Casi todo lo que usted siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar acerca del género negro. Y no solo en la literatura, también en las pantallas y hasta en la realidad.
Nunca me ha gustado leer, escuchar o emplear adjetivos hiperbólicos como «imprescindible», «necesaria», «imperdible»… referidos a una obra. Porque la realidad suele demostrar su vaciedad: mucha gente se las pierde, sin que prescindir de ellas por considerarlas innecesarias suponga ningún revés en su vida. La exageración puede conducir a la irrelevancia.
Y, sin embargo, al leer el ensayo que ha publicado Antonio Lozano de la mano de Ediciones Destino, Lo leo muy negro. Travesías por crímenes reales e imaginarios… esos adjetivos han venido a mi mente.
Al fin y al cabo, no abundan precisamente en nuestro país los ensayos sobre el género negro. Teniendo en cuenta hasta qué punto, sin embargo, la ficción negrocriminal crece feraz en los estantes de nuestras librerías, no es inteligente renunciar a leer esta obra. Sería como dejar voluntariamente atrás al guía que lleva el machete antes de adentrarse en la selva.
«Para crear a un detective con el cerebro y los puños perfectamente alineados, Raymond Chandler antes tuvo que compensar una refinada educación europea luchando en las filas británicas durante la Primera Guerra Mundial. Para crear a un detective con conciencia de hierro, lengua afilada, flanqueado por la soledad y la botella y que detesta a las clases altas por farsantes, Raymond Chandler antes tuvo que defender los intereses de una compañía petrolífera. Tardó 50 años en moldear, con sus cicatrices y desengaños, a Philip Marlowe…»
Un guía con veinticinco años de experiencia en la selva negra del género policiaco, que ofrece al lector un amplio —aunque, lógicamente, no muy profundo— repaso a sus principales representantes de ayer, hoy y siempre. Y lo hace tratando con idéntico desparpajo a los grandes clásicos y a sus sucesores contemporáneos.
Edgar Allan Poe. Émile Gaboriau. Arthur Conan Doyle. Truman Capote. Dashiel Hammet. Raymond Chandler. George Simenon. Agatha Christie. John Connolly. Fred Vargas. Jean Patrick Manchette. Charles Willeford. Henning Mankell. James Ellroy. Jorge Luis Borges. Ricardo Piglia. Don Wisllow. Philip Kerr. Jo Nesbo. Jim Thompson. Dennis Lehane. Petros Markaris. Ian Rankin… y muchos otros se asoman a sus páginas.
Pero no se limitan a ese repaso unos capítulos (permítanseme las comparaciones ramplonas) precisos como disparos, agudos como puñales. Capítulos breves de títulos punzantes, que se agrupan en bloques de amplio espectro con los que se pone un poco de orden sin imponer demasiada disciplina.
«‘Carter’ nos regala la que probablemente sea una de las peores frases de apertura en toda la historia del género negro (o de la literatura en general): «La lluvia llovía». A partir de aquí funciona como un tiro, y con muchos tiros, pues el protagonista es de gatillo fácil. También ofrece un final antológico, a lo que quizá ayuda que ya no llueva, sino que luzca un sol tenue. Como en los wésterns clasicos, porque si ha habido un western-noir-made-in-England ha sido este, Jack Carter regresa a casa (…) con el fin de ajustar cuentas.»
En ellos cabe casi todo lo que tenga que ver con el género negrocriminal: los autores y los personajes, la ficción y la no ficción, lo literario y lo audiovisual, lo chapucero y lo perfecto, lo artístico y lo comercial, lo leído y lo vivido.
Esto último es uno de los grandes atractivos del libro, dado el carácter de insider del mundo editorial policiaco —en su calidad de periodista literario y director de la colección Serie Negra del sello RBA— de Lozano.
Su trato personal con algunos autores, sus anécdotas en primera persona y sus opiniones, nada tímidas, imprimen vivacidad a unos textos indisimuladamente subjetivos.
Textos que se leen como quien escucha a un amigo. Un amigo que sabe de qué habla y se ha tomado el tiempo de leer mucho y variado. Y el trabajo de aprender de los que sabían más que él, tratando a muchos personalmente.
«…la figura de Easy Rawlins dista de ser únicamente una reformulación negra y políticamente comprometida de los grandes clásicos americanos del género para componer una personalidad única. Uno de los rasgos más notables que singularizan al personaje es su actitud filosófica ante la vida, su tendencia a interrogarse por el (sin)sentido de las cosas y a aplicar una mirada franca y socarrona al estudio del mundo y a sus circunstancias personales.»
De esta obra (pata) negra se aprovecha todo. Lo mismo sirve para recordar lecturas pasadas que para planificar otras nuevas. Para saber un poco más de lo que ya creíamos saber que para oír hablar por primera vez de lo que no sabíamos que no sabíamos nada.
He disfrutado mucho con su lectura. Una prueba inequívoca de eso ha sido la cantidad de veces que he ido a la estantería a por otro libro y he decidido, en el último segundo, que prefería leer antes algunos capítulos de éste.
De poco más de cuatrocientas páginas y bien encuadernado en rústica, la impactante cubierta negra —no podía ser de otro color— del libro muestra una bala acertando en el centro del título. Mientras, unas gotas de sangre roja —no podía ser de otro color— salpican la contraportada.
Antonio Lozano (Barcelona, 1974) es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universitat Autònoma de Barcelona y cursó un doctorado en Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra.
Ejerció de responsable de secciones de la revista Qué Leer entre 1997 y 2008 y actualmente colabora como periodista literario en Librújula, en el suplemento Cultura/s y en el Magazine de La Vanguardia, en el suplemento Quadern de El País y en la revista SModa.
Es autor de varios libros infantiles y coautor del libro Seix Barral. Nuestra historia (1911-2011) y de la trilogía juvenil Terror en la red.
Asimismo se dedica a la traducción y a coordinar el club de lectura del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y el de la Biblioteca Agustí Centelles de la misma ciudad.
Desde 2018 dirige la colección Serie Negra del sello RBA.