Esta historia bebe de de la estructura pandilla de amigos adolescentes deben encarar un gran problema que altera todas sus vidas, estructura que no por manida sigue fascinando con éxitos como “Cuenta Conmigo” o “It” de Stephen King, “Los Goonies”, o la más reciente degustación de clichés llamada “Stranger Things” , a ello habría que añadirle en toque macarrana a ritmo de rumba catalana, no por nada las primeras páginas del cómic están acompañadas por la inmortal “No sé, no sé” de Rumba Tres, o la influencia del cine “quinqui” de “Perros Callejeros”.
Todo parece ir bien en el verano de 1990 para Lucho, su anhelada Marina al fin le ha dicho de quedar en una de esas interminables tardes-noches estivales. Esas que los hijos de los ochenta y noventa recordamos idealizadas por las enésimas reposiciones de "Verano Azul". Lucho nos va a traer de vuelta los vaqueros rotos, los walkman, la irrupción del punk o de Madonna en la vida de la generación de los noventa, una generación X, perdida, nacida fuera del yugo de la dictadura, sin un rumbo muy claro de a dónde dirigirse.
A partir de aquí Llor lleva dos tramas paralelas, por un lado, una bonita historia de amor adolescente entre Lucho y Marina, y la vida de éstos con sus familias y amigos y por otra parte el intento por parte de estos jóvenes de lograr que “el Palanca” pague por lo que ha hecho. Llor tiene diálogos realmente logrados, que van desde las típicas charlas de calimocho y chicas al potente monólogo final del “Palanca” en el cementerio, que nos demuestra que los actos nos pueden mirarse desde unos ojos blancos o negros, si no desde el gris del humo de las fabricas de Poblenou que todo lo tiñe.
De las pocas pegas que se le puede poner al guión de Llor es quizás el exceso de personajes para una historia tan corta y simple, lo que en algunos casos nos va a llevar a escenas y tramas que se quedan colgando o que resultan innecesarias y otros personajes que aparecen de forma muy repentina y forzada.
Eso sí, el giro del uso de Miquel, el hermano policía de Marina que parecía estar de relleno y luego es el cierre fundamental de la trama, casi en una demostración de ese viejo dicho de que “la policía no es tonta”. Llor utiliza un lenguaje muy propio de la época, será frecuente el uso de expresiones como “basca”, “peña”, “darse el piro” o “madero”, muy propio de la época y edad de nuestros protagonistas.
Las calle de Poblenou son el graffiti personal de Vidal, un lugar y una época, una tragedia que va a quedarse marcada en vuestros ojos grises.
No puedo dejar de admirar el gran trabajo de colorista Batlle, en cada momento su paleta juega con las luces del momento del día, con las emociones de la escena, o con la caracterización de los personajes, casi es un compositor que hace música con el color y que redondea el trabajo de Vidal, ayudando a recrear Poblenou y su atmósfera y dando vida a Lucho y al resto de los chicos.
Si eres un enamorado de las historias juveniles, de las hazañas de los humildes y lo cotidiano, si deseas ver la gris vida de los noventa y de como un evento arrasó y cambió las vidas de la gente del barrio de Poblenou, éste es sin duda tu cómic. No, no es ni pretende ni de lejos ser “Stranger Things” a la española, es por contra un verdadero viaje a la nostalgia de esa época, donde no necesita una artificiosa fantasía si no los ojos grises de un niño para revelarnos la gris vida de aquella convulsa época a caballo entre una gris dictadura y un futuro de grises gruas y villas olímpicas.