Los videojuegos de gran éxito siempre acaban por provocar un efecto goteo. Cuando un equipo hace algo particularmente bien, otros desarrolladores acaban por atornillar los mismos elementos en sus propios títulos. Por ejemplo, Call of Duty 4 vendió tan bien que casi cada hebra de su ADN se hizo omnipresente en los futuros juegos de acción tipo shooter en primera persona. En algunos juegos eso dio muy buen resultado, aunque en otros acabó por destrozarlos. Este es el caso de Resident Evil 5, que limpió hasta el más breve rastro de terror y supervivencia en favor de la acción grandilocuente y un derroche de potencia de fuego.
En el caso de los juegos de sigilo también se percibió un fuerte desvío de sus raíces. En los primeros títulos de Splinter Cell, Sam Fisher tenía un arma de fuego que solo podía usarse como un último recurso. Los juegos de sigilo e infiltración requerían paciencia y tiempo, algo que no todo el mundo estaba dispuesto a tener cuando había una alternativa más propia de los tiroteos del lejano oeste en las películas de Hollywood y que resultaban mucho más atractivas para el gran público.
Y entonces, en pleno 2016, cuando creíamos que la acción frenética y caótica ya había consumido hasta el rincón más recóndito del universo de los videojuegos, un joven equipo indie de Barcelona nos hace un maravilloso regalo: Aragami; una carta de amor a las misiones de sigilo sin adulterar. Lince Works no ha hecho un juego con grandes pretensiones, pero sí que ha conseguido homenajear a los grandes del género como Metal Gear Solid (en sus primeras entregas) o Dishonored.
El juego nos pone a los mandos de un Aragami, una sombra vengativa convocada a través de un ritual mágico con el único propósito de degollar a los enemigos de la persona que la ha llamado. Su benefactora tiene un gran resentimiento contra el llamado «ejercito de luz», y pretenderá que el Aragami la rescate de su cautiverio y vengue a su pueblo; todo en una misma noche… una noche teñida con la sangre de sus captores.
Los controles son sencillos: acercarse a un enemigo en silencio, presionar un botón, rajarle la garganta e ir sumando cuerpos a nuestra lista negra. Pero hay que tener cuidado, porque al igual que nuestros enemigos mueren de un solo golpe nosotros también. Podemos huir, escondernos y procurar que nuestro enemigo no haga saltar la alarma, pero si uno solo de ellos nos pilla desprevenidos ya podemos darnos por muertos.
Por suerte, controlar al Aragami es sencillo a la par que entretenido, procurando buscar las sombras más oscuras para esconder nuestros pasos. Pero caminar no es la única manera de desplazarnos que tenemos, tenemos la posibilidad de usar nuestros poderes sobrenaturales para teletransportarnos de una zona sombría a otra, siempre que tengamos bien llena nuestra barra de magia, muy bien introducida en el juego como parte de nuestra indumentaria. Una capa que mengua su brillo a medida que utilizamos nuestros poderes o nos acercamos demasiado a zonas con mucha luz. De hecho este elemento estético recuerda mucho al título indie «Journey», que también utilizaba la capa como indicador de fuerza/vida.
Pero la capa no solo nos permite saltar de sombra en sombra, también podremos teñir con nuestra oscuridad zonas tenues (zonas sin mucha luz que no nos causan daño, pero donde es más fácil que nos detecten) para hacerlas más oscuras y así saltar a esa sombra para sorprender a nuestros enemigos o huir con mayor facilidad.
A medida que utilicemos nuestros poderes nuestra capa irá disminuyendo su brillo, por lo que tendremos que volver a zonas muy sombrías para que esta recupere todo su poder.
A medida que avance la historia podremos hacernos con unos pergaminos mágicos que nos darán puntos de experiencia para poder desbloquear nuevas habilidades. Empezaremos con poca cosa, pero a medida que avanza el juego podemos acabar siendo verdaderos señores de las sombras. Podremos colocar trampas, como un vórtice sombrío que absorbe a nuestros enemigos, lanzar cuchillos de sombras absolutamente letales o utilizar nuestra potente visión para hacer un reconocimiento táctico de la zona.
La mayoría de niveles nos ofrecen un espacio enorme que podremos abordar de una forma diferente siempre que los volvamos a jugar. De hecho los sistemas de puntuación y trofeos del propio juego nos animan a ello, ya sea procurando no ser descubierto en ningún momento, acabar la misión sin matar a nadie o segando todas las almas del mapa. Cada misión se puede jugar en solitario o en línea con un amigo, pero sin los grandes poderes del Aragami, una gran tentación para aquellos que quieren poner a prueba su destreza en los encuentras más difíciles del juego.
El apartado sonoro es, quizás, lo peor de este título. Los diálogos son bastante insulsos y no están bien adaptados a los personajes. Los personajes hablan una suerte de chino/japonés que se deja entender gracias a los subtítulos, pero en muchas ocasiones el lenguaje oral y el escrito no corresponden en absoluto. Por ejemplo: nuestro personaje formula una pregunta con tan solo dos palabras, pero la traducción necesita de tres líneas de texto para explicar lo que ha dicho. Además, la BSO no es nada original. Sí que es cierto que tiene una temática oriental muy tranquila, pero en ningún caso nos da la sensación que la ambientación haya estado finamente trabajada, más bien parece que hayan cogido al azar unas cuantas melodías de archivo.
Lince Works ha hecho un buen trabajo con este juego y, aunque tiene muchos puntos a mejorar (sobretodo diálogos), ha conseguido crear un excelente juego indie de sigilo. Es una vuelta a los orígenes del género y su dificultad está muy equilibrada. De hecho para aquellos jugadores que acepten el desafío de no matar a nadie les resultará tremendamente difícil, pues el sistema de vigilancia de los guardias y su colocación parecen perfectamente estudiadas, incitándote a facilitarte la faena cortando algunas gargantas. Si os gustan los juegos de sigilo e infiltración, Aragami es una buena apuesta, seguro que no os decepciona.