Andrezj Sapkowski (Lodz, Polonia, 1948) presenta en «Bautismo de Fuego» la quinta entrega de la saga fantástica más importante de finales de siglo XX, Geralt de Rivia, el mayor intento para insuflar vitalidad en un género necesitado de buenas ideas y, además, una de las muestras literarias de mayor calidad de una Europa del Este aún poco presente en otras sociedades y en otras culturas. Un volumen aún pendiente de publicar en el nuevo sello de Luís García Prado (Alamut), pero que aún se puede encontrar en las tiendas bajo el sello de Bibliópolis.
El contexto de «Bautismo de Fuego» sigue siendo bélico, pues se suceden las escaramuzas militares en todo el territorio en contra de la voluntad expansionista del Imperio de Nilfgaard y los intereses del rey Emhyr var Emreis. La ‘pseudofamilia’ que constituyen Geralt de Rivia, Yennefer de Vengerberg y Cirilia de Cyntra continúa separada durante toda esta entrega. Yennefer y Geralt continúan, por distintos caminos y con sus propios problemas, la búsqueda de Ciri. Ambos están preocupados por unos rumores que afirman que Ciri fue raptada por Nilfgaard y está en aquel reino a la espera de contraer nupcias con el Rey EmhyrM; matrimonio que expandiría así de forma legítima el Imperio hacia uno de los territorios con los que, aún hoy, mantiene Nilfgaard militar disputa. Y sobre Ciri, por resultar éste un tema interesante en la trama, permitidnos el no deciros nada y si recomendaros el desvelar este hilo narrativo a través la lectura; prometiendo, como es ya marca de la ‘Casa Sapkowski’ emociones y sorpresas.
Por supuesto, también en esta entrega Sapkowski sigue dando rienda suelta a todas las características que hacen de su obra ‘fantástica’ un impresionante tour de force narrativo: un lenguaje riquísimo que maneja con inmejorable soltura; un sentido del humor sarcástico y socarrón, teñido por veces de cierta negrura con el avance de los tiempos bélicos; una erudición en la documentación de temas capaz de aportar al lector pedagógica sabiduría, sin jamás llegar a ser este contenido un añadido injustificado y si estando siempre perfectamente engarzado en la historia; o una mano artística excelente en la recreación de las escenas de mayor acción –cuestión por la que le inquirimos en la entrevista y que, por lo que nos dijo, se deduce consecuencia natural de una imaginación desbordante y de una creatividad a la altura de su capacidad literaria.
Entre todos los nuevos personajes con los que nos podemos deleitar en Bautismo de Fuegio destacan, para mí, dos: Zoltan Chivay y Regis. El primero en la primera mitad del libro, el segundo en la segunda mitad (y, en especial, en el último capítulo) son, quizás, dos de los mejores personajes de toda la saga y, por supuesto, los mejores secundarios de todo este quinto volumen. La profundidad y la humanidad que cada uno de ellos tiene, su capacidad para abrir nuevas subtramas e hilos argumentales, así como su simple potencial en cuanto motores narrativos en este tomo es a tener muy en cuenta. En particular, recomiendo al lector que se pare en los diálogos que Geralt de Rivia mantiene con cada uno de ellos, pues en esas pocas palabras se da una verdadera lección para futuros escritores sobre cómo construir atmósferas y ambientes, sobre cómo desenvolver argumentos de forma sólida y convincente y, más que nada, sobre cómo construir personalidades y personajes con solidez y solvencia.
Un nuevo abanico de temas engalana las páginas de «Bautismo de Fuego». Sapkowski trata en estos volúmenes belicistas, cierto es, sobre la crueldad de la guerra, las penurias de aquellos que sufren y buscan refugio, así como lo espurio de los intereses de aquellos que llaman a la gente a tomar las armas. Aquí, sin embargo, hay espacio para ir más allá y, a través de las peripecias de este o aquel personaje, abrir una nueva rendija a otro tema sobre el que dar bien unas gotas de esencia, bien un detenido tratado. «Bautismo de Fuego» contiene, por ejemplo, alguna de las notas más lúcidas de cosmopolitismo –o antipatrioterismo- que recuerdo haber leído; se hace, además, un análisis sobre la relación entre el miedo como recurso psicológico y el mito como producto sociológico digno de leer con calma; y el tratamiento que se hace del aborto, sin duda, tiene mucha miga y es perfectamente compatible con el desarrollo contemporáneo sobre el tema.
Permitidme, además, que os recomiende el que, creo, es uno de los mejores capítulos de los que tiene toda la saga (a la espera, claro, de que se publique en España el último volumen, La dama del Lago). El último capítulo de «Bautismo de Fuego», el séptimo, es completo en cuanto a la variedad de elementos que contiene, en lo representativo de Sapkowski que es, y en la alta calidad que la literatura contenida en esas pocas decenas de páginas contiene.
«Bautismo de Fuego» es, en conclusión, un volumen de una calidad que supera la excelencia, con una profundidad en los personajes sobresaliente, con una amplitud en temas y enfoque pocas veces vista en una obra de fantasía, y que supone un nuevo “más allá” tanto en la capacidad de Sapkowski como autor, como de la saga como producto literario. Una meta difícil de conseguir y que esta saga tiene la extraña virtud de alcanzar, con «Bautismo de Fuego», las más altas cotas.