Thomas Tryon (USA, 1926-1991) fue un caso extraordinario de actor reconocido pero aburrido de su trabajo que, en el apogeo de su éxito, decidió dejarlo todo para dedicarse, de cuerpo entero, a su gran pasión: la literatura. Su Ópera Prima fue la deslumbrante «El otro» (Impedimenta, 2019; originalmente publicada en 1971). Un éxito inesperado y fulgurante de crítica y público, rapidísimamente llevado al cine por Robert Mulligan en 1972. La película, producida y guionizada por el propio Tryon, alcanza también un notable reconocimiento experto y fue igualmente bien aceptada por el público.
Impedimenta lo publica ahora en España aprovechando que, además de haber sido un éxito editorial en su país, la novela sirvió de fuente de inspiración para no pocos autores de terror y de thrillers de finales de siglo (entre ellos, por supuesto, Stephen King), sino también el hecho de que es una de las novelas que primero y mejor exploraron la tenebrosa relación entre la maldad más cerval y la inocencia más pura. Y lo hace, además, a través de uno de los arquetipos más inquietantes que haya existido: la dualidad de los gemelos iguales en apariencia pero distintos en todas las demás facetas.
El arquetipo se desarrolla en su forma más pura: cebando a cada página la dualidad entre Niles Perry, el gemelo aparentemente bueno y bondadoso, y Holland Perry, el gemelo aparentemente siniestro y taimado. Ambos residentes en una granja de Connecticut, la tierra de Tryon, en el verano de 1935. Allí viven con su madre, Alexandra Perry, su abuela, Ada Perry, los sirvientes Winnie y el Sr. Angelini, y otros parientes de los alrededores que con bastante frecuencia van de visita. Un paisaje tranquilo, representativo de un imaginario positivo de trabajo y de vida buena tan característico del ideario anglosajón blanco estadounidense pero que, sin embargo, lleva un tiempo tiñéndose regularmente de dolor por la sucesión de distintas muertes en extrañas circunstancias. La última de ellas fue la del padre de los gemelos, un hecho traumático que ha dejado a su esposa, Alexandra, trastornada psicológicamente, autoenclaustrada en el piso de arriba de su casa, del que prácticamente nunca sale.
Hondo retrato psicológico de sus personajes
Este es el panorama que tenemos nada más sumergirnos en la novela. Algo extraño está pasando. Y si sabemos que algo raro pasa, también intuimos que debe haber una causa. Es ahí dónde la lectura adquiere unos livianos tintes detectivescos encaminados a descubrir cuál es el misterio tras esta granja y sus habitantes.
Prácticamente nunca se nos esconde que los gemelos tienen algo que ver con el leitmotiv de las misteriosas muertes. Pero la voz narradora sí demuestra la suficiente habilidad como para que las insinuaciones no pasen nunca a ser certezas, hasta el momento justo donde la intensidad y el ritmo de la trama lo exijan. Un manejo estupendo del ritmo narrativo, impropio de una primera obra, de un escritor primerizo, y que demuestra la habilidad de su autor y lo razonable del reconocimiento conseguido por la obra.
Con este velo siempre presente, la novela realiza un hondo retrato psicológico de los personajes principales. Cada vez es más evidente la separación y la dicotomía entre Niles y Holland. Pero también tienen una relevancia y densidad notables en otros. Como la madre, Alexandra, víctima traumática del evidente dolor provocado por esa maldad. Ada, la abuela, adopta un rol más distante, quizás el más puramente detectivesco, donde va desentrañando poco a poco el misterio tras los gemelos, hasta el punto -incluso- de ser varias veces el motor de algunos emocionantísimos momentos de ruptura y, por supuesto, del clímax final. Mientras que el Sr. Angelini, encargado de la granja y cuyo reiterado descuido con los aperos de labranza parece estar detrás de la mayor parte de las desgracias, lo observamos como una especie de significante vacío sobre el que recae una culpa nunca concretada en el libro -no así en la versión cinematográfica.
«El otro» nos ha encantado, fascinado y atrapado
Además, como anotamos antes, adquiere una especial significación de contraste el ambiente en el que tiene lugar la acción. Idílico en el espacio (el rural norteamericano), el tiempo (1935, momento prebélico donde la participación estadounidense en la IIª Guerra Mundial todavía estaba muy lejos de llegar a intuirse), y el clima de un verano brillante dónde los recuerdos son habitual y mayoritariamente positivos. Un contraste que acentúa aún más la notable densidad de la atmósfera dramática, creada mediante la tensión que se advierte en la relación entre los distintos personajes tanto en sus diálogos como en sus gestos. Otro síntoma de la notable calidad de la novela.
Analizada en global, «El otro» (Impedimenta, 2019) es una novela de terror psicológico de extraordinario pulso narrativo, con un excelente elenco de personajes principales notablemente bien perfilados, capaz de mantener la tensión en cada una de las tres partes clásicas en que se divide (inicio, desarrollo y desenlace), y asentada sobre una base que al público siempre le ha interesado leer y explorar: la dualidad y la ambivalencia de la persona, las dosis en las que se combinan en nosotros la maldad y la inocencia, reflexionando así sobre si el mal es inherente al ser humano o una consecuencia experiencial o cultural. Y todo esto a través de un arquetipo, el de los gemelos, omnipresente en la historia de la humanidad.
Una novela que nos ha encantado, fascinado y atrapado. Y que creemos hace un buen tándem, a pesar de sus diferencias -especialmente, en el final-, con la película que inspiró y que, todavía hoy, acongoja como el primer día. Una excelente combinación pocas veces vista. Disfrútenla.
«El otro» está disponible en Amazon.
Es fantástica… Tryon maneja los tiempos y la atmósfera de forma muy hábil. Incluso cuando ya sabes casi todo, se las apaña para mantener el interés hasta el final.