“Sandman 6: Fábulas y reflejos” de ECC es una colección de nueve historias cortas que se sitúan en la más pura tradición de la digresión, habitual ya en esta serie. Con una excepción, estas narraciones breves con protagonistas bien conocidos y anclados en la historia de la Humanidad, tienen poca relación con la trama general -y frecuentemente interrumpida en su desarrollo- de la serie de Neil Gaiman.
Aunque casi totalmente ajeno al devenir de “Sandman”, podríamos decir que este sexto tomo de la serie sí tiene un denominador: el poder, ya sea ejercido de forma individual sobre uno mismo y su entorno cercano, ya sea empuñado por un estado o un grupo de presión, y que termina condicionando la vida de un país o un continente. Las ópticas desde las que se contempla el poder y su ejercicio son variadas, y el resultado de su uso variopinto. Neil Gaiman se empeña en mostrarnos en qué medida nuestros sueños influyen sobre nuestras ambiciones, y cómo a veces los sueños de vigilia, los que experimentamos en común con otros individuos, son los más peligrosos… incluso los más mortales.
El tomo comienza con “Miedo a caer”, historia protagonizada por Todd, un escritor y director teatral con miedo al éxito, que decide una noche abandonar su actividad creativa, ante el pánico que comienza a experimentar tras el éxito de su última obra: “La depre de María Tifoidea”. No se dan detalles de esta obra, pero sin duda el título está basado en la mujer del mismo nombre que, recién estrenado el siglo XX, infectó de fiebre tifoidea a más de cincuenta personas, y está considerada como la primera en EEUU a la que se identificó como portadora sana del patógeno que causa esta enfermedad.
Esta historia nos advierte de la lucha que todos libramos contra el fracaso y el éxito, en cómo nuestra mente en algunas ocasiones nos impide librar las batallas, por miedo a su resultado. En ella interviene directamente Morfeo, que con unas pocas frases, y a través del sueño provocado por él esa misma noche, ayuda a Todd a enfrentarse a sus demonios, y tomar las riendas de su vida. Es la narración más breve de todas las que se presentan en este tomo, pero sin duda muy valiosa.
En la siguiente, “Termidor” -undécimo mes del calendario republicano francés, del 19 ó 20 de julio al 17 ó 18 de agosto-, se entremezclan personalidades salidas de la Revolución Francesa y los habituales personajes de “Sandman”, con dos protagonistas absolutos: Orfeo, hijo de Morfeo, y Lady Johanna Constantine, antepasada dieciochesca del conocidísimo John Constantine, personaje creado por Alan Moore y el dibujante Stephen Bissete para “La Cosa del Pantano”, y que tendría al poco su propia y celebérrima serie: “Hellblazer”.
Morfeo se presenta ante Johanna y la reta a salvar la cabeza de su hijo, en peligro de destrucción, por ser acusada de ser un objeto de superstición. El Eterno le ofrece a la aventurera y espía sus dones, a cambio del rescate de los restos de su hijo. Una tarea peligrosa, ya que Francia se encuentra en pleno régimen del terror implantado por el abogado, escritor, orador y político Maximiliem Robespierre, jefe del ala más radical de los jacobinos.
En esta historia, Gaiman nos muestra con destreza la grandeza y la podredumbre de ese período de la Revolución Francesa, en el que el Comité de Salvación Pública, una entidad puesta en marcha para limpiar el país de contrarrevolucionarios, detiene a cualquiera sospechoso de contravenir el estatus imperante. Gaiman, a través de unos personajes a menudo corrompidos hasta la náusea, fanáticos o sin moral alguna, nos enseña las cloacas del sistema nacido para impartir justicia y castigar a la nobleza causante del hambre y la miseria, pero que también repartió muerte a diestro y siniestro, con madame Guillotina como protagonista principal.
Se trata de una historia bien hilada, breve, como casi todas las incluidas en este volumen, pero muy bien rematada… consigue perfectamente su objetivo, y resulta ser uno de los capítulos mejor dibujados, obra de Dave McKean.
A continuación viene “Agosto”, una de mis historias favoritas de entre las digresiones de esta serie. Su protagonista no es otro que el emperador romano César Augusto (gobernó entre el 27 y el 14 antes de nuestra era, según el calendario actual), y aquí se fabula sobre sus motivaciones políticas y su relación personal con Julio César. El joven Octavio se convirtió en heredero de Julio César tras su muerte, acaecida por asesinato en los idus de marzo del año 44 antes de nuestra era. Su gobierno, iniciado como decíamos en el año 27 antes de nuestra era, trajo consigo un período de relativa paz conocido como Pax Augusta (o Paz romana), apenas ininterrumpido durante dos siglos, si dejamos aparte las habituales luchas en la frontera del Imperio o una breve guerra de sucesión que duró un año.
La historia se cuenta a través de los ojos de un mendigo y actor, que comparte tiempo y confidencias con Augusto. Sin duda, aunque también breve, este capítulo está trufado de lecciones sobre el ejercicio del poder, y cuán efímeras son las obras de los individuos que pretenden forjar imperios. Su valor reside ahí, y también en el guión de Gaiman, que siempre consigue atraer la atención del lector.
“Tres septiembres y un enero” tiene como protagonista a Joshua Abraham Norton, antaño un empresario rico, y ahora un arruinado hombre del montón, que le da vueltas a la idea de suicidarse; hasta el momento le falta el valor, pero ha entrado en los dominios de Desesperación, hermana de Morfeo, y es cuestión de tiempo que tome el camino de la afilada hoja que sesga cuellos y vidas.
Desesperación, apoyada por sus hermanas Deseo y Delirio, desafía a Sueño, y le emplaza a redimir a Joshua, a alejarlo de la cuchilla para siempre. A darle, en definitiva, una razón para vivir, a través de los sueños. Morfeo acepta, más desganado que otra cosa, sólo espoleado por la deserción de su hermano, de la que su propia familia le culpa.
Morfeo habla con Joshua para tratar de determinar qué anhela, con qué sueña… qué podría alejarle de Desesperación. Finalmente, le dará un sueño… Joshua creerá con encono que es Norton I, emperador de los Estados Unidos.
Creerse emperador en un país tan republicano como ese, que mira con desprecio a monarcas extranjeros y a su excéntrica forma de gobierno, puede parecer peligroso, pero Norton I no tiene vanidad ni demasiado ego, y tratará de entenderse con la mayoría de sus supuestos súdbitos, sobreviviendo gracias a su locura, mental y físicamente. Sin embargo, la vanidad y el ego le acosarán, merced a la apuesta de Morfeo con sus hermanas.
Gaiman nos muestra aquí la lucha que todos mantenemos con nuestras obras y pensamientos, con nuestros hechos y nuestros anhelos y esperanzas; cómo unas y los otros pueden destruirnos si no calibramos con realismo y sinceridad su alcance. Es este uno de los capítulos que más carga moral atesora, y está lleno de fino humor e ironía, en mi opinión herramientas básicas para no tomarse tan en serio a uno mismo, para relativizar la propia existencia, algo fundamental para no endiosarnos o sepultarnos a nosotros mismos, y sobrevivir al éxito y a la derrota.
La siguiente historia, “La caza”, nos transmite una tradición oral de boca de Vassily a su nieta. Como todas las nietas jóvenes, más en tiempos como estos, en los que la tradición analógica y rural suena no sólo anacrónica, sino también atávica, la chica no sólo se ríe de su abuelo, a quien imagina crédulo, sino que se burla de su tradición y costumbres.
Vassily cuenta la historia de un joven de su época, que habitaba en un tupido y ancestral bosque, negro de corazón y peligroso, y que un día decide salir de él, subyugado por el retrato de la hija de un duque.
Una historia con vida propia, y que un día sin duda transmitiré a mis nietos, si llego a tenerlos…
La siguiente, “Lugares blandos”, es un cuento corto con un protagonista singular: Marco Polo, quien en uno de sus viajes, junto a su padre, se pierde en el inhóspito Desierto de Lop, situado en la región Uigur de Xinjiang, en China. Este es uno de los pocos lugares blandos que quedan en la Tierra… sitios en los que la realidad palpable se confunde con la onírica, y los sueños confunden a los viajeros perdidos, y pueden acabar con sus vidas y atrapar su alma para siempre.
Es este un cuento delicioso, en la mejor tradición de los cuentos clásicos, cuya extrema brevedad incrementa su valor, dejando al lector con ganas de más, como las fugaces e intensas visiones que el propio Marco tiene en su camino por el Desierto de Lop, uno de los lugares más horizontales y calurosos del mundo.
“La canción de Orfeo” nos narra la visión de Gaiman sobre el mito de Orfeo, que según la tradición griega era de origen tracio, y conseguía reunir, gracias a su habilidad con la lira, a los hombres a su alrededor, y que sus almas descansaran al oírle. Así, enamoró a la bella Eurídice, y consiguió dormir a Cancerbero, al descender al Inframundo para intentar resucitarla.
Aquí, Orfeo es hijo de Calíope -la musa de la poesía épica y la elocuencia- y del propio Morfeo, quienes acuden a la boda de su hábil retoño con Eurídice, junto al resto de los Eternos. Pero, en la celebración de la boda, la nueva esposa de Orfeo muere, y éste jura viajar hasta el Inframundo e implorar por su resurrección.
Esta es sin duda la historia más épica y conectada con el universo onírico de “Sandman”; se trata de una versión del mito clásico, pero con muchos puntos en común con él. Estamos ante la historia más larga del tomo, conectada de forma inextricable con “Termidor”, con una carga dramática y trágica fuera de toda duda. Un completo cuento en sí mismo, que funciona de forma autónoma y nos conduce a través de las complicadas relaciones familiares de los Eternos.
La siguiente narración, “El parlamento de los grajos”, tiene como protagonista a un infante, Daniel Hall, hijo de Hippolyta Hall, anteriormente una superheroína llamada Furia, cuyo principal valor consistía en su capacidad para desatar una fuerza increíble cuando su mente era espoleada. Madre e hijo tendrán importancia en un tomo posterior de la serie. Daniel se extravía durante un descuido de su madre, y va a parar al reino de Sueño. Allí, se encuentra con Abel, Caín, Matthew y Eva, quienes se dedican a contarle historias para entretenerle.
En estos tres cuentos que narran al niño, Gaiman proporciona valiosas perlas de historia del reino, tanto sobre hechos relacionados con los personajes que la transmiten, como de la propia tradición de los dominios de Morfeo. Ya sean crueles y sangrientas o versiones infantilizadas, estas pequeñas muestras ultracortas hacen las delicias del lector, y nos ayudan a comprender pasajes presentes y futuros en los que estos personajes se ven involucrados.
En esta historia de Gaiman, el califa contempla su rutilante reino, pero teme por su supervivencia, sabedor de lo fútiles que son las obras de los hombres, y que el polvo del desierto termina cubriendo cualquier maravilla, más pronto que tarde. Harún al Rashid, atormentado y ciego ante el probable y aciago porvenir de la que considera su obra maestra, llamará a Morfeo durante el Ramadán para que le ayude a conservar intacta su joya predilecta: Bagdad.
Es esta una historia deliciosa, en la que guión y dibujo –de P. Craig Russel, con entintado de Lovern Kindzierski- se dan la mano para forjar una pequeña obra onírica, llena de tantos colores vivos en lo visual como sombras en lo conceptual. Con una apariencia que recuerda vagamente a las ilustraciones medievales, estamos ante una historia que podría perfectamente separarse de “Sandman” y tener una entidad propia, con subtramas paralelas, al estilo de “Las mil y una noches”.
Sin duda una pequeña joya, como debió parecer Bagdad a los contemporáneos de Harún al Rashid.
En resumen, estamos ante una obra heterogénea, en la que Gaiman hace uso de todos sus recursos narrativos y referencias literarias. Desde el realismo mágico, a la tragedia y épica griegas, a los cuentos tradicionales clásicos, el escritor y casi impecable guionista nos ofrece un viaje variopinto a través de distintas épocas y realidades, con un denominador común, como comentábamos al inicio de este artículo.
A estas alturas de la serie, hablar del dibujo es complicado, sobre todo porque poco nuevo podemos decir, que no hayamos ya incluido en los artículos precedentes. Salvo “Ramadán”, “Termidor” y “Lugares blandos”, cuya entidad gráfica puede ser separada del resto –sobre todo en el primer caso- el resto de historias abunda en el dibujo simple, de líneas básicas y fondo poco elaborado que podemos ver en la mayoría de los demás tomos. Poco aporta narrativamente hablando, salvo en las tres historias que destaco. Pero, como suelo decir, el valor de “Sandman” no está en lo gráfico, sino en el espectacular guión de Gaiman.
Un tomo aparte, pero imprescindible…
Podéis leer la reseña sobre «Sandman 5: Juego a ser tú» y también sobre «Sandman 7: Vidas Breves«.