“Alias Grace” es una de las últimas joyas que Netflix nos regaló en el año 2017. Basada en la novela homónima escrita por Margaret Atwood (para quien no lo sepa, también autora de “The handmaid’s tale”, cuya adaptación a TV ha sido un rotundo éxito galardonado además con el Emmy a mejor serie dramática), esta serie autoconclusiva nos cuenta en seis exquisitos episodios de 45 minutos cada uno la historia real de Grace Marks, una joven inmigrante irlandesa que fue acusada de cometer dos terribles asesinatos en la Canadá de mitad del siglo XIX mientras trabajaba de criada en la casa de sus presuntas víctimas.
A través del alienista Simon Jordan, el espectador tiene la oportunidad de conocer las vivencias de Grace y sus pensamientos acerca de los asesinatos del Sr. Thomas Kinnear y de su ama de llaves, Nancy Montgomery acaecidos en 1843 y supuestamente perpetrados por Grace Marks, quien en el momento de los hechos era la criada de la casa. Este doctor es contratado por un grupo de personas que creen firmemente que Grace es una víctima de la sociedad machista existente en el siglo XIX y, por tanto, es inocente de los crímenes de los que se le acusa. Pretenden que los testimonios del doctor Jordan ayuden a la señorita Marks a ser liberada y a acabar con su tormento.
Es la idea de que Grace no es culpable la que mueve a sus fieles defensores a la hora de investigar cualquier vía que lleve a la absolución de nuestra protagonista. Pero, ¿es Grace Marks realmente inocente de cometer estos asesinatos? La serie gira entorno a esto último en todo momento. Mary Harron, directora de la misma, juega con la idea de la inocencia de Grace a la par que lo hace con la de su culpabilidad. Muestra de ello son los magistrales primeros minutos de la serie, en los que se cuenta que, si bien es posible que Grace Marks cometiera esos crímenes atroces, es igual de posible que no los cometiera, y que acabara en la cárcel a causa de un psicópata que se aprovechó de su ignorancia. Comienza la serie con este inquietante monólogo:
“Pienso en todas las cosas que se han escrito sobre mí. Que soy un demonio inhumano. Que soy la víctima inocente de un chantajista, forzada contra mi propia voluntad y en peligro de mi propia vida. Que yo era demasiado ignorante para saber cómo actuar y que colgarme sería un asesinato judicial. Que estoy bien y decentemente vestida, que robé a una mujer muerta para aparentarlo. Que tengo mal humor y mucho temperamento. Que tengo la apariencia de una persona por encima de mi origen humilde. Que soy una buena chica, manipulable, y nada malo sale de mí. Que soy astuta y desconfiada, solo un poquito mejor que una idiota. Y me pregunto, ¿cómo puedo ser todo esto a la vez?”.
Es esta discusión la que acaba atrapándote. Si hay algo que “Alias Grace” domina es la capacidad de hacerte dudar. No hay nada seguro, nada claro. Es el espectador el que, a través de la narrativa de la serie, decide si condenar o salvar a Grace Marks de las acusaciones que sobre ella se vierten.
Sus seis trepidantes episodios no dan lugar al descanso. Si algo sucede con “Alias Grace” es que una vez que comienzas su visionado, no hay marcha atrás. Cada capítulo te deja con ganas de saber más de Grace, de su historia. Es la propia Grace la que marca el ritmo: la historia comienza y acaba en cada episodio donde Grace decide, dejando en todo momento claro que es ella la que dirige, es ella la directora de la historia y bailamos a su son (y si se me permite decirlo, consigue que lo hagamos a gusto). Pero esto tiene una contra muy marcada, y es que Grace cuenta su historia de forma subjetiva, de tal forma que únicamente conocemos al resto de personajes bajo la visión de la protagonista.
Y aunque pueda pensar el espectador que en seis episodios es muy complicado llegar a conocer a fondo a las personas que rodean a Grace y su historia, nos encontramos con que este no es, ni de lejos, el caso. Mary Harron consigue mantenernos informados en todo momento de la trama, de los acontecimientos importantes y de las motivaciones de sus personajes.
Parece algo sencillo y común en el mundo seriéfilo, pero desafortunadamente no es así. Y, sin embargo, “Alias Grace” lo logra con creces. Es más, a pesar de la duración de los episodios (recordemos que no duran más de 45 minutos), la serie consigue que celebremos y lloremos con las vivencias de los personajes.
A lo largo de los episodios, observamos como la serie trata temas muy actuales a través de las relaciones entre los personajes. Temas estos como la igualdad de sexos, el machismo, la lucha de clases y la historia del género femenino entre otros, que trata con un mimo extraordinario, cuidando cada detalle e invitando al espectador a hacer una reflexión acerca de los mismos ya que, a pesar de que la serie está basada en una historia del siglo XIX, hay algunos de estos temas que siguen combatiéndose en pleno siglo XXI. Tal es el caso de la igualdad entre géneros, tema que permanece a lo largo de los seis episodios de la serie pero que es analizado en profundidad en el segundo episodio a través de la historia de la mejor amiga de Grace, Mary Whitney.
No debemos pasar por alto la interpretación de Sarah Gadon, quien da vida a Grace Marks con una elegancia que hace que parezca sencilla su labor. Es electrizante la forma que tiene Gadon de narrar como voz en off la historia de nuestra protagonista.
Además, es de destacar la brillante calidad de la fotografía y la elección de los colores que acompañan a las distintas escenas, destacando sobremanera la selección de colores fríos para mostrarnos a la Grace más maquiavélica y los colores más cálidos para la Grace más inocente y aniñada, además del impresionante vestuario del que hacen gala estos magníficos actores que consiguen ponernos los pelos de punta con cada mirada, gesto o frase.
“Alias Grace” es envolvente, sofisticada, aterradora en algunos aspectos, conmovedora en otros, pero de lo que no cabe duda alguna, es de que no te dejará indiferente.