Vivimos en un mundo casi enteramente dominado por los hombres, eso es un hecho indiscutible. Hoy, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, un camino largo y tortuoso del que todavía nos queda mucho por aprender. Desde las pioneras que recuerda hoy mucha gente, como Mary Wollstonecraft o la excelente y caída en desgracia Olympe de Gouges, pasando por la desconocida directora de la primera película de ficción de la Historia y fundadora de unos estudios cinematográficos, Alice Guy o la damnatio memoriae realizada a lo largo de siglos con pintoras como Sofonisba Anguisola o Artemisia Gentileschi; las reivindicaciones de Angela Davis o Bettina Aptheker y las millones de mujeres anónimas que han venido sufriendo, como casi todas, en sus pieles la violencia y la indiferencia masculina, llegamos a “Impías”.
Impías
Documento de 1318 donde se exhorta a Juana de Leeds a volver a su convento.
“Adviertan a Juana de Leeds, monja de San Clement de York, que debe regresar a su casa (…) Ella tuvo la desvergüenza de procurar su falso entierro en un espacio sagrado para los religiosos del lugar (…) Ahora deambula fuera a pesar del peligro que supone para su alma y del escándalo que existe en toda la orden». Esta exhortación aparece en los archivos digitalizados de la Archidiócesis de York y está fechada y firmada por William Melton en 1318. Además, en la nota se añade que la monja habría cosido un maniquí con su forma para enterrarlo por ella y escaparse a servir en un burdel.
Con esta historia comienza “Impías” que nos traslada desde ese lejano siglo XIV hasta los años 70 del XX en la historia de Juana, la monja huida que provocó el escándalo en los alrededores de su monasterio en la Edad Media; Judith, una mujer a la que roban a su hija por sus pecados carnales justo antes de empezar la Guerra Civil en España, y Carla, una periodista que pierde la fe que le han inculcado desde niña al descubrir los horrores que se esconden en algunos lugares sacros y que decide rebelarse contra su educación.
Opinión
En todas las historias se nos habla de un amor entre mujeres, pero no solo el platónico al que estamos acostumbrados, pues parece que el lesbianismo, tan antiguo e importante a lo largo de la historia de la humanidad, sigue siendo un tema tabú del que muy poca gente se atreve a escribir y menos de manera tan específica y detallada.
Si bien es cierto que la historia de Juana para mí se queda un poquito escasa y atropellada, lo achaco a mi profesión como medievalista y a la fascinación que lo más lejano en el tiempo ejerce sobre cualquier persona. Juana es una mujer libre dentro de lo que puede y considero que todas tenemos el derecho de conocer esta historia que, además, sucedió en la realidad.
El relato que más me ha gustado, sin duda, por sus implicaciones y ceo que por su mayor atrevimiento, es el de Judith. También es el más largo de los que componen el libro pero creo que es el que está tratado con más mimo a pesar de ser despiadado y rudo. La historia de Judith, cercana en el tiempo, hace que quien se adentre en el libro pueda o crea ver identificada a alguna familiar mayor, monja o “solterona”, de esas que jamás querrán hablar de su historia. Creo que la historia de Judith está fantásticamente bien hilada y mantiene una coherencia y un tempo perfecto, hilando muy bien los acontecimientos.
Sobre la tercera parte añadimos el interés que los niños y niñas robados durante el franquismo y años posteriores, está suscitando o suscitó hace algunos años. Carla sabe que fue entregada a una persona bien situada en la sociedad pero, sin embargo, no quiere conocer nada de su madre, considerando que su historia tiene que escribirla ella y que es quien es gracias a la misma. En este relato, además, nos damos cuenta de lo que he nombrado en el primer párrafo, la ingente cantidad de trabajo que nos queda por delante a las mujeres, puesto que desde Juana de Leeds hasta Carla, obviando la evolución evidente de la sociedad, las cosas no han cambiado tanto como deberían.
La autora
Carmen Moreno nos trae tres historias de tres mujeres bravas y valientes, de una forma ruda y sin algodones, con escenas explícitas pero con el tacto necesario para escandalizar sectores muy, muy conservadores (acierto), pero que deben y merecen ser contadas. Si bien es cierto que para mí la historia de Judith destaca por encima de las otras dos debido a su longitud y una mayor calma para ser contada, creo que las tres forman una historia conjunta, una cadena de herencias del pasado que se pueden rastrear hasta nuestro presente y segura y tristemente, podrán seguir rastreándose en el futuro.
En conclusión, se trata de un libro muy correcto, duro para personas sensibles pero que recomiendo con muchas ganas porque se trata de un hermoso homenaje a las mujeres libres, que intentaron, intentan o intentarán serlo y esa nunca ha sido una tarea fácil.