Theo Montoya, el joven director de este documental, tenía un proyecto: una película sobre fantasmas que sería una metáfora de las dificultades de la comunidad LGTBIQ en Colombia, concretamente en Medellín. Tras la muerte por sobredosis de heroína del que iba a ser el protagonista y de quien estaba enamorado, decide cambiar sus planes y realizar un documental que reflejaría de una manera más directa los obstáculos y los miedos a los que se enfrentan las personas de su entorno de manera cotidiana. El documental tendría por título el nick que su amado usaba en redes sociales. Así nació “Anhell 69”.
Un coche fúnebre recorre las calles de Medellín. En su interior hay un ataúd, y dentro del ataúd, Theo Montoya es llevado como un muerto en vida mientras su voz nos va desvelando los entresijos de su proyecto frustrado y cómo se transformó en lo que acabó siendo.
“Anhell 69” elabora un retrato de un Medellín oculto y alternativo
De esta manera, elabora un retrato de un Medellín oculto y alternativo, de clubes nocturnos y drags, de estigma social y semiclandestinidad, de jóvenes sometidos a prejuicios y muertes indignas y prematuras en un país en el que la violencia es un problema endémico, y las drogas y el rastro de muerte que dejan tras de sí, el pan de cada día.
Frente a la cámara, un grupo de jóvenes da testimonio de cómo es su vida y cómo se enfrentan a esta siniestra cotidianidad. La respuesta es crear una comunidad. Se apoyan mutuamente, se aman y tratan de salir adelante, pero a veces la realidad es demasiado terca y no todos lo consiguen.
Las montañas de la intolerancia rodean y confinan
“Medellín es una ciudad sin horizonte” dice Theo en un determinado momento, mientras la cámara nos muestra una panorámica de la ciudad de noche. En efecto, vemos cómo las montañas la rodean y la confinan, en una metáfora perfecta de lo que el documental intenta transmitir. Vemos a los protagonistas en un descampado, hablando, riendo, abrazándose y besándose. Acción y reacción. Son quizá los dos momentos que mejor resumen “Anhell 69” Un documental que deja cierto poso de tristeza, pero que no renuncia nunca a la esperanza.