Desde su primera aparición en Nintendo 64, todas las consolas de Nintendo han tenido una nutrida ración de entregas de Mario Party, y Wii U no va a ser menos. Ahora, la nueva apuesta de los japoneses recibe su primera entrega para demostrar que la Gran N confía en su sobremesa.
Así pues Mario Party 10 (que pese al número es la decimocuarta entrega de la saga) llega a Wii U con la tarea de hacer olvidar por un lado el decepcionante Wario Ware y por otro el fracaso que supuso Island Tour, su entrega para 3DS, cuyas partidas terminaban nada más lanzar el dado inicial. Y a priori no pinta bien, ya que pese a las muchas críticas, ND Cube se ha vuelto a encargar de la franquicia.
Es con esta primera mala impresión con la nos enfrentamos a un juego que nos recibe con el que seguramente sea el menú principal más feo de las últimas dos generaciones, malentendiendo el minimalismo que vimos en Smash Bros. y cambiándolo por un diseño que recuerda peligrosamente a la peor Ágata Ruiz de la Prada. Una vez superado el shock inicial vemos que se nos ofrecen tres modos de juego, todos ellos basados en minijuegos y la consecución de miniestrellas como manera de alzarse con la victoria. El modo principal es el clásico Mario Party, dónde nos enfrentaremos a tres rivales en un tablero más o menos elaborado para hacernos así con el título de estrella de la fiesta.
Junto a él tenemos Bowser Party, un agradable giro de tuerca al concepto tradicional de la saga y que hace uso intensivo del GamePad en su desarrollo. En este modo un jugador tomará el papel de Bowser, siendo su cometido «cazar» al resto de personajes. Para ello tendrá que quitarles los corazones, que sustituyen a las miniestrellas, durante unos minijuegos especiales en los que el juego asimétrico presentado por Nintendo como su gran apuesta de esta generación muestra todas sus bondades. Quizá el mayor problema aquí sea el desequilibrio a favor del jugador que maneja a Bowser, pero tampoco es que estemos hablando de una saga en la que el equilibrio o la justicia sean sus señas de identidad.
En último lugar tenemos el amiibo Party, modo del que apenas podemos hablar debido a la escasez de estas miniaturas en el mercado. En teoría en amiibo Party disfrutaremos de un modo de juego completamente tradicional en el que los minijuegos nos darán monedas para comprar estrellas, pero lo mismo nos puede estar ofreciendo los secretos de la CIA y el número premiado de la Loteria, que con la escasez de muñecos amiibo que existe tardaremos meses en poder hablar de él.
Volviendo a lo que nos encontramos una vez elegido personaje y tablero, el juego sienta a todos los personajes en un transporte en el que se irán turnando para avanzar por un tablero más parecido a los del reciente Island Tours que a los del Mario Party original. Así las cosas, será el jugador activo el que reciba los bonos (o castigos) que le deparen los dados. Los minijuegos aparecerán de manera esporádica, bien sea al caer en una casilla específica o por sorpresa en una casilla normal. Estos minijuegos tendrán comparativamente menos peso que los eventos del tablero, en donde en una tirada puedes obtener 50 miniestrellas… o perderlas si así lo decide la máquina. Aun así, el ganador no dependerá tanto del azar como en las dos entregas producidas por ND Cube, lo que es de agradecer y resulta más atractivo para los jugadores más adultos. Todos los tableros tendrán dos batallas contra jefes típicos del universo Mario que reportarán mayores premios y una jugabilidad habitualmente más elaborada que la del resto.
Por supuesto, Mario Party 10 nos permite olvidarnos de la «complejidad» del tablero y nos ofrece tres modos especiales en los que solo disfrutaremos de los minijuegos. A esto se le suman algunos modos de regalo, como el Bádminton, que terminan de completar una de las ofertas jugables más variadas de la corta vida de Wii U.
Para los más completistas el juego también ofrece algunos desafíos al más puro estilo de los logros de Xbox 360 y que dependen en su gran mayoría de nuestra habilidad para juntar a cuatro amigos a los mandos que a nuestro nivel como jugadores. Para finalizar tenemos los elementos desbloqueables, que serán accesibles a través de la tienda de Toad por una módica cantidad de puntos Mario Party. Tristemente estos añadidos son tan anodinos que, una vez desbloqueados a los dos personajes secretos, la mitad de las veces olvidaremos gastar los puntos para adquirirlos. Una pena teniendo en cuenta lo que puede dar de sí esta clase de retos.
Visualmente el juego no engaña a nadie. Su diseño simple y colorido cumple sobradamente con sus objetivos y realmente no aspira a nada más. Gráficos alegres y con pocos alardes que salvo por la alta definición, podrían ser perfectamente de uno de los últimos juegos de Wii. Queda a debate si esta falta de ambición por parte de la saga es algo que habría que cambiar o no, pero mientras sigan con esta filosofía poca mejoría podemos esperar en este apartado.
El sonido mantiene esa misma línea de mínima innovación máximos resultados, y si bien el juego ofrece la opción de escuchar la BSO del juego, que levante la mano quién recuerde alguna canción de un Mario Party. Desde este punto de vista, una solución mucho mejor que el gastarse el dinero en realizar canciones que pasarán sin pena ni gloria, sería tomar ejemplo de Smash Bros. y reutilizar las bandas sonoras de las grandes sagas de Nintendo, lo que sería un auténtico aliciente a la hora de disfrutar de un Mario Party.
El resto del apartado técnico (SFX, inteligencia artificial, doblaje) parece congelado en el tiempo desde aquel lejano 1998 en el que fue lanzada la primera entrega, por lo que no merece la pena ni entrar en detalle con ello.
Conclusión
Mario Party 10 está a años luz de los grandes títulos de la saga, pero también de los malos. Por vez primera desde que se hicieron cargo de la franquicia en su novena entrega, en ND Cube parecen haber comprendido el espíritu de la saga. Además, elementos tan interesantes como Bowser Party (o el bádminton) permiten disfrutar del juego de una forma nunca vista, y además nos hacen preguntarnos a que espera Nintendo para lanzar un Mario Bádminton.
En fin, Mario Party 10 no es el juego de nuestras vidas y no lo pretende. No nos va a enganchar como un Mario Kart o un Smash Bros., su historia no nos hará pensar como un Legend of Zelda y sus gráficos no establecen un nuevo estándar con el que medir el arte de los videojuegos. Pero el condenado consigue divertir y será el juego perfecto para pasar una tarde de domingo cualquiera con la familia o amigos (o el juego perfecto para acompañar de unos chupitos… pero eso es otra historia).