Cuando se dice que la publicidad que aparece en las portadas de los libros es engañosa se está afirmando una verdad como un templo. ¿Cuántas veces pasa que lees un resumen de la novela en la contraportada y parece que estás ante el libro de tu vida? No digamos ya cuando lees las recomendaciones del famoseo literario de turno… Y luego, ya convencido, empiezas a leer y a las veinte páginas se te queda cara de tonto y dices: “¿pero qué es esto?”. Con aaaaaaaaños de experiencia en la compra de novelas una diría que ya tendría que saber que los reclamos comerciales son una cosa y la realidad de los libros son otra. Pero sigues cayendo. Cosas de leer hasta los agradecimientos… Y, bueno, lo único que te queda es dar las gracias de vez en cuando porque, a pesar de que el libro no tiene nada que ver con lo que la publicidad sugería, la historia sigue siendo buena.

De vez en cuando.

Habrá que dar las gracias entonces a la editorial AdN (Alianza de Novelas) porque, a pesar de su resumen  comercial, “Artífices del azar”(AdN, 2018) del israelita Yoav Blum, creador de software y aspirante a escritor desde los seis años, es una buena novela, entre la fantasía y el romanticismo, muy original en su planteamiento y muy hermosa en su resolución. Y aquí me voy a permitir una colleja a quien haya escrito la contraportada del libro porque no tiene desperdicio, vamos:

“Y si la bebida que acabas de tirar, el tren que acabas de perder o el boleto de lotería que acabas de encontrar no fuera un suceso fortuito? ¿Y si este suceso formara parte de un plan mayor? ¿Y si no existiesen los encuentros casuales? ¿Y si unos desconocidos decidieran nuestro destino? ¿Y si estuvieran planeando incluso el destino del mundo?”
Y esto es sólo el primer párrafo. Resumiendo, tenemos, valiéndose de los famosos “¿Y si…?”, organizaciones secretas, objetivos manipulados, misiones complicadas, planes que deciden el destino del mundo… Uno lee este resumen y cree estar ante una novela de conspiraciones, con organizaciones en la sombra más allá de la legalidad conocida que se valen de coincidencias para manipular el destino de las personas a su conveniencia. Es cierto que lo parece, ¿no? Pues no, no y no.

Yoav Blum parte de una premisa imaginativa, la existencia de unos personajes llamados “artífices del azar”, personas salidas de vete tú a saber dónde (el libro nunca lo aclara del todo así que el lector tendrá que sacar sus propias conclusiones), que se dedican a crear coincidencias para que ciertas personas cambien sus vidas de una manera determinada. Y no hablo de líderes mundiales ni del descubridor de la “bomba del fin del mundo” sino de la parejita que parecía que nunca se encontraría o el tipo cuadriculado que escondía un alma de poeta. Además, a lo largo de la novela todas nuestras primeras impresiones sobre los tres “artífices” que conoceremos, Dan, Emily y Eric, sobre su trabajo, su existencia, su pasado, su presente y su futuro, van a ser desmontadas una a una en una trama ingeniosa e inteligentemente resuelta.

Blum no necesita de violencia, angustias soterradas o dramas psicológicos para hacer avanzar la novela. Los asomos de violencia al final se disuelven dentro de una trama que nos habla de esperanza y de amor. Y no me importa repetir esta palabra, amor, todas las veces que sea necesario porque es el verdadero motor de la trama. Las coincidencias, los artífices y sus objetivos son solo el embalaje necesario que envuelve esa verdad.

El argumento es un puzzle hábil, un circo a varias pistas, cuyo hilo central no debemos perder de vista si queremos comprender del todo la resolución de Blum. Porque el escritor juega con nosotros al despiste, sin aclararnos nunca del todo sobre que va en concreto su historia y solo al final comprenderemos que historia quería contarnos y adónde quería conducirnos. Y en el meollo de todo el asunto no hay conspiraciones ni planes para saltar al mundo por los aires; hay, como suele pasar en casi todas las tramas interesantes y perdurables, una historia de amor. Admitámoslo. Además, digan lo que digan muchos, toda gran historia de amor es una gran historia (no se si esto me lo he apropiado de alguien pero me gusta y me viene al pelo). Y pregunten si no al viejo protagonista de “Un viejo que leía historias de amor” (1988), la magistral obra de Sepúlveda, cuales son las únicas novelas que merecen la pena.

Quizás es por este motivo que me ha dado tanta rabia la publicidad del libro: a cada página esperaba el quiebro decisivo, el salto mortal que condujese la historia hacia esos cauces conspiratorios que me habían prometido. Sin ese resumen y esas frases de alabanzas de Charlene Harris, autora de “True Blood” (¿qué hace esta señora comentando este libro? Es como si el lobo diese una conferencia sobre la bondad de caperucita), o las del tipo que cita a Calvino y Philip K. Dick, hubiese tenido más oportunidades de disfrutar el libro como lo que es: una fantasía sobre el destino y el amor levantada en torno a un universo propio que se encuentra dentro del nuestro de cada día. Tal vez se le pueda comparar a Calvino, aunque yo encuentro al italiano mucho más metafórico y analista de la realidad, pero desde luego no a K. Dick, un hombre torturado y desencantado con la humanidad. Y es que el ser imaginativo y capaz de crear mundos propios no crea paralelismos necesarios con ciertos escritores porque si…

Otros lo han tenido muy claro a la hora de vender el libro, como en Italia donde han cambiado el título y le han puesto “La fórmula del corazón y del destino”, que no tiene nada que ver con el título original pero se acerca más al meollo del asunto. No sé, la verdad. Creo que, sin necesidad de desvelar la trama principal, se podían haber acercado un poco más a la realidad de la novela y haberla hecho más accesible. Aunque la duda horrible que me persigue es que el resumen de la novela sea del propio autor y que haya querido jugar con el lector desde el principio y yo haya caído como una lela en la trampa, dando vueltas sin encontrar el verdadero tema hasta el final.  En fin…

Hay, sin embargo, un par de cosas que no me acaban de convencer sobre la historia de Blum. Me estomaca un poco la omnipresencia de la “organización” Artífices del Azar, sus manuales, objetivos, exámenes, textos, lecturas obligatorias… Ni en el F.B.I., vamos. Y las reglas, todas esas malditas reglas que hay que respetar y que llegan a embrollar en algunos momentos la trama. A veces parece que estemos asistiendo a un curso universitario, otras a un imposible caso jurídico. En fin, pasaremos por lo de los universitarios, porque las citas a veces aclaran de forma fundamental la trama, e incluso miraré a otra parte con las dichosas reglas inquebrantables pues están en la base del libro. Todo en bien de la historia. Aunque… a veces, también, el autor parece que está pontificando, como cuando habla en la página 91 de que la gente necesita creer en algo que sea mayor que ellos y para eso está el amor, o cuando filosofa sobre los individuos y sus máscaras en la página 164. Demasiado espíritu de profesor. No es algo que predomine en el libro pero ese aire de maestro de gentes lastra otro pelín más la historia.

Son sin embargo pequeños escollos en una trama bien ideada que a medida que avanza se muestra cada vez mejor trazada y resuelta. Quizás hubiese deseado también algo más de dramatismo en los personajes pero la resolución de la historia es lo bastante hermosa como para obviar esas cuestiones.

Hay que recordar que esta es una historia primeriza: Blum la escribió en 2011 partiendo de un cuento previo. Apareció por primera vez en Israel convirtiéndose allí en un best-seller. Más tarde Blum ha publicado otras dos novelas aún no traducidas al castellano en las cuales, tras leer los resúmenes que el propio autor ha colgado en su página, parece que se adentra mucho más en los caminos de la ciencia ficción y el thriller. Está claro que sus referencias son las de la ciencia ficción clásica (en alguna entrevista habla de Asimov como uno de sus autores predilectos) y me quedo con ganas de leer su tercera novela situada en un mundo donde las personas pueden intercambiar sus cuerpos a placer. Blum tiene muy buenas ideas y sabe como plasmarlas y eso es el sello de un gran escritor, la verdad.

Voy a citar aquí sus propias palabras cogidas de su página web (que también está en castellano cosa que se agradece porque yo de hebreo ni papa, vamos):

“Me gusta escribir sobre mundos realistas con un giro, sobre [como] ser humano, sobre el destino, el libre albedrío, la forma en que nos definimos a nosotros mismos y del aislamiento y las amistades que nos definen [yo aquí habría puesto “conforman” pero no soy traductora…]”.

Y, sobre todo, me identifico con estas frases:

“Al final del día me gusta imaginar. Es la mejor parte de lo que hago. Escribir es solo el resultado de tratar de dar vida a mis pensamientos fuera de mi cabeza”

En fin, que espero que me perdonen la pataleta pero la frustración no me la quita nadie por tanto “parece pero no es”. Porque la historia es imaginativa, engancha y da cuanto promete… si no esperas conspiraciones ni desastres mundiales, claro. Ya vuelvo otra vez a lo mismo…

Bueno, para acabar, recomiendo la historia, que quede claro, y, por cierto, habrá que estar atentos porque parece que “Jolibud” ha comprado la historia y ya andan eligiendo actores y demás parafernalia. Veremos como publicitan la película…

 

Eidian
Recuerdo que escribí mi primera poesía recién operada de apendicitis con nueve deditos contados. Desde entonces odio los hospitales y adoro la escritura. Hasta hoy han pasado dos carreras (historia del arte y náutica, ahí es nada) y resulta que he acabado como marino/na (para gustos los colores). He regresado hace poco a esta página donde comencé a escribir críticas literarias porque hay cosas que nunca se olvidan. Experiencias malas, buenas y superiores. La vida misma.

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