Ya lo he escrito alguna vez, pero en este caso se hace necesario el repetirlo: a los que adaptan los títulos de las series al mercado español habría que darles, por lo menos, una buena somanta de hostias; si no, como en este caso, una paliza casi mortal. Lo que hacen no tiene razón de ser, menos aún en casos como el que os traemos hoy.
La serie finlandesa ‘Pala sydämestä’, algo así como “Un pedazo de corazón”, ha pasado a llamarse aquí ‘Helsinki: Unidad de menores’. De un título que representaba al conjunto de una serie narrativamente ambiciosa y con varios temas a contar, hemos pasado a una simplificación de título genérico similar a otras series a las que, sinceramente, esta serie se parece tanto como un huevo a una castaña.
‘Helsinki: Unidad de menores’ funciona, ante todo, como una crítica social descarnada de la sociedad finlandesa y una reivindicación de las relaciones humanas
Nos damos cuenta de ello, prácticamente, desde el primer capítulo, cuando conocemos a la protagonista de la serie, Rita (Lotta Lehtikari), una asistente social implicadísima en su trabajo, al que un caso anterior mantuvo apartada durante un tiempo, y que ahora regresa para espanto de casi todos los que la rodean. A este horror generalizado hay, únicamente, dos excepciones. Una es el nuevo jefe del servicio, Jyrki (Martin Bahne), un anterior director de prisión, y la otra es Laura (Niina Koponen), una antigua administradora especialista en estadística.
Ambos, Jyrki y Laura, se acercan a un trabajo muy distinto al que llevaban antes y, claro está, también a Rita… siendo capaces de ver en ella algo muy diferente a aquello que su rudo carácter deja entrever a simple vista.
Este triángulo de personajes, con sus matices y diferencias de fondo, se enfrentan a tres polos que son, a la postre, los principales temas de la serie.
Tres polos de la serie
Uno: su relación mutua nos muestra las tiranteces y los problemas que se dan en este tipo de servicios sociales, dónde los problemas de los demás se pueden convertir, también y a un nivel profundísimo, en problemas de los trabajadores de estos servicios. Incluso, deteriorando las relaciones personales (como fue el caso de Rita) y las familiares (como vemos que empieza a sucederle a Laura). Este es el tema más próximo al título, a partir de aquí…
Dos: Jasmin (Saimi Kahri) es el principal caso nuevo de Rita, una adolescente que se enfrenta a la adultez desde una familia que la ignora y da por perdida, una “mejor amiga” de dudosa moral que ni se esfuerza en escucharla, y un hombre adulto que en vez de servirle de referente o ayuda se dedica a aprovecharse de ella… Jasmin es el motor de un hilo temático que intenta ser, a la vez, un reflejo de las raíces ocultas de la sociedad finlandesa y una crítica acidísima a esas raíces y al mal que llevan consigo. Aviso: algún diálogo entra a degüello en esta crítica.
Tres: la unidad de menores de Helsinki trabaja, además de con justos medios, también con una espada de Damocles sobre la cabeza. Su nombre: La Ciudad de los Niños. Un rimbombante título que esconde, tras de sí, el enésimo intento de privatizar el servicio, precarizarlo aún más y convertir así el sufrimiento de la gente en beneficio económico para los sátrapas y mangantes de turno. Contra este intento, Jyrki intentará manejar el servicio con mano izquierda para que la espada no llegue a caer sobre sus cabezas.
Un título de serie que apenas describe su profundidad
Como se puede leer, la serie tiene tras su nombre mucho más de lo que el simplón título castellano deja entrever: hay retrato social, crítica ácida a distintos tipos sociológicos e incluso a la sociedad misma en su conjunto, una exploración de personajes bastante decente en cuanto a su construcción y evolución, una narrativa sólida en cuando a coherencia y claridad… He disfrutado la serie, me la he visto del tirón y la recomendaría sin dudarlo.
Al pleno elogio, sin embargo, lo ensombrece un pero: Rita. Su personaje está demasiado exagerado, a veces incluso llega a rozar la caricatura, a tal punto que nos cuesta distinguir sus matices y, con esto, empobrecemos el conjunto de la historia. De hecho, Laura y Jyrki sufren los primeros capítulos pues, es tal la mala leche hipervitaminada de Rita, que nos cuesta comprender quién podría querer acercarse a semejante puercoespín sin estar también mal de la cabeza…
Rompe con el noir nórdico
Al mismo tiempo, la omnipresencia inicial de Rita, aunque se va diluyendo y abriéndose a otros personajes, tiene el efecto primero de simplificar la narrativa demasiado. Solo dura los dos primeros capítulos de los ocho, pero sí es verdad que contribuyen a dar una imagen equivocada de la serie, además de dificultar después un algo el encaje de los demás temas en la trama.
Por lo demás, la serie es un producto estupendo que rompe con el noir nórdico y que nos muestra cómo desde aquellas latitudes pueden venir también otros productos de corte bien distinto, pero con la misma buena calidad.
‘Helsinki: Unidad de menores’ (Sundance TV) funciona, ante todo, como una crítica social descarnada de la sociedad finlandesa y una reivindicación de las relaciones humanas. Ese “pedazo de corazón” del título se nos muestra claro en sus ocho capítulos, haciendo evidente que a los que ponen ciertos títulos a películas y series la muerte aún sería poca condena.