Ni aquí ni en ningún otro lugar nos traslada a aquellos cuentos que una vez se contaron al rededor del fuego, cuando ya solo quedaban las últimas brasas y la noche era cerrada y oscura como el fondo del mar. Patricia Esteban Erlés es la autora del recopilatorio de cuentos publicado por la editorial Páginas de Espuma, acompañada del trabajo de la ilustradora Alejandra Acosta.
Todo libro de cuentos debería empezar por Érase una vez…, al menos, esa es la frase que se nos ha tatuado en la memoria de forma incorrupta, aunque difusa. Tras esas tres sencillas palabras encontramos los misterios de bosques encantados, de hadas, brujas, gigantes y enanos. Patricia Esteban Erlés busca conectar con el amor, la muerte, la traición, la locura o la crueldad a través de unos personajes que poco se parecen a los de los cuentos de la niñez.
Patricia Esteban Erlés da nombre a esas ascuas que duelen por la esperanza de un calor que no llega, de un terror que cala los huesos y jamás se va, de una melancolía que se acomoda sobre nuestra piel de cuento en cuento. El recopilatorio de dieciséis cuentos supone una curiosa agrupación. Muchos de ellos resultan inesperados, aunque eso no los hace menos crudos. ¿Y quién dice que los maleficios solo pueden encontrarse en pócimas y no en el fondo de un botellín de cerveza?
La pena es una constante y nos arrastra por un luto continuo
Esteban da continuos saltos temporales, llevándonos a antiguos palacios con princesas de largo cabello trenzado a dos niños que ven cómo avanza la noche en el asiento trasero del coche. Lo mejor de todo es que funciona. Consigue trasladar ese mismo terror, esa moraleja de pesadilla, a relatos basados en el siglo XX. Y eso nos recuerda que hubo un tiempo en el que los cuentos sobre brujas y reyes eran la actualidad. Tanto como hoy lo son la comida precalentada y los telediarios.
Empezamos con la historia de La Vieja, una decisión curiosa, pero acertada para empezar una travesía donde los cuentos siempre se guardan un pedacito para sí mismos, lejos del lector. Las primeras páginas del libro están disponibles online. Desde ese primer relato podemos apreciar como Esteban se acerca a la comprensión del terror de los hermanos Grimm y a la tristeza insoldable de Hans Christian Andersen. Todo ello con propia forma de rizar las palabras y encrudecer los sucesos, de reclamar lo injusto con una violenta franqueza.
Hay cuentos que están escritos en primera persona, otros en tercera, pero casi siempre consigue el mismo efecto. Los cuentos están escritos de tal forma que pareciera que la autora te está contando la historia exclusivamente a ti. Como si te susurrara cada palabra para que te pierdas en un sendero de crudo horror, dolor mudo y pena perpetua. Podría decir que hay felicidad en estos relatos, pero la que hay es amarga y efímera. La pena es una constante y nos arrastra por un luto continuo, que se prolonga hasta la última página. Y cuando la felicidad por fin se muestra, es arrebatada y retorcida hasta que se rompe y regresa la oscuridad. Esteban encuentra la belleza en la muerte, la tristeza y el amor incomprendido.
A título personal mi cuento favorito fue El monstruo. Una visión distinta de cuentos como La bella y la bestia, donde la belleza reside únicamente en el interior hasta que se rompe el hechizo y todos son hermosos y felices y comieron perdices. Sin entrar en muchos detalles, que no quiero ir destripando la historia a nadie, fue una de las lecturas que más me llegó por la conexión con la princesa, la perplejidad ante ese mundo posesivo e irreflexivo, por la tristeza, la soledad, el amor propio inexistente y la empatía irreconocible por nadie más que aquellos que viven dicho vínculo.
El volumen cuenta con un total de once ilustraciones bicolor, en negro y verde, realizadas por Alejandra Acosta. Conectan con las ilustraciones de los siglos XVIII y XIX similares a las de los cuentos de los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen.
Ni aquí ni en ningún otro lugar es una lectura interesante que nos lleva por esos senderos oscuros que carecen de mejillas sonrosadas, hechizos milagrosos y una vida que solo da y jamás pide.