Hace unos meses llegaba a librerías de manos de la editorial Insólita “Ayantek”, la primera incursión en la novela de la ganadora del I Premio Ripley, Miriam Jiménez Iriarte. Una historia potente, pero también descarnada. Un texto complejo, algo caótico quizá, y difícil de etiquetar.
Esta es la historia de un mundo terrible y salvaje; y la historia de sus habitantes, que nos mostrarán, a medida que pasamos las páginas, el horror y la miseria humana en casi todas sus formas.
La sociedad de “Ayantek” está dividida en dos estratos sociales. Los Bendecidos, quienes poseen el Don de la sanación y riquezas suficientes para vivir holgadamente, protegidos por la guardia y una magia capaz de contener a esos monstruos come-humanos conocidos como zamuris que llegan cada noche. Hijos predilectos de los dioses, su destino tras la muerte es Ayantek (el paraíso).
Entre ellos se encuentra Kora, la hija del director de la escuela de sanación de Avacornis. A pesar de pertenecer a una larga estirpe de Bendecidos, ella no logra despertar su Don. Si no lo consigue, cuando su padre muera será desterrada al barrio de los Durmientes.
Y nadie quiere formar parte de esta casta de marginados, el estrato más bajo y empobrecido de la sociedad. Porque pertenecer a ella significa vivir a merced de los Bendecidos y los mercenarios, y terminar siendo pasto de los zamuris. O aprender a sobrevivir por encima de todo.
Así lo hace Asterkia, una violenta guerrera a la que llaman amiga de los marginados, adicta y fornicadora. Ella sabe que tras la muerte despertará en Ud-Haddkram (el infierno) rodeada de demonios. Pero sigue adelante junto al pequeño Crodak. Porque en su mundo, es así como funcionan las cosas.
Chotacabras no lo tiene más fácil. Un mercenario solitario que reniega de su origen pero que no recibe más que odio debido a la piel negra que lo delata como champtaliano.
Maese Fiacco vive a caballo entre la luz y las sombras; profesor de anatomía en la escuela de sanación, en sus ratos libres realiza experimentos clandestinos con los niños que le traen los mercenarios de El Puño.
Las vidas de estos y otros personajes trazan caminos independientes que se entrecruzan y se separan en una vorágine de crudeza, horror y muerte. Y lo hacen de forma muy inteligente, que a priori puede resultar también confusa: con un narrador en tercera persona que va saltando de personaje y que es, a su vez, bastante subjetivo. No, no me refiero a largos monólogos interiores (que no hay), si no a que el lector deberá sacar sus propias conclusiones de lo que dice y hace cada individuo. Pues ellos nos hablarán de costumbres, ideas y otros personajes de un mundo totalmente desconocido, y será el lector quien tendrá que unir cada pieza e ir armando el puzle… o terminará perdido entre las páginas de una novela que exige mucha atención.
Y también mucho estómago, pues la autora ha querido reflejar con detalle (aunque sin recrearse en lo macabro) una brutalidad presente durante todo el libro: violaciones, mutilaciones, experimentos humanos y otras muestras de depravación construyen escenas nauseabundas no aptas para aprehensivos.
Un libro que cuesta encasillar en un género (fantasía, ciencia ficción o terror), ya que ofrece tintes de los tres. Un libro que, más allá de su inclemencia, toca temas poderosos y da voz a los marginados, a aquellos que nadie escucha. Y es que en “Ayantek” no existen los héroes, sino personas llenas de odio, vacías de esperanza.
La edición por parte de Insólita está muy cuidada; sus más de 400 páginas nos llegan en formato tapa blanda con solapas y una más que atractiva portada obra de Fran Mariscal.
¿Recomendarlo? “Ayantek” es una historia con muchísima fuerza y una prosa sobrecogedora, que, a pesar de la confusión inicial, logra enganchar al lector y lo reta a sacar sus propias conclusiones. Pero también admito que me ha costado mucho leerlo debido a esa crudeza que, aunque 100% intencionada, a mí me ha causado incomodidad, incluso repulsión. No se trata de una lectura fácil ni mucho menos agradable. Aquí te esperan el horror, la depravación, la desesperanza más absoluta.