El pasado 17 de agosto Netflix incluyó en su catálogo Big fish and Begonia, un film de animación producido en China que se estrenó originalmente en su país en 2016. Una película que ya en su tráiler derrocha fantasía, colorido y espiritualidad, y a la cual no me pude resistir.
Este largometraje dirigido por Liang Xuan y Zhang Chun nos transporta al mundo bajo nuestro océano, donde viven los guardianes de las almas y la naturaleza, unas criaturas mágicas que no son humanas ni dioses. Allí, la joven Chun acaba de cumplir los 16 años y, según la tradición, debe enfrentarse a una prueba que la llevará a recorrer durante siete días el mundo humano convertida en delfín para probar su valía y regresar como adulta.
Pero cuando llega el momento de volver, Chun queda atrapada en una red de pesca y, al intentar salvarla, un chico humano muere.
Chun regresa a su hogar cargada con el enorme peso de la culpa e, incapaz de soportarlo, acude al poseedor de almas, custodio de los espíritus de los fallecidos, con quien hace un trato para devolver al chico a la vida.
Así, recibe su alma en forma de un pequeño delfín, Kun, al cual deberá proteger hasta que crezca para que pueda regresar a su mundo como humano. El mejor amigo de Chun, Qiu, le ayudará en esta difícil empresa capaz de poner en jaque todo cuanto conocen.
Así comienza una historia llena de magia y descubrimiento, una historia que nos habla de la fuerza de la amistad y del amor, y también del valor del sacrificio. Que, fiel a sus orígenes, rebosa espiritualidad y amor por la naturaleza. Una historia llena de giros y personajes que mantienen al espectador en un estado de sorpresa y maravilla continua. Y en este aspecto, además de en la ambigüedad de su mensaje, recuerda mucho a los films del estudio Ghibli.
Los personajes de Big fish and Begonia me parecen maravillosos. Sus secundarios son arquetipos bien reconocidos para quienes tengan un poco de bagaje en el cine asiático: los líderes con tipos de magia diferenciados, la madre sobreprotectora, los abuelos sabios o los guardianes místicos y esperpénticos. Aunque todos ellos encajan en su papel, son los dos jóvenes protagonistas, además de Kun, quienes roban toda la atención con la fuerza de sus sentimientos. Sentimientos tan poderosos que les harán romper todas las normas, arriesgar sus vidas, cometer errores y darlo todo por aquello que creen correcto.
Especialmente a Qiu, para mí el más creíble de todos los personajes de la película, cuya personalidad y entrega conquistan.
Pero donde más destaca Big fish and Begonia es en un apartado visual magnífico. Su imaginario es rico, vívido y colorido. Tan vasto y extraño que no puedes apartar la mirada: magia, monstruos y criaturas míticas, además de paisajes sobrecogedores, llenan la pantalla con una cuidada mezcla de animación 2d y CGI. Todo un derroche de fantasía preciosista, inspirada en la cultura asiática. El lirismo y la belleza de algunas de sus escenas simplemente deslumbra, te toca el corazón.
Una obra de arte a nivel visual que se complementa a la perfección con una banda sonora tranquila y emotiva, compuesta por Kiyoshi Yoshida (también compositor de la banda sonora de La chica que saltaba a través del tiempo). Melodías de influencia China y sonidos de la naturaleza se mezclan con pianos y baladas más occidentalizadas, formando un conjunto que fluye junto a la historia y las imágenes.
En definitiva, estamos en la que para mí es una pieza maestra de la filmografía asiática. Sin mucho que comparar con otras películas chinas, pues no soy experta en la materia, creo que está a la altura de algunos de los films de Miyazaki, cuyo espíritu Big fish and Begonia ha querido homenajear.
No obstante, no es una película para todos. Su mensaje difuso, su poesía y lo extraño de su imaginario quizá no acaben de convencer a un público que solo consume cine occidental. Pero los amantes de la animación japonesa, de las películas de Ghibli, del amor por la naturaleza y la espiritualidad —y, por supuesto, de la fantasía capaz de maravillar— disfrutarán de la belleza de Big fish and Begonia, de su emotiva historia y de la fuerza de sus personajes. Y, como lo hice yo, volverán a descubrir lo que es el asombro y la fascinación, lo que es que una película te robe el aliento.