El único fleco que puedo encontrarle son las continuas referencias a “El velo”, la primera de las obras del guionista malagueño en la que explora la existencia de dos planos paralelos y, de hecho, Chris Luna, su protagonista, está resente en la obra a través del nombre de un determinado síndrome psiquiátrico. Muchos os preguntaréis por qué considero este guiño a su obra previa como un fleco… ¡pues porque creo que es la única obra del Torres que no me he leído! Así que en esta reseña me perderé un buen número de referencias cruzadas y sutilezas. Pero, pese a eso, lo he pasado pipa disfrutando de esta obra.
Veamos de qué va: Alexandra Wagner asesinó a su hermano mellizo con doce años y, ahora, es paciente interna en varias instituciones psiquiátricas. La diagnostican con todo tipo de delirios paranoides (trastorno que se manifiesta con la presencia de ideaciones y pensamientos delirantes, inconexos con la realidad, y sin la presencia de otra psicopatología de base), esquizofrenia paranoide (enfermedad que se caracteriza por los siguientes síntomas: predominio de ideas delirantes y alucinaciones, lesiones graves a uno mismo y a los demás, alteraciones de la personalidad) o el ya menconado “síndrome Luna”, que alude a la percepción a través del “velo” que tenía el detective de la obra homónima.
Hay una estrella invitada dentro de los internos de la institución McLaine: Raoul Cimas, la adaptación del cómico español Raúl Cimas, conocido por ser parte de la troupe de “Muchachada Nui” y “La hora chanante”. Ese paciente es capaz de ver también entre los dos planos, y está en la institución debido a su estado catatónico tras haber sido testigo de cómo esos seres provocaban una masacre en una actuación suya en Boston. Ignoro la relación que puedan tener los autores con el cómico manchego, pero les ha hecho hasta un bonito prólogo sobre la risa y los límites del humor.
El desarrollo de la historia es pausado, pero lleno de tensión, y recuerda poderosamente al transcurso de los acontecimientos en “El silencio de los corderos” (Jonathan Demme, 1991), película a la que homenajea sin disimulo, sobre todo en la segunda escena que transcurre en el apartamento del doctor Hayes. Una escena en la que aprenderemos el correcto empleo del latín: “Do ut des” en vez de “Quid pro quo”. Guiño que se repetirá más tarde. Pero… ¿Quién hace el papel de Clarice? Ojo a quién termina resultando el depredador.
Así que, sin más, os invito a descubrir el resto de la historia, que tiene un pequeño epílogo de dos páginas muy clarificador sobre la misión de los dos hermanos Wagner.
Además, vienen unos cuantos extras presentados directamente por El Torres: cuatro cubiertas alternativas obra de Guillermo Sanna, Nacho Tenorio y Jaime Martínez. También, entre capítulo y capítulo, podremos disfrutar de cuatro estupendas ilustraciones de Sanna alusivas a los capítulos que van a empezar.
¿Lo mejor del cómic? La afirmación que hace El Torres en la presentación de los “pequeños extras” que nos brindan: “…me he dado cuenta de lo mucho que quiero seguir contando historias de los dos Álex…” Verdaderamente, la trama de “Camisa de fuerza” da para continuar y, dado lo fácilmente que este producto podría convertirse en una película o serie de televisión, quizá debería moverlo en otros ámbitos.
Un cómic de calidad, con un guion bien construido, que se lee estupendamente y cuyo dibujo resulta adecuado y atractivo. Además, queda muy bien en la estantería. ¡No tienes excusa para no hacerte con él!
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