Fotograma de "A Silent Voice", por Naoko Yamada

Cada vez es más frecuente el estreno en nuestro país de largometrajes de animación japonesa en cines más allá del contexto de festivales y eventos; y no sólo en las grandes ciudades, ni tampoco únicamente dobladas a nuestro idioma.

Cartel de "A Silent Voice", por Naoko Yamada

  • Título original: Koe no Katachi
  • Año: 2016
  • Duración: 129 min.
  • Dirección: Naoko Yamada
  • Guión: Reiko Yoshida
  • Música: Kensuke Ushio
  • Dirección de Arte: Mutsuo Shinohara
  • Diseño de personajes: Futoshi Nishiya
  • Intérpretes: Miyu Irino, Saori Hayami, Aoi Yuuki, Kensho Ono, Mayu Matsuoka, Toshiyuki Toyonaga, Yui Ishikawa, Yuki Kaneko, Satsuki Yukino, Akiko Hiramatsu
  • Productora: Kyoto Animation

Quedan atrás los tiempos en los que sólo las obras de la factoría Ghibli llegaban al gran público; llegan a nosotros cada vez más y con mayor frecuencia, y este marzo le ha tocado a “A Silent Voice”, drama de adolescentes sobre la amistad y el acoso escolar animado por el pequeño pero conocido estudio Kyoto Animation, basado en el manga homónimo de Yoshitoki Oima.

La historia es la que sigue:

Shoya Ishida es un estudiante de primaria problemático cuya principal misión en la vida es encontrar las formas menos apropiadas de combatir el aburrimiento: el clásico gracioso de clase. Por eso, cuando Shoko Nishimiya, una niña sorda, es trasladada a su clase, esta se convierte inmediatamente en blanco de sus burlas, reflejo del rechazo que Shoko sufre no sólo por parte de Shoya sino del resto de la clase. Seis años después, convertido en un estudiante de instituto solitario y arrepentido por lo que hizo en el pasado, y habiendo pagado las consecuencias al convertirse en el chivo expiatorio de toda la situación, Shoya busca la forma de comunicarse con Shoko para disculparse antes de tirar la toalla. Así comienza un camino de redención y conexión entre un grupo de adolescentes que, con mayor o menor voluntad, se enfrentarán a los errores de su pasado.

Así pues, “A Silent Voice” es un drama que nos cuenta el progreso de una amistad entre dos chicos atormentados por una historia en común: la del bullying, uno como acosador (y posterior víctima de ello) y otra como acosada. Si bien es cierto que el tema del acoso escolar ha ganado visibilidad en la ficción de nuestro entorno con producciones como “Por trece razones”, se trata de algo que, aunque no en profundidad, ha estado desde hace décadas presente constantemente en la ficción japonesa ambientada en sus colegios y, sobre todo, institutos. Es un problema de semejante alcance y gravedad que han colocado el suicidio como principal causa de defunción entre la juventud del país, y es una de las razones tras el desarrollo del fenómeno de los hikikomori, los jóvenes que se encierran en casa. No es moco de pavo, tampoco lo es aquí; pero allí, donde la presión social y la competitividad son mayores ya desde edades más tempranas, se ha convertido en un fenómeno alarmante. La película refleja todas las dinámicas entre alumnos, profesores y padres muy bien; es uno de los mejores puntos que tiene, aunque son dinámicas ligeramente diferentes a las que nos encontramos en nuestras aulas.

Pero más allá de retratar el acoso escolar, es una historia sobre cómo dos personas heridas y frágiles se reconcilian, se conocen y encuentran su fuerza para recomponerse y salir adelante: esa es la historia de Shoya, Shoko y sus familias. También es una historia sobre cómo maduramos al reconocer nuestros errores, nuestros defectos, nuestros desmanes, aquellos de los que nos avergonzamos—celos, envidias, mentiras, abusos—; y es una historia que habla sobre el respeto a los demás, por diferentes que sean. O al menos debería serlo, porque en cuanto al mensaje, al menos a nivel personal, creo que la película presenta una gran debilidad en el personaje de Shoko y en cómo se comporta frente a sus acosadores. Tal vez sea por las características propias de la cultura japonesa, pero escuchar a Shoko disculparse ante sus agresores constantemente sin tener culpa de nada es doloroso y no representa un buen ejemplo, ni tampoco creo que sea un buen ejemplo ver cómo ha de hacerse amiga con una de sus acosadoras que no parece sentir culpa y arrepentirse lo más mínimo. Son detalles que, quizás por una cuestión totalmente subjetiva, me enervan, porque convierten a Shoko, la heroína principal de la historia, en un personaje sumiso y carente de orgullo que se pliega a todo lo que los demás le arrojan a la cara. Tal vez sea eso, una visión demasiado personal, pero que en mi caso arruinó un poco el buen sabor de boca que, por otro lado, me dejó la película al salir de la sala.

Fotograma de "A Silent Voice", por Naoko Yamada Fotograma de "A Silent Voice", por Naoko Yamada

Fotograma de "A Silent Voice", por Naoko Yamada Fotograma de "A Silent Voice", por Naoko Yamada

Porque la película tiene calidad en todos sus apartados. La dirección de Naoko Yamada, una de las habituales de KyoAni, es buena, aunque sea de un estilo muy formal. La animación en sí es bastante fluida, y el dibujo tiene una calidad constante en todas las escenas. Visualmente es un caramelo para los ojos, aunque tampoco presente ningún elemento original ni experimental. Y el ritmo es muy bueno: rápido y constante a pesar de ser una historia en la que abundan los saltos temporales, las elipsis y los hiatos narrativos. Quienes decidan verla en versión original se van a encontrar un reparto de buenas voces: destacan sobre todo Miyu Irino (que demuestra su calidad y su naturalidad con Shoya), Aoi Yuuki (Yuzuru, personaje al que le da mucho carácter) y Kensho Ono (Nagatsuka es genial y adorable). Por último, Kensuke Ushio compone una música que no solo acompaña correctamente en todo momento, sino que también contribuye positivamente a dotar de dramatismo a ciertas escenas.

En definitiva, se puede decir que, pese a que no arriesga en ningún aspecto técnico, y aunque para algunos pueda tener tachas en el mensaje transmitido, “A Silent Voice” es una película muy recomendable que llegará especialmente al público adolescente y adulto que conecte con el drama vivido por los personajes que nos presenta o que busque una intensa historia de personajes.

Patricia Suárez
Ciencia ficción, fantasía, suspense, misterio, aventuras... En cualquier formato y en cualquier lugar. Redactora de Cine y TV, con ocasionales incursiones en otras secciones, aspiro a ser bibliotecaria: porque los bibliotecarios molan. Los arqueólogos también, pero me gusta más el papel.

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