Pocas cosas en ‘Oh Hell!’ (HBO Max) son originales. Es más, ya desde sus primeros minutos, es imposible no ver un claro paralelismo, por tono y realización, con la Amélie Poulain que arrasó las taquillas de cine mundiales allá por 2001. Esta indisimulada inspiración, no obstante, deja muchas de las cosas que hicieron de su molde un éxito mundial en el tintero: ni sus personajes carismáticos, ni sus sorprendentes subtramas, ni su tono buenrollero…. Se opta por una perspectiva distinta.
Aquí la protagonista es Helene (Mala Emde), una joven alemana con un mundo interior repleto de imaginación y excentricidad. Sin embargo, su completa falta de autoestima siempre la lleva a usar esta imaginación no para crear mundos nuevos con los que enriquecer su vida, sino para sustituir su realidad por otra paralela con la que engañar a los demás… y también a sí misma.
‘Oh Hell!’ se nos muestra como una oportunidad tímidamente aprovechada, a la que su tono perjudica más que beneficia, con un personaje principal poco (o nada) creíble
Una tendencia autodestructiva que, puesta en práctica desde jovencita, ha tenido ya un efecto devastador incluso en su propia familia: sus padres se han separado, en parte, por su culpa.
La serie se centra, cuando ya es una mujer joven que debe insertarse en el mercado laboral y asumir responsabilidades, en mostrarnos cómo esta personalidad la afecta ahora a sí misma y, especialmente, a los demás. Un mundo escaso en personas que aún le guarden afecto, con su amiga de la juventud Maike (Salka Weber) y su padre Günther (Knut Berger) casi como sus únicos apoyos. A los que se suman en estos capítulos una jovencita de escuela primaria, Madlen (Rosa Löwe), y un tímido profesor de violonchelo, Oskar (Edin Hasanovic).
Una protagonista con dos partes diferenciadas de su personalidad
Oskar es quién, precisamente, al abrir su vida a una nueva etapa de “felicidad”, la sacará algo más de su concha y, de paso, la expondrá a una nueva oportunidad de cambiar su vida… o de seguir engañándose, como siempre.
Helene lucha en ‘Oh Hell!’ (HBO Max) entre estas dos partes de su personalidad: su deseo de vivir una vida ‘real’, pegada a lo cotidiano y a su verdadero ‘ser’, por un lado, o insistir en engañarse a sí misma y vivir una vida imaginaria que, aunque la haga feliz en apariencia ante los demás, es reflejo de una profunda tristeza y soledad, por otro. Y lo hace pasando por situaciones surrealistas, algunas con mucho humor, pero otras también claramente desagradables, amargas o patéticas.
Una serie nada fácil
No es una serie fácil. El tono surrealista y la construcción excéntrica de Helene parece ser una forma de acercarla al espectador, de hacernos esta dureza algo más digerible, pero precisamente también por la gestión de este tono, lo que consigue es alejarnos de ella. Además, la hondura de la serie, profundamente enraizada en la salud mental como tema, tarda demasiado en desarrollarse y lo hace de forma inicialmente tímida y confusa; tardando la mitad de sus ocho capítulos en mostrar sus verdaderas intenciones. Tampoco sabe aprovechar el potencial de personajes como el padre de Helene, Günther, o la jovencita Madlen.
Al acabar sus ocho capítulos de media hora, ‘Oh Hell!’ (HBO Max) se nos muestra como una oportunidad tímidamente aprovechada, a la que su tono perjudica más que beneficia, con un personaje principal poco (o nada) creíble, tan forzado en su esfuerzo por aparentar simpático que acaba consiguiendo todo lo contrario. Y es que, desde el tema del que se nos habla, aceptar tonos de humor surrealista resulta algo difícil -por no decir casi imposible- de digerir. A lo que debemos sumar un guion incapaz de sacar provecho a una buena idea.