Uno de los peligros de la inmortalidad, afirman los creadores que han intentado retratar a los eternos en distintos formatos artísticos –no disponemos de ejemplos prácticos reales, como ustedes comprenderán- es el fin de las sorpresas, la inmovilidad. El tiempo, aun a pesar de las vueltas dadas a sus contornos por algunos físicos teóricos, es percibido por los entes conscientes mortales como una sucesión continua de acontecimientos encuadrados y caracterizados por referencias vitales, que proporcionan una sensación de linealidad. En definitiva, de estar vivo.
El tiempo que pasamos respirando nos proporciona experiencias, de las cuales podemos (o no) extraer enseñanzas, patrones y un sinfín de sorpresas. Los mortales, precisamente a causa de nuestra limitada vida, podemos mantener con cierto esfuerzo esa sensación casi hasta el final, si enseñamos a nuestro cerebro a ser ágil, incluso más allá de la juventud de huesos, músculos y demás tejidos. Esto requiere cierto impulso de anhelo de lo desconocido, de aprender continuamente, de no dejarse vencer por la dificultad de mantener estas actitudes cuando el cuerpo se siente cansado de tanto vivir.
Sin embargo, podemos imaginar el tedio que supone para un inmortal la repetición de patrones durante cientos o miles de años, el pronto fin de las sorpresas, el vasto conocimiento que puede acumularse a lo largo de una vida así, que puede convertirse en la mayor de las condenas. ¿Cómo encontrar motivación, impulso… cómo apreciar la vida cuando no parece esconder más secretos?
Incluso el peligro extremo, en “Sandman 01: Preludios y Nocturnos”, a pesar del evidente riesgo que hubo de asumir, supuso para nuestro amigo Sueño la vuelta de la incertidumbre y del riesgo personal, circunstancias ya casi desconocidas para él. Como cualquier mortal, se vio arrastrado por un huracán de acontecimientos en el que él, un frágil ser, no controlaba las circunstancias ni las consecuencias, en caso de derrota. Incluso su supervivencia estuvo en juego, pero el estímulo que sintió le devolvió, sencillamente, la sensación de estar vivo.
En este tomo, Sueño, aún más poderoso que antes, vuelve a encontrarse con el aburrimiento y la desazón más intensos. Sin sorpresas, sin incertidumbre… básicamente, sin saber qué hacer. En pleno estupor, tiene un encuentro con Muerte, quien, en plena faena guiando almas de un mundo a otro, le escupe la futilidad de su inmaduro comportamiento a la cara. Le compara con un niño estúpido que ha perdido su juguete y no tiene valor para encontrarse otro, descripción bastante acertada de lo que es Sueño en ese momento, por cierto. Que no me lea…
Pero dicen que pocas cosas pueden hacer más interesante la vida que la familia y los amigos, y a lo largo de su dilatada existencia, Sueño puede alardear de haber conocido a interesantes especímenes, que volverán a hacer que su vida tenga cierta sal y pimienta… aunque la única ambición de estos especímenes a veces sea complicarte y ponerte en peligro. En este caso, hasta el reino de Sueño peligra, cuando algunas de las criaturas que lo pueblan, aprovechando su ausencia, deciden inmiscuirse en el mundo humano.
“Sandman 02: La casa de muñecas” (ECC) contiene los números del 8 al 16 de la serie regular, y supone su segundo arco argumental dividido en nueve capítulos –aunque nos introduzca también el inicio de alguna historia posterior que dará mucho juego. La historia en sí, aunque mantiene conexiones con “Sandman 01: Preludios y Nocturnos” en cuanto a las motivaciones de Sueño y la caracterización y sentido de la muerte, es una trama totalmente distinta. Como ocurrió con el primer tomo, avanzamos en el conocimiento del reino de Sueño y su relación con los humanos, pero la historia en sí tiene más de thriller de terror contemporáneo mezclado con pinceladas de los cómics de superhéroes en clave de parodia y algún tenue tinte clásico.
Sin alcanzar las cotas argumentales de posteriores volúmenes, en “Sandman 02: La casa de muñecas” encontramos los inicios de algunos temas y líneas argumentales que se desarrollarán más adelante, y convierten a esta serie en lo que es. Aunque más disperso que el primer tomo, en este encontramos más variedad de historias y menos linealidad, lo que permite a Gaiman ofrecernos también pinceladas más breves pero provocativas del mundo de los sueños y sus ramificaciones con el humano.
La variedad de tonos narrativos, que pasan como decíamos del thriller de terror al humor y al cuento clásico de parajes desiertos y dioses primigenios, puede llegar a desnortar a algunos lectores, pero sin duda este eclecticismo motivará y provocará a otros, que apreciarán el conjunto de rasgos comunes que tienen todas las tramas que conforman este segundo tomo de la serie.
También, al no mostrar la linealidad que Gaiman exhibía en “Sandman 01: Preludios y Nocturnos”, puede echársele en cara poca profundidad en el desarrollo de las tramas, que van saltando, no de forma inconexa, pero tan constantemente que no da tiempo a desarrollarlas de forma efectiva. Pero como decimos, este resulta un mal menor, ya que en posteriores tomos lo más interesante o relevante se amplía.
En cuanto al dibujo, podemos decir exactamente lo mismo que en el anterior volumen… no es uno de los puntos fuertes de este cómic, pero su falta de detalles y sus bruscas y afiladas pinceladas se hacen especialmente patentes en “Jugando a papás y mamás”, la trama protagonizada por Bruto y Glob, una parodia de los cómics de superhéroes, que parece, literalmente, haber sido dibujada como complemento a algún juego de mesa. El dibujante Chris Bachalo, junto al entintador Malcom Jones III y el colorista Robbie Busch, firman, en opinión del que aquí escribe, un trabajo mediocre que no ayuda a la trama en sí, una de las más flojas de toda la saga.
Mike Dringenberg es el dibujante del resto de capítulos, y como ya decía en la crítica del primer volumen, resulta tosco, limitado y bastante simple, hasta en las escenas más impactantes. A su favor hay que decir que continúa abordando, con mayor o menor fortuna, ángulos poco comunes, pero su falta de versatilidad es un problema, que arrastra tanto a fondos, como a estructuras o expresiones faciales de los protagonistas, que en ocasiones resultan grotescas sin pretenderlo.
En general, las historias del segundo volumen tienen un marcado contenido de suciedad moral y física, y si bien un dibujo poco rematado y que sugiera más de lo que muestra casa con la estética pretendida, en mi opinión la decadencia del dibujo resulta molesta, con más excusa que intención.
En resumen: como decíamos en la crítica del primer volumen, donde Sandman apenas se presenta, aquí nos encontramos ya con los mimbres de muchos de los argumentos, estructuras e historias que más tarde nos encontraremos. El guión de Gaiman parecía ya encontrar las líneas maestras que convertirían a esta serie en una de las fundamentales del noveno arte. Si aún no tenéis en vuestra biblioteca esta obra básica, ¡no dudéis en aprovechar esta nueva edición de ECC para haceros con ella!
Continúa en «Sandman 3. País de Sueños«.