constrantemente con la imagen que proyectan para engañar al lector y atraparle profundamente en la historia. Brennan construye una oscura y sangrienta fantasía, que se ríe de si misma y se muestra honesta en su crudeza, pese a su fachada de mentiras.

Carolina de León
Periodista, camarógrafa y escritora. Con muchas historias que ver, relatos que escribir y memorias que vivir.

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