Espada templaria

Todos hemos oído o leído en alguna ocasión comentarios o textos relacionados con la exhaustividad de la Regla templaria, en la que aparece reglamentado hasta el último de los detalles de uso y comportamiento de un freire de la Orden. Ello implica que todos los que nos movemos por el mundillo de las armas blancas, la esgrima antigua y la recreación histórica medieval nos hagamos invariablemente la misma pregunta: ¿Cómo era la espada que se asignaba a un templario?

Dejemos claro desde un principio que el Retrais no indica una normativa clara y explícita al respecto, pero sí deja algunos indicios que nos permiten hacer una reconstrucción bastante exacta de cómo debía ser, y a qué criterios se tenía que ajustar.

La espada templaria: ¿Un arma estandarizada?

Pues parece ser que sí. Comencemos con lo escrito en el artículo 138 de la Regla, que se refiere al material que recibe cada hermano entrante:

[…] Un camisote (lorigón), calzones de hierro, un casco, una espada, un escudo, una lanza, una maza turca, una sobrevesta, chaqueta de armas (gambax), zapatos de cota de malla, tres cuchillos, una daga […]

Obviamente, cada postulante recibía un equipo reglamentario. No sirve que el futuro freire lleve equipo propio, independientemente de la espada que lleve, le será entregada una hecha según norma.

En varios artículos de la regla primitiva observamos órdenes y alusiones al voto de humildad, pero tomaremos sólo el ejemplo recogido en el artículo 18, que reza:

[…]Ordenamos a todos que tengan lo mismo[…]

De tal manera que, salvando las diferencias que nos encontraremos entre distintos pañeros, armeros y distintos artesanos, los hermanos templarios no debían diferenciarse los unos de los otros, amparándose en el voto de humildad. El Retrais nos deja claro que hay sutiles diferencias en cuanto a la cantidad –que no calidad- de equipo entre los cargos de la Orden y el freire “raso”, pero fundamentalmente hablamos siempre del mismo equipamiento. Debemos indicar que el artículo 18 se refiere a la ropa pero, en artículos posteriores, especialmente en el 138 ya mencionado, se incluyen la ropa y las armas en el mismo artículo, se podría decir que considerando las armas como parte del atuendo.

Otra pista sobre la estandarización de las armas templarias lo encontramos en el artículo 66 de la regla primitiva, relativa a los caballeros seglares que ingresaban en la orden para pasar un plazo de servicio en ella:

Ordenamos a todos los caballeros seculares […] que adquieran de manera honrada un caballo y armas adecuadas […] ordenamos a ambas partes que acuerden un precio para el caballo y que pongan el precio por escrito para que no sea olvidado […]; y que todo lo que el caballero […] necesitan, sea dado por la casa”.

Observemos el detalle: le piden al caballero que aporte “armas adecuadas”, lo que sugiere una normativa de tipología y calidad. No valía cualquier espada, sino una espada que se considerase “adecuada”, es decir, un arma que cumpliese ciertos estándares.

Por otra parte, determinadas encomiendas (consideremos las encomiendas mayores, o las que tenían guarnición militar) disponían de un arsenal propio, tal y como se desprende del artículo 102:

El mariscal debería tener bajo su jurisdicción todas las armas de la casa: aquellas que han sido adquiridas para dárselas a los hermanos[…]”.

Pero no nos debemos parar en este artículo, pues hay una coletilla repetida en toda la Regla, tanto en lo relativo a armas y armaduras como a otros artículos, que es “[…]sea dado por la casa”. Que nos refuerza en la opinión de que existía un stock de material.

En fin, de aquí podemos sacar en claro que cada templario recibía una sola espada. Y que esa espada tiene que cumplir una serie de criterios de morfología y calidad. Se sugiere también la existencia de “arsenales” donde se almacenaban las armas bajo la tutela del mariscal de la orden (cargo eminentemente militar) y que, llegado el caso, se compraban (obviamente, cumpliendo ciertas normas de calidad).

La espada templaria: ¿Qué tipo de hoja usa?

Espada templariaAunque no lo aparece escrito en ninguna parte, habida cuenta de que cada templario recibe de la casa una espada solamente, parece bastante obvio que tiene que ser una espada de arzón. Apta tanto para combatir montado como a pie.

Otro dato que nos serviría para reforzar esto es que en artículo 144 nos indica que:

[…]Ningún hermano puede acortar sus estribos de cuero, ni su cincha, ni el cinto de su espada[…]sin permiso[…]

Recordemos que acortar los estribos implica combatir con la espada en vez de con la lanza. Es decir, combatiendo cuerpo a cuerpo, pues así el caballero puede erguirse sobre los estribos para asestar un golpe, o para tener más campo para manipular el arma. De manera similar, ajustar la cincha y el cinturón de la espada supone prepararse para la acción. Es decir: sólo podías prepararte para el manejo de la espada con el permiso necesario antes de entrar en combate.

Teniendo localizado el marco de combate con espada a caballo y a pie, falta identificar el tipo de hoja. Ahí no podemos decir que contemos con ningún testimonio escrito, pero ateniéndonos a cronología y al estudio al respecto de la morfología de las espadas de Oakeshott, podemos deducir con no demasiado margen de error que la hoja debería ser o una X, una Xa, o una XI. En todo caso, una hoja con una amplia acanaladura (por mera funcionalidad: un aspecto sobrio que no contravenga el voto de humildad. Nada de lujos innecesarios).

Así que de aquí deducimos una segunda característica: la espada templaria es una espada de arzón (por normativa), sobria (por cuestiones relacionadas con el voto de humildad) y con un amplio vaciado (por las características de la época, más que otra cosa).

La espada templaria: ¿Cómo se viste su guarnición?

En este punto entramos en el terreno más especulativo, pero no por ello menos verosímil. En el artículo 561 de los detalles en la penitencia –sobre un hermano expulsado que retuvo su equipo-, no como aparece en el manuscrito de Curzon, sino en el de Dijon, se menciona expresamente que la espada “recuerda la cruz que tenemos en el pecho”. Sabemos –no por la Regla, sino por los usos generales- que era muy habitual el rezar ante la cruz de la espada, considerando ésta como tal. Si debía recordar esa cruz, no es presuntuoso pensar dos cosas:

1º.- Los arriaces debían ser rectos o espatulados.

2º.- Dado que la definición de cruz patada –el símbolo “oficial” del Temple- implica que debe ser más ancha en sus extremos que en el centro, el arriaz espatulado tipo 5 (según Oakeshott) es la opción más probable.

Nos queda por definir el pomo de la empuñadura, y esta será nuestra afirmación más temeraria. Nada aparece escrito ni aludido en la Regla al respecto, pero teniendo en cuenta los votos de pobreza y humildad que debían cumplir los freires tenemos claro que no podía tratarse de un trabajo que conllevara mucho trabajo extra, a la par de que no debería incorporar ningún adorno. Un pomo poligonal o con forma de nuez implica un trabajo extraordinario para el armero, por lo cual no es aventurado teorizar que el pomo sería discoidal (lo menos laborioso). Un tipo H según Oakeshott.

Insisto: es lo menos riguroso dentro de este artículo divulgativo, pero no por ello descabellado y sí con cierta lógica.

Espada templaria

En definitiva: ¿Cómo era la espada templaria?

Según todo lo explicado anteriormente, la espada de un freire templario sería una espada de guarnición, sujeta a una cierta normativa de calidad no especificada. De arzón, con un amplio vaciado, arriaces totalmente rectos o espatulados (más probablemente), pomo discoidal (no confirmado, pero muy posible) y exenta de todo adorno superfluo.

Bibliografía:

-«The archaeology of weapons: Arms and Armour from Prehistory to the Age of Chivalry». Ewart Oakeshott. Boydell Press. 1999.

-«Swords and Hilt Weapons». Peter Connolly y otros. Michael D. Coe. 1989.

-«El código templario: texto íntegro de la regla de la orden del Temple». J.M. Upton-Ward. Martínez Roca. 2000.

-«Guerra y guerreros en España según las fuentes canónicas de la Edad Media». Ana Belén Sánchez Prieto. Colección «ADALID», servicio de publicaciones del Ministerio de Defensa. 1989.

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