En fin, que aquí estoy con el séptimo volumen en las manos y me encuentro con los protagonistas envejecidos. ¿Cómo? Sí. La historia se desarrolla en un contexto completamente nuevo, pero no por ello falto de continuidad, porque nos encontramos un proceso narrativo que nos resulta familiar y a unos personajes protagonistas algo más envejecidos, pero reconocibles perfectamente. Han pasado diez años desde lo acaecido en el último tomo, y las cosas han cambiado: Richard Aldana está confinado en los calabozos reales en el Valle de los Reyes, Elorna y Gregorio son nombrados capitanes de la guardia real y se planifica su boda, el maestro Jansen se ha convertido en una especie de ermitaño que ha perdido la cabeza, y el joven Adrian… ha desaparecido.
En este punto, el trío de autores nos da una lección de cómo empalmar un paréntesis de diez años sin que el corte resulte evidente: la correlación de arquetipos a través del tiempo es lógica, y consiguen crear una nueva trama la mar de interesante. El lector es capaz de empalmar los hechos desde el último número. Como ya le he dicho: todo nos resulta conocido: a pesar de un contexto mucho más intenso (el bloqueo mediante una gran muralla del Valle de los Reyes, la militarización de los jóvenes, el despertar de un antiguo ser en las entrañas de la tierra, el inicio de una intriga, la pérdida de la cabeza por parte del rey…)y la aparición de nuevos personajes que se adivinan importantes (los Águilas Rojas), los fans de “Last Man” retomarán la trama sin problemas.
Es cierto que, visualmente, este grupo de resistencia y parias que se mueven a través del Rift traen un nuevo entorno visual en general, pero que nos retrotraerá a los dos primeros números de la saga. Además, nuestra hambre de curiosidad quedará saciada gracias a los nuevos diseños originales : excavadoras, los nuevos personajes, los nuevos vehículos… Pero todo con un delicioso aire retro que facilitará la identificación por parte del lector. Sin duda, este séptimo álbum hace mucho más divertido el universo de Last Man y resulta brillante, pero sin olvidar el encanto de la estética de esta serie.
En fin, vamos a dejar de divagar y centrémonos en este fabuloso volumen de 216 páginas en rústica con sobrecubierta: como ya indiqué, han pasado diez años desde la muerte de Marianne y la desaparición de Adrian. El Valle de los Reyes, hasta entonces pacífico, se prepara para la guerra y está inmerso en un periodo oscuro. El rey se ha empeñado en mantener a los extranjeros más allá de la frontera del éter mediante la construcción de una enorme muralla. Por otra parte, Elorna se ha convertido en una bella jovencita que sirve con distinción en la guardia real a las órdenes de su padre.
Richard Aldana se encuentra en prisión, pero con la ayuda de ciertos inesperados personajes, escapa de prisión y dedica todas sus fuerzas a encontrar al joven Adrian, que habría sobrevivido a su madre. Así que a partir de ese momento nos despediremos del Valle de los Reyes después de haber visto cómo ha cambiado, y descubrimos la vida que hay mucho más allá del muro, en un entorno mucho más loco y complejo que en el primer ciclo recién terminado. Nos encontraremos en un nuevo mundo ligeramente confuso, pero con algunos guiños con detalles ya conocidos (el cartel de Nillipolis y su “Skyline”, por ejemplo). Las reacciones de Richard Aldana y de la joven Elorna permitirán a los lectores ponerse en lugar de los héroes. Sobre todo a través de los esfuerzos de la joven capitán del reino y su camarada Gregorio por pasar desapercibidos en un entorno que les resulta totalmente desconocido.
La narración transcurre fluida, y se sigue con facilidad: tendremos momentos de tensión dramática, escenas de lucha, intriga, reencuentros… y cambios en los personajes. Cambios que nos permitirán apreciar cómo los personajes se adaptan a ellos, como por ejemplo a la adolescencia (más evidente en el caso de Elorna). No resulta sorprendente el ver abordar temas como la sexualidad, con la relevancia de una referencia escrita justa y precisa.
Gráficamente, el resultado está en línea con los volúmenes anteriores: una línea bella, fluida y dinámica que permite apreciar visualmente cómo los autores saben complementarse ofreciéndonos una composición texto-imagen perfecta.
No nos olvidaremos de los extras: las siete páginas gamberrillas del “diario de producción” de “Last Man” en las que, desde un punto de vista irónico y gamberro seremos testigos de las travesuras del equipo creativo en distintas situaciones, como el momento de recibir su premio en el Festival de Angulema o las reacciones de sus fans ante los acontecimientos del número anterior. Y, como es habitual, dos páginas de pegatinas para que el lector las pegue donde quiera, aunque lo suyo es pegarlas en los puntos que corresponde. ¿O no?
¡Ah! Y las habituales ocho páginas a todo color del principio.
Un éxito. Una historia original y eficaz que conduce al lector a una nueva dirección a la vez que mantiene los elementos que compusieron el alma de la serie. ¡No os la perdáis!