Hay quien dice que escribe para sí mismo, que realmente no le importa la reacción ajena, y sólo pretende exorcizar los demonios que pueblan su mente; aunque esto es cierto en algunos casos, y no pocas obras jamás llegan a ver la luz por expresa voluntad de sus autores, escribir, es, esencialmente, comunicar… sin importar la audiencia que puedas disfrutar o sufrir. Estoy convencido de que la mayoría de autores daría algún miembro –o años de vida- por convertirse en escritor de éxito, por saborear el reconocimiento mundial aunque fuese durante una temporada. Por sentir la ascensión a los cielos de la palabra, con la admiración y la fama que ello comporta. No es, desde luego, como ser futbolista en un país como este, pero tiene su encanto…
Si llegar al reconocimiento es la meta de muchos escritores, alcanzarlo con una obra y ser incapaz de alcanzar el punto creativo que te condujo a él para repetir la hazaña, es de veras frustrante. Eso es precisamente lo que le ocurre al protagonista de “Calíope”, el arco argumental que abre “Sandman 3: País de Sueños” (ECC), y que inicia una serie de relatos que nos ayudan a caracterizar el mundo onírico que domina Sueño.
El novelista Richard Madoc, recibe de su anciano colega de profesión Erasmus un preciado regalo: la más joven de las nueve musas, la en otro tiempo cantarina, alegre y bella Calíope. Tras años de salvaje cautiverio por un desliz, la musa es traicionada por Erasmus, quien le prometió la libertad, y cambia de amo.
De nuevo encerrada y violada para servir de inspiración continua a otro escritor mentiroso, Calíope pide ayuda a las Madres, pero estas le informan de que nadie, salvo un Eterno, podría ayudarla. Y cómo no, Sueño intentará liberarla.
Nuestro amigo Morfeo se inclina a acudir en su ayuda, sobre todo porque, tras su reciente cautiverio, sabe de sobra cómo debe sentirse Calíope tras sesenta años cautiva. Pero Madoc se niega, y el Rey de los Sueños le maldice con… inspiración en abundancia, más de la que podrá soportar.
Se produce aquí un interesante conflicto entre la compulsiva necesidad creadora de todo autor, el torrente de ideas que, cuando se presenta ha de fluír como un río, y la desesperación, que llega cuando ese torrente se seca y el cauce se queda huérfano del sonido del agua, tal vez para siempre. Ese conflicto, ese miedo, empuja a Madoc a no soltar a la musa, y a conseguir precisamente lo que desea, lo que acabará con él.
Sueño actúa como ángel vengador de la inspiración flagelada y cautiva, y acude en auxilio de la musa, pero también de sí mismo, de su propio mundo, fuente inagotable de argumentos para creadores desde que el mundo es mundo. Él, que cuida a los humanos con veleidades creativas, que los alimenta de sueños tejidos con paciencia, de anhelos no expresados, de visiones inéditas… ve como un simple y desnortado humano suplanta el ejercicio de su autoridad y puesto, y por sí mismo se procura ese alimento.
Es algo que, sencillamente, no puede tolerar.
El siguiente arco argumental, “El sueño de un millar de gatos”, está sin duda entre mis favoritos, ya que mezcla la mística y plástica presencia de los gatos con una trama sencilla pero que llega al corazón a través del desasosiego más primario.
Un pequeño y adorable gatito doméstico es el protagonista de esta historia. Una noche es acompañado por un gato adulto a una reunión clandestina, en la que un grupo de felinos celebrará un cónclave secreto en un cementerio humano. Otro gato, de porte regio, vaga de pueblo en pueblo contando cada noche la misma historia, con el fin de persuadir a otros gatos de que compartan al mismo tiempo un sueño común. El fin no es otro que terminar con el dominio de la Humanidad, dar la vuelta a la tortilla, y conseguir que los gatos sean de nuevo los amos de la Tierra, y utilicen a los humanos como juguetes y comida a un tiempo.
Precisamente que los protagonistas sean los enigmáticos gatos le añade un plus de intención y misterio a este hilo argumental, que aunque pueda parece una digresión, un modo de aliviar al lector de la carga dramática del volumen, en realidad forma parte clara y sólidamente de los relatos en torno a Sueño y su mundo que nos transmite Gaiman.
El tercer arco argumental es un delicioso homenaje de Gaiman a “El sueño de una noche de verano”, la inmortal comedia escrita por el dramaturgo y actor William Shakespeare hacia 1595. Con los mismos mimbres, adaptados al tejido argumental de “Sandman”, Gaiman elabora un breve relato que entremezcla, al igual que el original, el mundo humano con el de las hadas, pero que se transforma en apenas una excusa para trasladar al lector información privilegiada sobre nuevas criaturas, mundos y costumbres. Esta pequeña pieza fue galardonada en 1991 con el premio World Fantasy a la mejor historia corta de ficción.
Sin duda, con Shakespeare como referencia, esta historia cómica no admite comparación literaria con el original, pero es precisamente su adaptación al marco de la serie de cómic lo que le da valor como historia en sí misma. El apartado gráfico toma aquí una importancia que usualmente no tiene en “Sandman”, con ánimo de enjugar un poco la justa ventaja con la que parte el celebrado autor inglés. El vestuario y el entorno natural, las poses y los encuadres, hablan por sí mismos, gracias al excelente trabajo del dibujante Charles Vess y el entintador Steve Oliff.
El tercer y último arco argumental, “Fachada”, es sin duda el más flojo del volumen, tanto a nivel argumental como gráfico. La exespía estadounidense Urania Blackwell (heroína de DC Cómics como Element Girl), tras ser expuesta al poder del dios Ra, es virtualmente inmortal, pero su piel está deformada, y asusta a cualquiera que la ve. Por ello, está recluida en una pensión, y sobrevive con la pensión que la CIA le paga por sus pasados servicios.
Pero Muerte, la hermana de Sueño, no puede ayudarla directamente… ya que un dios le regaló su don, ahora más bien una maldición.
Esta patética forma de inmortalidad funciona como historia, aunque con muchas menos ramificaciones y matices que muchas otras que aparecen en “Sandman”. Pretende ser, en mi opinión, un aviso al lector de la existencia de otras entidades que influyen o limitan el poder de los Eternos, como en este caso Ra, en la forma de una trama autoconclusiva –que cierra también la historia de Element Girl en DC- pero le faltan flecos, algo más de desarrollo.
En definitiva, estamos ante uno de los volúmenes más característicos de la forma en que Neil Gaiman ha seducido a millones de lectores en todo el mundo. Los dos primeros arcos argumentales son sin duda de lo mejorcito de “Sandman”, aunque, como señalo continuamente en estas reseñas, esta serie está trufada de historias deliciosas –aunque no únicas- que conforman una obra de referencia en el noveno arte.
El dibujo da un salto de calidad con la presencia de Kelley Jones, Charles Vess y Colleen Doran, proporcionándonos la complejidad y la claridad que echábamos de menos en los dos primeros tomos. Aunque los fondos siguen siendo a menudo –no siempre- simples y directos, los primeros planos a menudo son elaborados y por fin hacen una excelente utilización de los brillos y las sombras, enfatizando un guión ya de por sí seductor.
Sin duda, pese a que el aspecto gráfico es en este tomo protagonista por derecho propio, sigue sugiriendo más de lo que en realidad muestra, efecto quizá de la mezcla indisoluble con el guión de Gaiman. Pero podemos ver en esta ocasión, insisto, POR FIN, más versatilidad tanto en el dibujo como en el entintado, algo a lo que podremos acostumbrarnos más en los siguientes volúmenes de la serie.
“Sandman 3: País de Sueños” incluye el guión íntegro de Gaiman, con las indicaciones para los dibujantes y las impresionantes ilustraciones Dave McKean, en una cómoda y sólida edición de ECC. Como siempre, si aún no tienes esta celebrada serie, aunque llegas tarde, créeme, has de disfrutarla como sea… en particular este tomo.
Podéis leer nuestra reseña del segundo tomo de la serie en «Sandman 2. La casa de muñecas«, y la del cuarto en «Sandman 4: Estación de nieblas«.