Pero vamos a meollo de la cuestión: este tomo de 48 páginas a todo color encuadernadas en cartoné empieza con algunos detalles y el desenlace del combate que von Richthofen y Georg, su compañero de vuelo en el biplaza, mantuvieron en las calles de Brujas y que pudimos disfrutar en todo su esplendor en el número anterior. Tras este combate, toman la decisión de regresar al aeródromo de Ostende.
¡El primer combate aéreo de von Richthofen! Una vez de regreso recibe las primeras curas: unos puntos en el dorso de la mano, consecuencia del accidente que tuvo con la hélice, y la desinfección de la rozadura de una bala en el hombro derecho. Tras ello, se dirigen al hangar para ver los daños mecánicos de su aparato. Observan los extensos daños que ha sufrido el AEG: cientos de impactos de bala a lo largo y ancho del fuselaje cuando parecía que no les había pasado nada. Se muestran aliviados de haber salido ilesos y se admiran de la capacidad de resistencia al castigo de estos antiguos aparatos. Obviamente y como buenos pilotos de caza, se dedican a fanfarronear. Manfred, obviamente, piensa que podría haber realizado la caza mucho mejor de haber sido él el piloto, y toma la decisión de aprender a pilotar.
Obviamente, consigue convertirse en piloto –cómo no, o nos quedamos sin historia-, y es asignado al Jagdstaffel (JASTA) 2, en Bertincourt, que cubría el sector de Verdún. Como curiosidad, os comentaré que lo mandó llamar su comandante, el conocido táctico alemán Oswald Boelcke –el mentor de muchas grandes carreras de conocidos aviadores: Max Immelmann, Erwin Bohme, Manfred von Richthofen…-. Es allí, en el enfrentamiento con un avión francés perteneciente a las primeras versiones del Nieuport 17 , que entonces montaba una ametralladora en el plano superior –que era un sistema muy precario para un monoplaza: en mitad del combate, el piloto tenía que levantarse y accionar el gatillo de la ametralladora, con lo que al estar de pie era más vulnerable y se perdía control sobre el aparato, y eso sin pensar en si tiene que cargar (pues imaginad para recargar o para desencasquillar la Lewis que montaba ese modelo, como le pasa al pobre piloto del cómic)-, donde consigue su primer derribo confirmado. Da nuevamente muestras de su sangre fría y de su sed por combatir.
Podremos ver un detalle que poca gente conoce: la caballería alemana estaba dotada de una carabina Mauser M.98a que podremos admirar con todo lujo de detalles. Era una versión acortada del Mauser 98 originalmente fabricada para la Cabellería y unidades de apoyo: recámara de menor diámetro externo, un cañón con contorno liso en lugar de graduado, un gancho en ‘L’ (para su apilado) unido al guardamanos cerca de la boca del cañón, un cerrojo con manija doblada hacia abajo y un entalle en el guardamanos del mismo tipo que el de los fusiles de francotirador. Fue un rifle muy apreciado porque era más ligero y corto que el Mauser 98 de dotación, así que era más apropiado para poder emplearse en el asalto a una trinchera.
Otro detalle es la pelliza , llevada a modo de herreruelo, atada al cuello y sobre el hombro izquierdo. Pero en este caso es más bien un capote para resguardarse de las inclemencias del tiempo.
Y no comentaré más, para no cargarme la sorpresa de algunos hechos. Sólo anticiparé que cimenta su leyenda de “luchador clarividente” a través de un combate insospechado, y también cómo su sangre fría prueba sus ansias de combatir.
La pena es que, teniendo en cuenta que han aparecido algunos aparatos nuevos y que el Barón Rojo voló varios modelos de aviones, no hayan aprovechado para ofrecernos en la contraportada un modelo de avión distinto al Fokker Dr.I. Una pena. Y, de nuevo, se echa de menos algún añadido: bocetos, estudio de personajes… No demasiado, entre dos y cuatro páginas. Habría sido una ocasión fabulosa para presentar el uniforme de ulano, que es precioso. Pero son pequeños detalles que no desmerecen la historia.
¡Y no nos olvidemos de mencionar el minucioso cuidado al detalle! Como siempre, magistral en cuanto a la documentación. Prueba de ello la minuciosa representación de la Lonja de los Paños de Ypres , o la vista aérea de la fortificación francesa de Fort Douaumont , el más grande del anillo de 19 puestos fortificados que defendían Verdún.
Así que solo nos queda seguir el camino del cómic hasta que seamos testigos de cómo la leyenda del Barón Rojo llega a su culmen como piloto del JASTA 11. ¡No os lo perdáis! Yo, desde luego, os mantendré informados.
Siempre se agradece el disfrutar de obras tan minuciosas, artísticas y bien concebidas como ésta. Si eres un aficionado a la Historia bélica, no debes perdértelo.