La vida es un aprendizaje continuo, que en ocasiones resulta ser traumático y doloroso. Sin embargo, nada te prepara para los giros de guion de esa serie tragicómica y de suspense en la que se convierte tu existencia, y por muchas frases de autoayuda que tengas en el bolsillo, a veces algunos de ellos, los más punzantes e incisivos, te harán morder el polvo y desear tu propia muerte. Eso es precisamente lo que le sucede a Tony (Ricky Gervais) tras la muerte de su mujer Lisa (Kerry Godliman) debido a un cáncer de mama. El protagonista de “After Life” (Netflix) piensa en el suicidio como solución a su pesar, y los intentos de sus amigos y conocidos por ayudarle no hacen sino reafirmar sus intenciones.
Si tu compañera acaba de morir y tu intención es suicidarte, pocas cosas pueden molestarte más que una panda de amigos y conocidos soltándote lo bonita y reconfortante que pueden llegar a ser la vida en general y otras relaciones en particular, si tienes el valor de abrirte a ellas. Tony está harto de las frases hechas de coach, de encontrarse anegado de dolor, en una vida sin sentido ni sustancia. Sólo halla consuelo en el pasado, en los vídeos caseros que grabó junto a Linda, y que muestran la relación de complicidad y amor absoluto que existía entre ellos. Sin embargo, con el tiempo, incluso esos recuerdos felices le dejan un poso amargo. Tony siente el peso de la existencia, del pasado irrecuperable, y no sabe cómo desprenderse de él.
“After Life” es una gran serie tragicómica, que consigue transmitir con realismo tanto la profundidad de la pérdida como la ligereza con la que a veces es recomendable reaccionar en el día a día ante los pequeños tropiezos y debilidades propias
Mientras encuentra el valor para poner fin a su vida, nuestro protagonista lidia con los intentos de los demás por consolarle. Se siente solo, incapaz de hacer entender al resto del mundo que, en realidad, él no desea sanar, no quiere traicionar el recuerdo de Lisa. A veces, la presión es tan insoportable para Tony que reacciona con agresividad, ira y una profunda y rabiosa vis cómica. Simplemente, siente cosas que para otros resultan inadmisibles, incondebibles, ajenas al más básico sentido de la supervivencia o a las normas más elementales de la educación social. Cuanto más intentan los demás animarle, más se hunde Tony en el abismo de la depresión y más ganas tiene de matarse.
Pero Tony necesita desahogarse, sacarse toda la ira que siente, y pronto se convierte en un agujero negro emocional que engulle a toda persona que se acerca. Y así pasa las dos primeras temporadas de “After Life”, en el vórtice de un tornado de dolor y desdicha que amenaza con llevárselo todo por delante. La tercera temporada, estrenada el pasado 14 de enero, se inicia con un Tony que empieza a vislumbrar la salida del trauma, pero que aún está lejos de conseguir estar en paz consigo mismo y con los demás.
Un proceso de sanación largo y tortuoso
Nuestro protagonista comienza a entender progresivamente que el camino fácil no es la solución, y que el proceso de sanación será largo y tortuoso. Para conseguir afrontarlo, Tony se apoyará ─por fin─ en todas esas manos tendidas que al principio le asqueaban, y entenderá que no es el único ser humano afectado por la pérdida y el desconsuelo. Por supuesto, esto no quiere decir que Tony deje de ser él mismo, así que continuaremos disfrutando de su peculiar e incisivo sentido del humor, pero ya no estará tan teñido de rencor, ya no tendrá la misma carga de profundidad, ya no será un arma defensiva ante los demás.
Tony es ahora menos cáustico y destructivo, aunque igual de sincero, y poco a poco vuelve a ser él mismo, lo que abunda en su relación con los demás, especialmente a sus relaciones en The Tambury Gazette. La tercera temporada de “After Life” nos muestra también la evolución del resto de personajes, ahora menos centrados en ayudar a Tony, y más concentrados en resolver sus propios problemas. Y, por fin, Tony también reúne fuerzas para devolverles el favor, entrometiéndose en sus vidas con su peculiar e inconfundible estilo.
El dolor y la pérdida, inevitables y parte de la existencia
El epílogo de “After Life” abunda en las virtudes de las primeras dos temporadas, al mostrar el dolor y la pérdida sin concesiones al más abyecto sentimentalismo, de forma realista y con el toque justo de dramatismo, pero con un punto más de optimismo ─tampoco exagerado─ y menos patetismo. Varios personajes evolucionan hacia algo mejor, crecen y se enfrentan con las miserias de sus vidas, y no lo hacen partiendo de la autoayuda, sino de la sinceridad descarnada. La influencia de Tony en este proceso es relativa y sin embargo decisiva, y en esto logra al fin convertirse en aquello que su difunta esposa le pidió al saber que moriría pronto. Consigue retornar a la vida, a tener relación con el resto de la humanidad, a no ocultarse bajo el manto del dolor para no sentir. Por fin Linda dejará de ser la excusa de Tony para comportarse como un cretino agresivo.
Vista en perspectiva, podemos afirmar sin dudar que “After Life” es una gran serie tragicómica, que consigue transmitir con realismo tanto la profundidad de la pérdida como la ligereza con la que a veces es recomendable reaccionar en el día a día ante los pequeños tropiezos y debilidades propias. La serie nos muestra que, por muy solos que nos sintamos, los humanos no somos una isla ─no del todo─ y que incluso en la más cerrada oscuridad conviene mantener viva una pequeña llama de esperanza. Y lo hace sin caer en la ñoñería ni el discurso facilón, sino adentrándose de lleno en una selva enmarañada llena de negatividad, punzadas de dolor e ira emponzoñada. Es decir, mostrándonos la realidad, y no una edulcorada colección de frases hechas y tonos pastel.
Una serie muy recomendable
Ricky Gervais, creador y guionista de la serie, no nos va a esclarecer el sentido de la vida, ni resolverá de repente los dilemas de nuestra existencia, pero sí nos mostrará en “After Life” que el dolor, una vez procesado, si bien no puede ser evitado, sí puede ayudarnos a crecer si lo afrontamos con la mentalidad adecuada.