Apenas un año después de finalizar Blame!, Tsutomu Nihei (Fukushima, 1971) volvía para deleitarnos con otra historia acerca del fin del mundo con la publicación en junio de 2004 de Biomega en la revista Weekly Young Jump que, tras un parón aprovechado para crear Abara, regresó en Ultra Jump hasta su finalización en 2009.
En Biomega, Nihei cambia de registro optando por un desarrollo tradicional centrado en el diálogo y en una narración en la que desde el inicio se nos van dando pistas del terreno que pisamos.
Tanto es así, que sabemos hasta el cuándo y el dónde: es el año 3005 d.C. (fecha tan lejana que la Humanidad ha tenido tiempo de colonizar marte e irse) y una nave de reconocimiento propiedad de una organización conocida como DRF parte de la Tierra hacia el planeta rojo tras siete siglos sin presencia humana. O eso parecía.
A su regreso un año después, la nave de la Fundación para la Recuperación de Datos sufre un accidente y queda a la deriva en la órbita terrestre mientras los restos de un tripulante infectado con un virus llamado N5S esparcen sus esporas por todo el planeta.
El virus se propaga como la pólvora convirtiendo a casi todos los seres humanos en drones: una especie de zombies pero a lo Nihei, mucho más currados y terroríficos. Sin embargo, hay personas que a pesar de estar infectadas no sufren los efectos adversos del virus y a las que tanto la DRF como una corporación denominada Industrias Pesadas Tôa buscan con ahínco.
Estos últimos cuentan para ello con Zôichi Kanoe y la inteligencia artificial Fuyu Kanoe, que armados —y digo bien— con una moto prima de la de Kaneda con unos extras que ríete tú de la Batcycle (tiene hasta una aparato para derribar misiles balísticos intercontinentales…) llegan a la isla artificial 9JO, clausurada por culpa de la calamidad drone, para rescatar a una de esos “adaptados”: Ion Green.
A partir de aquí —es decir, desde prácticamente la primera página— Nihei vuelve a ofrecernos una historia repleta de acción en la que veremos a esa navaja suiza que tienen por moto derrapar por paredes, tejados y todo lo que se ponga por delante; mientras Zoichi va esquivando balas, matando drones y luchando a cara de perro con los Inspectores y las unidades de ejecución del Servicio de Sanidad Pública, una organización gubernamental vinculada a la DFR que quiere eliminar a todos los drones de la Tierra por las malas.
Porque lo que no ha cambiado el artista de Fukushima es su capacidad para emocionarnos con su dibujo y sus escenas de acción. Partiendo de un estilo más oscuro y orgánico que el utilizado en Blame! pero también más legible, Nihei crea viñetas e ilustraciones realmente espectaculares por las que desfilan criaturas como un oso con apellido ruso o asesinos que son una mezcla de Leatherface y los Butcher de Silent Hill.
En cuanto a la trama, hasta donde alcanza esta primera entrega de Biomega Ultimate Edition está muy bien planteada y tiene buenos e inesperados giros que os harán repasar mentalmente quién es quién alguna que otra vez.
Y hablando de Editions…Si en cualquier manga tener en cuenta el formato es importante, en Biomega Ultimate Edition 1 es imprescindible. Panini Comics nos brinda un volumen que agrupa los tres primeros tomos de la edición anterior en un formato libro de tapa dura que es de lo mejor –sino lo mejor- que un servidor ha visto en manga. Las tapas de un color gris verdoso dan paso a unas hojas de guarda en rojo seguidas de 640 páginas en un papel de gran calidad. Una pasada.
En definitiva, tras acabar la primera parte de esta magnífica nueva edición podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la apuesta de Nihei por una narrativa convencional le sienta estupendamente a Biomega y no le resta nada a su peculiar estilo artístico.
A por la segunda!