Elliot Stabler (Christopher Meloni) ha vuelto. Lo ha hecho en la nueva serie derivada de una de las franquicias televisivas más longevas y productivas de la historia: ‘Ley y Orden’. Esta vez estamos ante ‘Ley y Orden: crimen organizado’ (Calle 13), con las mafias y las organizaciones criminales en el centro del meollo. Ya se nos dice justo al inicio: aquí nos encontraremos con algunos de “los criminales más agresivos y violentos” de toda la franquicia. Y para hacerles frente, acertadamente, retomaron al personaje más carismáticamente duro de todos.
El problema es que el Elliot Stabler al que conocimos en poco se parece al que tenemos hoy en nuestras pantallas. Ni el tinte del pelo ni la cirugía estética cuadran con él. Tanto plástico y tanta pintura son incoherentes y nos sacan del personaje desde el inicio. Para suplir este hándicap, el guion recurre a las otras características que hicieron de Stabler un detective ya mítico de la tele: sus valores de justicia, su carácter indómito, sus arranques impulsivos y su defensa cerrada de la familia se acentúan en la trama del piloto.
‘Ley y Orden: crimen organizado’ nos ha dejado buen sabor de boca y con ganas de más
Y, para poner todo esto en contexto y darle sentido en el presente, tenemos a dos rivales de altura interpretados por dos actores de categoría: Chazz Palmintieri, haciendo de ese sempiterno mafioso que tan bien se le da (apellidado -no reírse- Sinatra), y Dylan McDermott, transformado en hijo de este mafioso y aspirante a sustituirlo aunque sea por las bravas y sin su permiso. Una doble tensión (padre-hijo y policía-mafioso) que nos devuelve, por las malas, a ese Stabler duro y en tensión que tanto nos gustó hace ya sus buenos doce años.
Antes tenía a sus compañeros de comisaría y, ahora, actúa en una extraña “fuerza conjunta” contra el crimen organizado. Aún muy difusa en sus integrantes, con Stabler como su principal fuerza bruta, va poco a poco tomando forma ante nuestros ojos, mientras tiende puentes con su pasado a través de las visitas puntuales de la capitana Olivia Benson (Mariska Hargitay). Así es como la red de esta nueva serie va adquiriendo vida propia, si bien a veces de forma bastante brusca y poco refinada (la introducción del personaje de Freddie (Ben Chase) es de lo más forzado que he visto).
Wheatley tiene hechuras de gran personaje
Pero, si algo tiene de meritorio este piloto dividido en dos capítulos de cuarenta minutos, es el personaje duro que ha construido Dylan McDermott. Richard Wheatley es un personaje oscuro y complejo, con luces y sombras, matices y profundidad, pulido en pocos minutos y con pocas líneas de guion gracias a su interpretación. Su personaje en ‘Ley y Orden: crimen organizado’ parece estar bien pensado; prometiéndonos grandes momentos. Incluso, me atrevería a decir que es él quién, como antagonista, refuerza más que ningún otro personaje el regreso de este Stabler recauchutado a la vida televisiva.
De esta forma, pasados los primeros minutos del desconcierto estilístico y estético, y quizás la primera media hora de un guion prototípico escrito más pensando en los fans de la franquicia que en administrar esta nueva vuelta a la vida de “Ley y Orden”, la serie rápidamente toma su propio camino y lo hace con decisión y, en general, bastante acierto.
La trama criminal es atractiva, tiene unos antagonistas de altura, una trama actual interesante (sí, la pandemia y la vacunación están presentes) y un fondo social (incluso, diría, de clase y racial) capaz de conectar con el espectador. Quizás la presentación de Stabler y su nuevo “equipo” no sea la más refinada del mundo en cuanto a su aparición y justificación, pero sí encaja bien con la trama criminal principal, bastante más cuidada. Esta comunión inicial, aunque algo desequilibrada e irregular, con momentos incluso estereotípicos, nos hace albergar esperanzas sobre el futuro de ‘Ley y Orden: crimen organizado’ con, todavía, muchas incógnitas por despejar.
Nueva estructura narrativa, más seriada
La principal es, sin duda, el resultado que dará esta nueva estructura narrativa más seriada, donde los episodios ya no son autoconclusivos y, por tanto, los personajes prometen una vida más extensa que en sus predecesoras. Otra de ellas es la capacidad de la “fuerza conjunta” de equilibrarse con la trama y, por tanto, de tener una vida propia más allá de servirle a Stabler como excusa. Y otra es cuánta gasolina van a necesitar estos personajes, protagonistas y antagonistas, antes de consolidarse ante nuestras retinas con un buen peso específico a la altura de lo que la franquicia exige.
Aun así, en general, ‘Ley y Orden: crimen organizado’ nos ha dejado buen sabor de boca y con ganas de más. El final del segundo capítulo ha estado a la altura y ha dejado todo lo suficientemente abierto como para que sepamos que, a partir de ahora, los sábados por la noche tenemos una cita en Calle 13 con una de las franquicias policiales y criminales mejor construidas de la historia de la televisión. Veremos los próximos capítulos qué respuestas nos deparan.