Marvel's The Punisher

Marvel’s The Punisher ha sido una buena serie, pero una mala adaptación del antihéroe de «La casa de las ideas»

(NOTA PARA EL LECTOR: EL ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DE LA SEGUNDA TEMPORADA DE DAREDEVIL)

El Castigador, el antihéroe más célebre de Marvel (O al menos en mi opinión). Un sociópata sediento de sangre criminal que a la hora de castigar no deja títere sin cabeza en su interminable cruzada contra el mundo. Curiosamente uno de los personajes de Marvel con más adaptaciones (3 películas live-action, 2 películas de animación, 2 cameos en series de animación, personaje secundario en Daredevil y una serie propia con dos temporadas), nunca consiguió despegar hasta la segunda temporada de “El hombre sin miedo”, siendo considerado como el salvador del ritmo narrativo de la continuación de las aventuras del vigilante de “Hell’s Kitchen”. Jon Bernthal llevó a cabo la mejor interpretación del personaje fuera de su medio. Despiadado, sin remordimientos, violento… implacable a fin de cuentas, como tiene que ser El Castigador.

Ya en sus primeros pasitos en el universo de Marvel-Netflix se establecía una nota: Frank Castle no está cuerdo. Se trata de alguien que “ha sufrido lo indecible” y cuya capacidad de diferenciar el bien y el mal ha sido alterada en una serie de circunstancias que convirtieron a un veterano en un asesino en serie que se justificaba con la muerte de su familia para permanecer en una guerra constante de la que nunca podría salir.

Durante todo su arco de personaje Frank va cazando a todo criminal que encuentra, tanto si tiene relación con la muerte de su familia como si intenta venderle pornografía infantil. En ese momento ya está más que claro, Frank Castle ya no tiene salvación. Es la representación de los miedos de Matt Murdock, el precipicio por el que va cayendo al ir descubriendo que los esfuerzos que intenta realizar como Daredevil no dan sus frutos, su acercamiento a una de las etapas más oscuras en los comics (Shadowland) y la tentación a caer en el pecado.

Pero si algo diferenciaba a Daredevil de El Castigador es un hecho que queda reflejado en el debate que tienen durante el episodio 3 de la segunda temporada. Todo el debate se podría interpretar perfectamente como el diablo tentando a Jesucristo durante su travesía por el desierto. Qué fácil serían las cosas para Matt Murdock si simplemente matara a sus enemigos. “Da igual, en un mes estaré de nuevo en la calle” Dice Turk a Daredevil en el primer episodio, en contraposición con la afirmación de Castle “Tu les golpeas y luego se levantan, yo les golpeo y ahí se quedan”. Una noche terrible para “El Demonio” que acaba por sufrir cómo su código moral se resquebraja en un único segundo, el segundo que necesita Frank Castle para apretar el gatillo y matar a una persona.

Y este conflicto se presenta en dos frentes: En primer lugar, por descubrir que la persona que Matt Murdock como abogado intentaba salvar debía pagar por sus crímenes en la cárcel (No existen redención para los criminales, algo que Frank increpa a Matt durante su debate), y en segundo lugar, porque si hubiera matado a Frank Castle, esa persona seguiría viva (Buscar una justificación para matar).

Y al final la simple diferencia que hay entre estos dos sociópatas es una cuestión de fe. Matt Murdock cree, Frank Castle no. Ahí radica la cuestión, la chicha del personaje, el “Mojo” como se podría decir.

Y es que para el pobre de Frank ya no hay salvación, él ya se ha perdido. Él es un soldado, y un soldado no puede vivir sin librar una guerra. Y al final de la temporada se demuestra. Ha ganado, ha destapado al responsable de la muerte de su familia, ya puede vivir en paz. Pero simplemente no lo hace, porque un par de episodios antes ya se ha percatado de que no lo hace por vengar a su familia, que su historia no es una historia de venganza. Al igual que Matt disfruta de la violencia, Frank disfruta de la carnicería.

“¡Lo hice porque me gusta! ¡Joder que si me gusta!”

Y con un disparo en la cabeza, para luego pintar un chaleco con la radiografía que simboliza su locura, Frank Castle termina por convertirse en El Castigador.

Pues ahora estrenan su serie y resulta que todo eso era una prank, que Frank Castle realmente tiene remordimientos y lo que es peor, que la muerte de su familia fue un complot orquestado por la CIA para atar cabos sueltos en una operación ocurrida durante el periodo en el que Frank fue militar. Frank deja de estar loco, deja de disfrutar matando. Todo ese rollo de “Justicia no, Castigo” dura un montaje de diez minutos en el que se carga a cuatro personas y quema la identidad de “El Castigador”, justo lo que yo quería.

La primera temporada es una salvaje crítica a los Estados Unidos (Salvaje dentro de lo cómodamente conformista que puede ser una serie mainstream), a las guerras en Medio Oriente y al trato que sufren los veteranos, que ven cómo tras haber dado su vida por su país se quedan solos y abandonados en una sociedad que ve a las personas como cifras: Efectivos, trabajadores, criminales, pobres, ricos, votantes. La cumbre del sueño americano, para resumir.

Pero por mucha crítica social que intentes dar a tu público, nunca puedes perder la perspectiva de lo que estás tratando, y The Punisher no es un drama sobre el estrés post traumático, ni una obra de acción con un claro mensaje antibelicista, porque estás adaptando a un personaje cuya principal cualidad es que está completamente desquiciado.

El Castigador es un loco, un lunático, un asesino en serie que casualmente decide inventarse un código moral absurdo para justificar la matanza indiscriminada de personas y si estás, aunque sea mínimamente, de acuerdo con su filosofía o pensamiento quizás deberías plantearte ir a un psicólogo, porque desde luego arreglar las cosas a tiros no es la solución a ningún problema. Los lectores de El Castigador no buscan una historia de redención, de la misma forma que no se juega a Doom por la historia. Vas a una historia de El Castigador a ver a un soldado matar gente, como cuando te pones a jugar al GTA.

Quizás por eso es un personaje con el que apenas te puedes poner de su lado, porque es alguien con quien no puedes empatizar, por mucho que haya sufrido. No importa que su familia haya muerto, en palabras de Matt Murdock: “Todos hemos perdido a alguien”.

Pero que sea un personaje despreciable no lo vuelve menos atractivo. Al contrario, puede ser un filón para la serie, mostrar como todo aquel que intenta ayudar a Frank acaba mal, porque ayudar a un loco que mata personas sin control tarde o temprano acabará mal. Porque, aunque El Castigador sea la definición perfecta de antihéroe, no es el único, ni siquiera el primero.

Rorschach fue lo mejor de Watchmen, un personaje odioso. El amigo que nadie quisiera tener, que te juzga y te insulta y luego espera que le abras las puertas de su casa para comerse unas habichuelas como si no pasara nada. La persona que acaba prácticamente solo, teniendo que subordinarse a recibir ayuda de los pocos que le aguantan, bien sea porque piensen que aún puedan tener redención o porque simplemente les da lástima un individuo tan desagradable e inadaptado, condenado a apartar a todos los que se interesan por él.

¿Por qué no seguir con esta dinámica? Karen Page en la segunda temporada de Daredevil advierte a Frank que “Ya no le ayudará más si sigue en su espiral de violencia”, porque sabe que acabará arrastrada a ella. Pues a los guionistas eso les da igual y meten a Karen en la serie porque bueno, Karen es la hostia y es como Tony Stark, tiene arco de personaje por años.

La primera temporada de The Punisher no fue mala, fue decepcionante. Porque prometía sangre y tiros y nos daba investigación y conspiraciones. Prometía un arranque para El Castigador y acabó siendo alargar la trama de la familia de Castle durante trece episodios más. No era mala, como dije, tenía sus momentos, pero no me dio lo que quería. No se vuelve a ver la calavera hasta el penúltimo capítulo de la primera temporada y si vuelve es para que al menos saliera en el tráiler promocional, porque su simbología yace vacía en el bidón donde Frank Castle quemó su chaleco antibalas pintado a principios de la serie.

La segunda temporada al menos intenta volver al Frank en guerra, al Frank que nadie quiere tener cerca porque es una bomba de relojería, un lunático buscando una excusa para pegar tiros y matar gente. Pero vuelven a lo mismo. Deja vivir a gente, lo cual entra en conflicto con uno de los principales villanos de la segunda temporada, un enemigo al que Frank dejó vivir al final de la temporada anterior y que vuelve a Nueva York. “Debí haberlo matado” pero no lo hiciste, y ahora tienes un problema de cojones por ello. Y ahí está Frank, perdonándole la vida a un pedófilo que graba pornografía infantil mientras se lamenta de no haber matado al responsable del asesinato de su familia. Es cuanto menos curioso como sin quererlo (O al menos eso espero) The Punisher deshace todo el arco del desarrollo que pasa Frank durante toda su participación en Daredevil.

Y si, Frank vuelve a llevar el chaleco con la calavera. Frank vuelve a matar gente. Pero ahora lo que falla no es la acción, que está bien ejecutada. Lo que falla es el tratamiento. Porque Frank no puede tener remordimientos, Frank no puede plantearse que lo que haga esté mal, porque Frank ya lo sabe. Él sabe que está matando gente, y lo hace porque le gusta, porque disfruta vivir en el lodazal de muerte y destrucción en el que decidió pringarse hasta las rodillas. Meten a una adolescente como personaje secundario porque con Logan funcionó, y curiosamente es muy irónico lo mucho que Logan y la segunda temporada de The Punisher se parecen. ¿Coincidencia? No lo creo.

En conclusión, The Punisher es una buena serie a líneas generales, tiene buenos momentos, está bien rodada, los personajes evolucionan bien. Pero tiene un gran, grandísimo problema. No sabe qué está adaptando, o al menos no sabe cómo adaptarlo.

 

Artículo escrito por Daniel Hispán Alonso.

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