Distopía: ese concepto redundante.
Rafael Marín, en Facebook.
INTRODUCCIÓN
El género de ciencia ficción tiene una infinidad de temas dentro de su espectro narrativo. Los viajes espaciales, los extraterrestres, las inteligencias artificiales, batallas, conquistas, tecnologías indistinguibles de la magia… Uno de estos temas, que resulta recurrente en todos los medios que utilizan el género de la ciencia ficción como base de la historia, es la distopía. Definir este término es sencillo si lo contraponemos a utopía. Si ésta última hace referente a un mundo, entendido este como sociedad humana, ideal, magnífico y en el que el ser humano llega al máximo de su desarrollo ético, distopía expresaría un “mundo” ominoso, especialmente para las personas, con una forma de gobierno dictatorial y opresiva. En todo caso un mundo distópico sería un mundo en el que el ser humano viviría en unas condiciones muy alejadas de nuestro estándar actual. El diccionario de la Real Academia define la palabra de la siguiente forma:
Distopía: Del lat. mod. distopía, y este del gr. δυσ- dys- ‘dis-2’ y utopia ‘utopía’.
f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.
Una de las más importantes distopías literarias la escribió Franz Kafka y la tituló El Proceso . En esta novela el ciudadano Josef K. Es detenido como se explica en el comienzo de la novela: “Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido”. El proceso al que se le somete no guarda ninguna garantía y el acusado no es capaz de defenderse porque ni siquiera sabe de qué se le está acusando. El estado totalitario es imposible de esquivar, incluso utilizando sus propias leyes.
No cabe duda de que la distopía más famosa es 1984, de George Orwell, publicada en 1949 después de muchas reticencias, y porque no decirlo, censura. Eran tiempos en que el Reino Unido tenía que contemporizar con la URSS y no convenía “ofender” con el terrible escrito de Orwell. En 1984 se describe una sociedad en la que la individualidad ha desaparecido como consecuencia de la férrea disciplina impuesta por el estado. Este estado opresor es el que no sólo exige lo que cada uno ha de hacer y como comportarse, sino moldeando el pensamiento de cada individuo.
Otra excelente distopía, disfrazada de utopía, por cierto, es la que escribiera Aldous Huxley en 1932 y titulada en castellano Un mundo feliz. La historia se centra en una sociedad futura y futurista en la que se han llegado a implantar la división de clases efectiva; cada “casta” tiene una función, y lo que es más interesante, son diferentes físicamente entre unos y otros. Los alfas son los pensadores y dirigentes, los betas los técnicos medios y así sucesivamente hasta llegar a los estratos más bajos de esa sociedad. Esta sociedad se desarrolla con una vida plácida en la que no existen conflictos y en el que todos viven pendientes de los espectáculos y del “soma”, una droga que produce estados placenteros sin ningún problema secundario: es la droga definitiva. Es una sociedad utópica y la vez eutópica pues, aunque los progresos materiales son indudables, ésta ha perdido su alma, su razón de ser y su motivación para avanzar.
Y para rematar este pequeño muestrario literario, no puedo por menos dejar de mencionar a la excelente obra de Ray Bradbury Fahrenheit 451. La novela fue terminada en 1953, aunque la idea original es anterior. Está protagonizada por Guy Montag, un bombero muy especial, especial porque, aunque reúne toda la parafernalia de un bombero al uso, uniformes, automóviles etc., su tarea, y la de sus compañeros, consiste en destruir toda clase de libros que, en ese futuro distópico, están prohibidos y perseguidos. Montag es eficaz en su trabajo, pero una serie de sucesos le harán dudar de su misión y pasará de ser un eficiente empleado a un rebelde perseguido por sus excompañeros.
Podría referir muchas más , pero creo que con estos ejemplos basta para identificar la potencia y la versatilidad de estas distopías para referirse a los supuestos peligros de las sociedades dictatoriales a las que, parece, que estamos abocados. En realidad, se trata de reflejar nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestro comportamiento, en una irrealidad plausible y distorsionada. De ese modo la crítica social y la reacción ante el comportamiento del poder puede por una parte ser disimulado ante la posible autocensura y por otra incidir en el lector más profundamente con el mensaje que se le quiere enviar.
En este trabajo pretendo dar una perspectiva de cómo ha tratado el cine y sobre todo la televisión las distopías. Para la centrar el tema analizaré una serie muy actual, Black Mirror, poniéndola en contexto con el resto de las series y películas que contemplan elementos sociales distópicos.
1. UN POCO DE HISTORIA
Antes de que Black Mirror impactara a los espectadores, y a la crítica, los aficionados se habían encontrado ya con algunas manifestaciones en el mundo audiovisual. Tanto en el cine como en la televisión, se habían desarrollado más de una distopía, que generalmente se asociaban a la ciencia ficción.
En la introducción ya he hecho referencia a algunas de las más importantes distopías literarias, y, como no podía ser de otro modo, sirvieron de base para los guiones de algunos filmes. Fahrenheit 451 fue llevada al cine por François Truffaut en la película del mismo nombre estrenada en 1966 con el protagonismo de los actores Oskar Werner, Julie Christie y Cyril Cusack. Por otra parte 1984 fue llevada al cine ese mismo año por el director Michael Radford y contó con la participación de John Hurt, Richard Burton y Suzanna Hamilton. Ambas son una plausible recreación de los textos originales, destacando desde mi óptica la dirigida por Truffaut.
Pero no sólo de la literatura viven los guiones, sino que también se producen ideas originales que no son originarias de la literatura. Si nos remontamos al primer tercio del siglo XX nos encontramos con la clásica Metrópolis dirigida por Fritz Lang en 1927. Contó con un guion de su esposa Thea Von Harbou y se ha convertido en una pieza imprescindible del cine de ciencia ficción y del cine distópico, así como uno de los grandes clásicos del cine. Una sociedad de siervos y élites dominantes que aliena al pueblo en general. La posible rebelión ha de ser compensada con una supuesta “líder” del movimiento obrero, que en realidad es un robot programado para destruir desde dentro la rebelión.
El gran Charles Chaplin desarrolló una película, otro de los imprescindibles clásicos del cine, titulada Tiempos Modernos . En ella el personaje de “Charlot” es un obrero de una fábrica y está absolutamente alienado por el maquinismo. Con reminiscencias de Metrópolis, la película muestra una anticipación del ultra capitalismo en el que los obreros son meras piezas de la cadena de montaje sin apenas diferencia con la máquina a la que sirven.
En la década de los años 70 se producen varios filmes de naturaleza puramente distópica. Silent Running, titulada en España Naves Misteriosas, fue dirigida por Douglas Trumbull en 1972. En ella se describe un colapso en la Tierra que ha perdido prácticamente toda su flora. En unos inmensos invernaderos en el espacio sobreviven lo que resta de esta flora al cuidado de unos pocos astronautas botánicos. Lo terrible es que se cancelan las misiones por ser improductivas condenado así toda la flora del planeta. Naturalmente habrá alguien que se rebele ante esta situación.
De una novela titulada ¡Hagan sitio, hagan sitio!, escrita por Harry Harrison, se elabora la base para la película Soylent Green, titulada en España ¡Cuando el destino nos alcance! Que dirige en 1973 Richard Fleisher. Nos encontramos con un mundo devastado por la superpoblación, en la que los recursos son muy escasos. La comida o el agua son bienes de lujo. Un policía investiga el asesinato de un directivo de la compañía Soylent que ha descubierto un secreto sobre la producción de comida de su compañía. De antológica se puede considerar una de las escenas en la que un anciano, interpretado por Edward G, Robinson, decide su propia muerte a cambio de unos minutos de éxtasis al contemplar imágenes de como fue el mundo en el pasado y disfrutar plenamente de ello.
Dos series fílmicas saltan a la pantalla desde lo que podríamos etiquetar como novelas juveniles distópicas. Se trata de Divergente y Los juegos del hambre. Ambas cosecharon una gran taquilla y una tibia, en el mejor de los casos, crítica. Las dos siguen esquemas similares: un mundo devastado, existencia de “castas” o “clases sociales” muy diferenciadas y una revolución o rebelión encarnada en este caso por jóvenes que se convierten en los salvadores y esperanzas de esas sociedades.
Voy a centrarme en tres filmes más, que pueden dar una imagen de la evolución de este género en el cine. La primer de ellas es V, de Vendetta, que está basado en el cómic del mismo nombre cuyo guion es de Alan Moore y el dibujo de David Lloyd. La película la dirige en 2006 James McTeigue. Después de una guerra nuclear el Reino Unido se ha convertido en un estado fascista en el que toda la vida de sus ciudadanos está controlada por el gobierno, muy en la línea de 1984. Un justiciero, V, intentará vengarse del estado y cambiar el régimen. Si bien la película respeta bastante el original, fracasa en mostrar los motivos y los verdaderos impulsos que mueven a V, un anarquista en estado puro.
La carretera se produce en 2009 dirigida por John Hillcoat y basada en la novela del mismo nombre escrita por Cormack McCarthy. Después de una guerra nuclear un padre, acompañado de su hijo, recorren un mundo devastado siguiendo una carretera hacia un incierto futuro. La excelente novela es llevada muy textualmente al cine, salvando el final que en un caso es incierto y en el otro abre una ventana de esperanza.
La tercera es Logan, un filme que cierra en cierto modo la etapa fílmica de los X-Men clásicos de Marvel. Logan no es otro que Lobezno, Wolwerine, en una aventura crepuscular. Los Estados Unidos se han convertido en un territorio devastado. Los mutantes han sido perseguidos y eliminados y sólo sobreviven unos cuantos de ellos. Un envejecido Logan deberá retomar su antigua vida de superhéroe para salvar a una niña, con superpoderes similares a los de Logan, y a su viejo mentor Charles Xavier. Una interesante muestra de lo que se puede hacer en el cine de superhéroes con un buen guion y personaje.
En este breve repaso vemos que estos escenarios catastróficos son muy utilizados en el cine, y también en la televisión, sobre todo últimamente. Veamos algunos curiosas incursiones televisivas en el género.
La primera serie de televisión, que es a su vez una Space Opera, y que contempla una forma de distopía es Los Siete de Blake, serie británica estrenada en 1978. En el siglo 30 el Universo conocido está controlado por una Federación Galáctica que mantiene sometidos a billones de ciudadanos. Blake, un rebelde opositor, es capturado y borrado sus recuerdos. Recobra su personalidad mientras es enviado a una nave prisión. En el viaje, junto a una serie de “forajidos”, consiguen tomar el mando de una nave espacial alienígena a la que llaman El Liberador. Con esa nave tan avanzada intentarán socavar el poder del poder de la Federación
Max Headroom se emitió entre 1987 y 1988 con 14 capítulos en su haber. Max Headroom es una inteligencia artificial de una cadena de televisión que asume el rostro y los esquemas cerebrales de un periodista. La acción trascurre en un futuro cercano con una sociedad influenciada masivamente por la televisión y la publicidad.
La fuga de Logan surge directamente de la película del mismo nombre y se encuadra en el mismo universo que la anterior. De hecho, es la película extendida a 14 capítulos con otros actores protagonistas y algunos cambios menores.
Tal vez una de las más interesantes series se emitió en el Reino Unido en la década de los 60 y fue protagonizada por Patrick McNee. Se tituló el prisionero y mezclaba el género de espías, tan en boga en la época (The Man From UNCLE, I Spy, The Avengers e incluso Get Smart), con una pátina de ciencia ficción en una atmósfera totalmente kafkiana. Un exagente británico es secuestrado en una pequeña ciudad donde todo se reduce al control y a la dominación de unos sobre otros sin posibilidad de escape. Sólo son números en un juego de poder. Todos los episodios comienzan con la proclama del agente diciendo “No soy un número, soy un hombre”.
Las distopías han sido y son una fuente casi inagotable de historias traspasadas al medio audiovisual. Si hasta ahora hemos visto lo que fue en el pasado, enseguida veremos, a través de una serie reciente y emblemática, lo que actualmente se ofrece al espectador televisivo.
2. DISTOPÍAS EN LA TELEVISIÓN CONTEMPORÁNEA
La aparición de las plataformas de streaming, o video bajo demanda, han venido a revolucionar la manera de consumir contenidos audiovisuales. Ya no es necesario esperar a que una cadena de televisión cualquiera emita un programa concreto y a una hora concreta. Cualquier programa puede ser visto en cualquier momento y en cualquier lugar. Estas plataformas se han convertido en lo que eran las novelas populares en los años 50 y 60 en España. Pueden ir con notros a cualquier lugar en el que si disponga de una conexión a internet y un dispositivo para reproducirlo.
El auge de las plataformas de este tipo ha producido un interesante, y beneficiosos en muchos casos, efecto multiplicador en las ficciones televisivas. Las plataformas deben cubrir una programación en continuo aumento y no al no existir producción suficiente para su catálogo, recurren a la producción propia que les da prestigio en caso de que el resultado sea bueno y recorta, en parte, los gastos al no tener que abonar derechos de emisión.
Las producciones para la televisión actual que entran en el tema distópico son numerosas. No puedo extenderme en todas, pero si dar un pequeño muestrario de las mismas para encuadrar en tiempo y forma la serie objeto de este artículo. Los elementos distópicos en las series contemporáneas son, más que una rareza, casi una moda. La mayoría de las productoras optan por estas líneas de actuación por ser, supongo, atractivas para el público. No hay nada más tranquilizador que ver como lo pasan mal unos personajes que no sabemos no son reales mientras nos regocijamos de nuestra suerte cómodamente sentados en nuestro sillón favorito.
Tenemos producciones como El cuento de la criada , HULU-HBO, a la que habría que dedicar un estudio profundo en otro momento, que ha calado muy hondo en los espectadores. El hombre en el castillo, Amazon, una ucronía distópica en la que los nazis ganaron la II Guerra Mundial. Y por supuesto The Walking Dead, AMC, que desgrana la vida después de un apocalipsis zombi.
Todas ellas reflexionan sobre las condiciones de vida después de una convulsión desencadenada por diferentes factores: guerra, zombis o las teocracias fascistas. Y en este contexto se multiplican las propuestas para las televisiones.
3. ESPEJO DEFORMADO DEL FUTURO
El propio título de la serie ya nos puede indicar su sustento narrativo. Black Mirror, Espejo Negro, parece anunciarnos que vamos a contemplar una realidad deformada, oscura, en la que las cosas no son como deberían ser, o mejor como nos hubiera gustado que fueran.
La serie comenzó su andadura en la televisión británica y para la productora Zeppotron de la mano de su showrunner Charlie Brooker. Se emitió por primera vez en Channel4 en 2011 y posteriormente pasaría a ser coproducida por Netflix a partir de 2015; pasa de ser una serie generalista a una serie asumida por una plataforma de streaming lo que la hace minoritaria en teoría, pero llegando a un número mucho más amplio de espectadores. Técnicamente la serie es episódica siendo sus diferentes capítulos un todo cerrado, aunque como veremos con ciertas relaciones entre ellos.
Booker planifica prácticamente toda la serie como un alegato a los problemas que acarrean las tecnologías cada vez más sofisticadas. Por otra parte, se trasmite la sensación de la dependencia tecnológica absoluta. La mala utilización de las ayudas técnicas para el trabajo, el ocio o la vida, repercuten en crear un mundo sofisticado, sí, pero muy alejado del humanismo y de la solidaridad. La consecuencia del uso indiscriminado y masivo de la tecnología produce monstruos, de muy diversas clases; casi siempre relacionados con el comportamiento de las personas. Se puede considerar en esta serie que la tecnología nos sobrepasa y que en realidad no estamos preparados para tales avances.
Estamos viendo como las últimas incorporaciones en las comunicaciones, sobre todo redes sociales, ya están produciendo fenómenos aún poco estudiados debido a su reciente aparición. Pero sí que es cierto que algunos hábitos sociales se están modificando y nuestros comportamientos relacionales también. Podemos tener miles de amigos en redes y sin embargo no interaccionar con ninguno de ellos. Este solipsismo tecnológico parece destinado a permanecer entre nosotros. No puedo vislumbrar si el global es beneficioso o todo lo contrario, pero sí está claro que vamos a encontrar en breve una generación de seres humanos que habrán nacido con esas tecnologías de apoyo vigentes durante toda su vida y que no sabemos cómo reaccionarán ante las mismas. ¿Se trasformarán los usos sociales? Yo no tengo la menor duda.
4. EL UNIVERSO DEL ESPEJO OSCURO
La serie consta de cuatro temporadas, hasta ahora, con diferente número de episodios en cada una de ellas. La secuencia numeral de episodios son 3,4, 6 y 6, una secuencia extraña para una serie de televisión, pero, recordemos que, estamos ante una serie británica, y eso la diferencia mucho de las norteamericanas a las que estamos acostumbrados.
Si se pregunta a un aficionado por Black Mirrror es muy probable que lo primero que nos diga es que se acuerda del episodio del cerdo. Y es muy natural porque el impacto de ese primer episodio de la primera temporada fue brutal. La esquizoide propuesta de unos “terroristas” hace reflexionar acerca de la influencia de los medios de comunicación sobre la vida social y la repercusión de lo que se emite por la televisión, u otro medio cualquiera. Ese primer episodio, El Himno Nacional, es una declaración de intenciones sobre lo que el espectador va a poder disfrutar, o no, a lo largo de os episodios. Como decía, la influencia de los medios de comunicación va a aparecer en otros episodios y siempre va a resultar perniciosa para la sociedad. En este primer caso también va a serlo, pese a que es un episodio que apenas roza la ciencia ficción y que podría trascurrir en cualquier momento actual. Hay que preguntarse si un primer ministro estaría dispuesto a todo para salvar una vida, aunque se tratara de una vida de la realeza. Pero el trasfondo en realidad es casi una trasposición de la base argumental de las series humorísticas, también británicas, Si Ministro y Sí Primer Ministro , en las que los políticos son meros títeres de los burócratas del gobierno. Los tecnócratas son los que asumen las cargas del poder, mientras que los políticos electos no son más que las posibles cabezas de turco de los errores cometidos.
Con este arranque era difícil prever lo que nos depararían los siguientes episodios y si la serie seguiría por derroteros de crítica política o tomaría otros rumbos. Su creador viró en redondo y se adentró en la ciencia ficción más personal haciendo que sus argumentos se centraran más en las personas y su interacción con las sociedades tecnológicas.
Quince Millones de Méritos es el segundo episodio en el que se entra de lleno en la distopía más evidente. La lucha de clases, o mejor dicho, el triunfo del “capitalismo” sobre la clase obrera. Porque el mundo que se vislumbra es un mundo donde sólo hay trabajadores esclavos sujetos a un medio de producción aparentemente absurdo que consiste en pedalear durante horas a cambio de unos créditos que les permiten ver la televisión y los shows diversos. Dos elementos distorsionados y amplificados están presentes: la alienación del trabajo y el control social mediante la televisión, la publicidad y los talent shows televisivos. ¿Como salir de esta situación para un trabajador-esclavo? Integrarse en el sistema y competir. Sí, el recurso del amor es muy socorrido para dar salida a una situación pero, tal y como ocurriera en 1984, fracasa cuando se enfrenta al dilema del poder omnímodo que te oprime.
Gracias a las redes sociales casi todos estamos sometidos a un escrutinio de nuestras vidas casi en tiempo real. La exhibición de las actividades de toda clase se ha convertido en un deporte que prácticamente todo el mundo practica. Llevado a un extremo toda nuestra actividad estaría registrada a todas las horas del día, y eso precisamente es lo que se refleja en el episodio Toda tu historia. El avance tecnológico permite grabar todo cuanto se hace y dice por cada una de las personas. Estas grabaciones permiten volver a reproducir fielmente lo sucedido, por lo que la intimidad es nula siempre y cuando la persona permita a otros acceder a sus grabaciones. Esto es precisamente lo que ocurre al permitir la ley que esas grabaciones sean utilizadas como pruebas. En la novela Homínidos, Robert J, Sawyer 2002, este sistema de grabaciones hacía evolucionar a los neandertales hacia una sociedad igualitaria y sin problemas de violencia. Pero en el caso que nos ocupa las personas no están capacitadas para aceptar esta carga de ser vigilados constantemente. Las envidias, los celos, el egoísmo más extremo se magnifican, a través de las vivencias de una pareja en crisis, exhibiendo lo peor de los sentimientos humanos.
Después de un paréntesis en la producción, una segunda temporada se abre con el más que prometedor episodio titulado Ahora mismo vuelvo. ¿Como evitar la muerte? ¿La tecnología puede utilizarse para esquivar la desaparición? Ese es en esencia el fondo que se discute en este episodio. Después de un accidente mortal de tráfico, una viuda embarazada, trata de recuperar la memoria y el recuerdo de su marido a través de un software que, utilizando los recursos de las redes sociales, puede imitar el comportamiento el difunto. Esta primera aproximación se verá ampliada al poder integrar esa memoria en un androide similar al fallecido.
Hay una pregunta que persiste en todo el episodio: ¿nuestras interacciones en las redes sociales y en el mundo digital hacen perdurar nuestro recuerdo y por tanto no morimos del todo? La filosofía se ha planteado que la muerte sólo es el olvido, si persiste el recuerdo de nosotros en realidad no estamos muertos pues la idea de nosotros persiste en otras mentes. Antes de la revolución digital sólo pervivían en el recuerdo nuestros amigos o familiares y los personajes que hubieran aportado algo importante a la humanidad: escritores, pensadores, científicos… Pero la llegada a nuestras vidas de plataformas que nos permiten interactuar con todo el mundo, literalmente, ha supuesto que cualquier persona conectada, en cualquier lugar del planeta, pueda acceder a los contenidos que, voluntariamente o no, estén disponibles en la red. Frases, chistes, pensamientos, reflexiones, escritos, fotos, artículos o libros están ahí a disposición de cualquier persona que quiera buscarlas. Por tanto, nuestras acciones en la red se mantendrán incluso después de muertos y cualquier persona, ajena a nuestro círculo, tendrá la potencialidad de ver y saber pinceladas de nuestra existencia.
Pero si esa reflexión es interesante, el episodio se plantea otra pregunta: ¿qué nos hace ser individuos? ¿Son nuestras vivencias, nuestros recuerdos, nuestros comportamientos? La inteligencia artificial que reconstruye la vida del protagonista se basa en extrapolar reacciones y comportamientos basándose en los datos contenidos en la red, pero esto no es suficiente para su mujer que ve que la copia perfecta no reacciona exactamente igual al difunto. Se deduce que lo que nos hace persona ha de residir en otros factores, que no se especifican desde luego. No obstante, la idea final es que pese a la imperfección de la copia digital eso es mejor que nada.
El capítulo denominado Oso blanco nos trasporta a una sociedad con una ética trastornada. En parte nos recuerda la serie de películas llamadas en general La Purga por su contenido en el que la sociedad muestra sus más bajos instintos respecto a la violencia. Una mujer despierta en un apartamento sin recordar quien es ni dónde está. Una extraña señal figura en la televisión y se da cuenta de que toda la gente le graba con móviles. Cuando sale a la calle, una serie de personas disfrazadas la persiguen con la intención clara de asesinarla.
La violencia es un recurso que se ha usado en infinidad de filmes y series de televisión. Vivimos, hemos vivido y me temo que viviremos, en un mundo que se mueve por la violencia en todas sus formas. Violencia dirigida hacia casi cualquier cosa, pero con ferocidad inusitada hacia nosotros mismos. ¿La sociedad puede moralmente ejercer la violencia del mismo modo que los individuos la ejercen contra ella? Es un dilema no resuelto dada la multiplicidad de respuestas que se dan en los distintos países y culturas. Mientras que en Europa se abomina de la pena de muerte, al menos hasta ahora, en otros lugares ésta es contemplada como algo natural y conveniente para reprimir el crimen.
El episodio advierte de la perversión de emplear la violencia ciega contra la violencia ciega. Si el delito es inhumano la “justicia” social es tan inhumana, o más, cuando se convierte en venganza y, además, en venganza ejemplarizante concebida como un espectáculo. Una aberración social que deja al espectador preguntándose quién es el criminal.
Para las navidades de 2014 se emitió un episodio especial, a modo y estilo de los especiales de Dr. Who, que se tituló, nada más fácil, Blanca Navidad. Es un episodio largo, 70 minutos cuando la duración estándar es de 50, que contiene tres historias enlazadas con la principal que trascurre en algo así como una casa aislada en un lugar nevado. La tecnología permite que se pueda “bloquear” realmente a una persona. Si esta te bloquea no puedes verla ni oírla y se percibe como una mancha indefinida. La evolución de los bloqueos de Twitter o Facebook llevada a la vida real. Los personal managers son ahora mismo una tendencia para la gente que no tiene otra cosa más que dinero para gastar. Es de suponer que carecen de personalidad y, como excusa, de tiempo para dedicarse a tareas que encomiendan a otros por dinero. En este episodio este asesoramiento personal se utiliza para las relaciones personales. Uno de los personajes es asesorado para sus citas por medios electrónicos que interconectan al manager con su cliente que es apoyado en todo lo referente a su cita. Naturalmente la cita saldrá mal, pero por una vez no por culpa de la tecnología. Pero nuestro personaje protagonista trabaja como “entrenador” de inteligencias cautivas. En ese futuro se es capaz de descargar las pautas cerebrales creando una copia en una memoria virtual. Esta memoria, debidamente aleccionada, se utiliza como ayudante personal de su original. Una forma de esclavitud muy deprimente.
La tercera temporada nos depara algunos de los episodios más interesantes de la serie.
El primero de ellos nos habla de la fascinación por las redes sociales y la popularidad que de ellas se consigue. Estamos viviendo un fenómeno de ultra conexión social que provoca dos consecuencias fundamentalmente: que todos los que quieran acceder a notros puedan conocernos, al menos someramente, y que se esté llevando a un extremo inusitado la máxima de que las opiniones de cualquiera son iguales, y no lo son. La opinión de un experto en medicina no es igual a la de un controlador aéreo si se habla de medicina. Naturalmente si tratamos del espacio aéreo la opinión del controlador tendrá que prevalecer. Sin embargo, se está produciendo un fenómeno que iguala en redes sociales todas las opiniones, y los lectores de esas opiniones las suelen dar por válidas sin mantener el más mínimo criterio escéptico sobre ellas. En el capítulo la necesidad de ser reconocido en las redes sociales lleva a la protagonista a un escenario imposible de solucionar. La cortesía social se hace imposible en determinadas ocasiones, imposibilitando la reacción normal de las personas. La protagonista se encuentra cercada por lo que es las imposiciones de la red y no es capaz de asumir sus propias carencias. Pero el problema es la ausencia de empatía del entorno social al que quiere aspirar y no le es permitido. El capítulo hay que contemplarlo como una metáfora de la lucha de clases y de la imposibilidad de ascenso real en la escala social. Los “ricos” no aceptan que a su reducido círculo privilegiado puedan acceder advenedizos procedentes de lo que de manera despreciativa tratan de clase obrera.
Playtesting, siguiente episodio emitido, nos lleva de nuevo a la manipulación mental esta vez en forma de una experiencia de inmersión total en una realidad virtual. Episodio nada destacable que incide una vez más en el peligro de traspasar ciertos límites en la tecnología.
Cállate y baila es probablemente el más crudo de los episodios de toda la serie. No estamos ante un adelanto tecnológico sino ante una extrapolación, exagerada al límite, de lo que nos puede ocurrir cuando se hace un mal uso la tecnología informática. El protagonista es obligado a participar en un macabro juego por parte de un desconocido hacker que ha accedido al ordenador del adolescente. Es chantajeado con difundir sus prácticas en internet, que al final se demostrarán terribles, en el caso de no acceder a realizar ciertos encargos que cada vez van siendo más complicados. La culpa, la vergüenza y la venganza son los motores de la historia que llevan inexorablemente a un final trágico. ¿Es ética la venganza por actos que la sociedad considera abominables? ¿Pero qué ocurre si el castigo en si retorcido e inmoral? ¿Es todo válido para castigar sucesos reprobables? En el contexto que se producen parecen justificar la acción punitiva de ese hacker. Moralmente, si esta es la metáfora que se quiere mostrar, es inaceptable. Episodio para reflexionar acerca de la falta de ética en todas las acciones de los supuestos vengadores y de la supuesta víctima.
En el pueblo de San Junípero, título de este episodio, se vive muy bien. Todos sus habitantes son jóvenes, guapos y viven la vida a tope de fiesta en fiesta y de amante en amante. Un paraíso para sus habitantes. Por contraposición de otros episodios, éste lleva a un desenlace feliz. Como resulta fácil comprender, San Junípero no es lo que parece. En realidad, es una simulación informática donde se pueden descargar los patrones mentales de las personas. En principio pueden estar allí de visita o permanentemente cuando los originales fallezcan. En ese momento la consciencia pasa ser almacenada en un entorno como el del pueblo. No es la primera vez que contemplamos este escenario en la serie, y por supuesto en la ciencia ficción literaria. El ejemplo más claro, y muy similar en cuanto al escenario, nos lo proporciona la novela Ciudad Permutación, escrita por Greg Egan, en la que las mentes se descargan en entornos virtuales y pueden “vivir” eternamente. En el episodio la acción se centra en una relación lésbica entre dos chicas jóvenes, que son avatares de dos ancianas muy carismáticas. Una de ellas va a ser una residente permanente mientras que la otra tiene dilemas mortales acerca de la superveniencia a toda costa; su marido no quiso trascender a su copia digital y murió definitivamente. Pero el amor, que es realmente la historia, es mayor que la duda y termina venciendo los obstáculos, argumento manido ad nauseam, pero que siempre resulta atractivo y efectivo. La pregunta es ¿el ser humano está preparado para vivir eternamente, aunque sea en un entorno virtual? ¿Este es el paraíso prometido por los cientos de religiones que predican en la Tierra? ¿Tenemos idea de qué ocurrirá con nuestra mente al cano de doscientos año o mil o dos mil? ¿Terminaremos voluntariamente nuestra vida por puro aburrimiento existencial?
La ciencia de matar nos trasporta a un escenario bélico, el único que contiene toda la serie. Un grupo de soldados se entregan a la aniquilación de un enemigo al que denominan cucarachas. Son extrañas mutaciones que asolan la tierra. Uno de los soldados descubrirá, por una avería en sus sensores, que sus percepciones están siendo manipuladas y que está luchando contra seres diferentes a los que piensa. El episodio funciona como reinterpretación del bombardeo informativo señalándonos quien es el enemigo. Quién tiene la culpa de nuestros males: los emigrantes, los taxistas, los funcionarios… Ese maremágnum de información, que puede llegar a ser contradictoria, se magnifica con los aparatos tecnológicos que llevan los soldados que les deforman de manera absoluta sus impresiones visuales o auditivas. ¿Hasta dónde pude llegar la manipulación? Según el guion, hasta llegar a dejar de percibir la realidad. Nada que no supiéramos anteriormente gracias a las distopías que nos mostró Orwell en la ya nombrada 1984. Winston Smith ve en realidad lo que no existe y lo cree, aunque no es objetivamente cierto.
Odio nacional cierra la tercera temporada. Vuelve a la serie una idea que parece redundante en el showrunner Charlie Brooker: las redes sociales. Aunque el capítulo tiene un subtexto en el poder, maligno en este caso, en que puede desembocar la tecnología. Las abejas parecen haber desaparecido y la polinización se produce mediante pequeños robots similares a las abejas que se autorreplican siguiendo el principio de las máquinas de Von Newman. Las redes sociales tienen su importancia pues son las que deciden quien es castigado por sus índices de aceptación. Periodistas, políticos, ciudadanos anónimos… no se libran del ataque de las abejas asesinas por el mero hecho de haber mostrado su odio hacia un personaje en las redes sociales.
La cuarta temporada, con seis episodios en su haber, comienza con un homenaje a Star Trek en el episodio titulado USS Callister. Es un episodio de pura space opera, aunque esta sea virtual. Callister es una empresa de videojuegos que han conseguido crear un universo virtual llamado Infinity, donde los jugadores tripulan naves espaciales y pueden interactuar en una inmersión total en ese universo. El diseñador programador de este juego crea una versión para su uso particular en la que es capaz de replicar, por medio del ADN, la identidad de cualquier persona. Confina en la nave virtual USS Callister a los compañeros que le molestan por alguna razón. Allí se convierte en un capitán Kirk despótico y tiránico. El obvio homenaje a ST enmascara una moraleja sobre el poder, y sobre el poder absoluto en lo que todo vale. Por contrapartida, la rebelión contra la tiranía es obligada para los miembros de la tripulación, y por una vez ésta triunfa.
La oscarizada y multipremiada Jodie Foster dirige el episodio Arkangel, que es, a mi entender, uno de los mejores de la serie. La maternidad es algo tan importante que el objetivo de toda madre, en general, es proteger de cualquier peligro y desgracia a sus hijos. Sin embargo, la sobreprotección de la infancia puede ocasionar problemas a los hijos que pueden no ser capaces de asumir el mundo real tal y como es. Arkangel es un programa de vigilancia para los niños. Es una evolución de los sistemas que ahora disponemos en los GPS de los móviles que pueden seguir a uno en concreto. Pero este software es más avanzado y, además de localizar al niño en cuestión, permite “protegerlo” de ciertas cosas, por ejemplo, silenciar a un perro de manera que no perciba el peligro o deshabilitar escenas desagradables. La cuestión es si esta vigilancia está justificada moralmente. Si bien el niño queda protegido, en realidad se le está ofreciendo un mundo distorsionado y sin peligros; pero estos son reales y tendrá que sortearlos y asumirlos a lo largo de su vida. La conclusión muestra, en toda su crudeza, que la mayoría de las veces, lo pretendido a cualquier precio conlleva un final diametralmente opuesto a lo deseado.
Como he comentado previamente, la irrupción de las redes sociales en nuestras vidas es un hecho que de momento resulta difícil de calibrar y de entender. Se necesitará tiempo para analizar este fenómeno y sus consecuencias. Las relaciones sociales están cambiando a un ritmo acelerado y, por ejemplo, las apps de citas triunfan en su ámbito. Hang the DJ podría catalogarse como una alegoría de estas apps, tipo Tinder o Meetic. En un entorno controlado totalmente por la tecnología, las parejas se unen o desunen siguiendo las instrucciones de un programa. Estas uniones pueden ser de un día, una semana o años. Las parejas no pueden decidir, sino que están a merced de lo que les dicten. Unas funcionan y otras no, pero la decisión del emparejamiento es irreversible. La pareja protagonista tiene una cita que resulta muy importante para los dos, pero son separados y, en paralelo, vemos sus vidas separados. Vuelven a encontrarse y se plantean, dada su atracción mutua, seguir con su relación olvidando sus instrucciones. Esto, como es previsible, les ocasionará más de un problema. La rebelión es fundamental frente a la influencia negativa de las imposiciones tecnológicas. El episodio reinterpreta a su manera muchos mitos, entre otros el de Adán y Eva y su desobediencia a al dios judeo-cristiano. La pareja protagonista se rebela antes ese demiurgo todopoderoso porque consideran que su libertad de elección está por encima de lo que se les exige. Un episodio con final feliz y con un desenlace sorpresivo que se ajusta perfectamente a los cánones de la serie y a la historia del episodio en cuestión.
Cabeza de Metal sitúa al espectador en un mundo postapocalíptico en el que los humanos supervivientes viven perseguidos por una serie de robots, perros robóticos similares a los creados por la empresa Boston Dynamics. Los protagonistas cumplen una misión que consiste en recuperar de un almacén un ingenio que podrá ayudar a la humanidad contra los robots. Son atacados por uno de los perros que comienza una persecución implacable de la protagonista. El tema del robot que persigue a un ser humano no es nuevo en la CF. Desde HAL, hasta Terminator, pasando por los replicantes de Blade Runner, este tipo de situación se ha prodigado en el género. El temor a las inteligencias artificiales, a la posibilitad de crear seres mejores que notros, más eficientes y, por ende, que sean capaces de rebelarse contra sus creadores es el sustrato en el que se fundamenta esta historia. Un episodio que está rodado enteramente en blanco y negro, supongo que para incidir en el pesimismo obvio que se visualiza.
Para terminar esta temporada, Black Museum es un perfecto broche de cierre porque contiene todos los elementos que a la serie le dan su identidad. Es un episodio antológico dentro de una serie antológica. Varias historias cortas, con un nexo de unión entre ellas, culminan con un desenlace que las explica y las une más aún. El Museo Negro es un lugar perdido en una carretera perdida en un tiempo futuro indeterminado. El ambiente es similar al de los relatos de terror en los que normalmente un despistado llega a un lugar inhóspito regentado por un personaje singular (Los crímenes del Museo de Cera, La casa en el Bosque o Psicosis, por ejemplo). El museo ofrece auténticas “reliquias criminológicas” y es mostrado con todo lujo de detalles por su propietario a una viajera que ha recalado allí por casualidad y mientras recarga su coche. Entre los objetos allí encerrados está un mono robótico, al que se transfirió la consciencia de una persona, y un holograma creado con la conciencia de una persona ejecutada en la silla eléctrica. La historia se centra, en los tres subtextos disponibles, en las posibilidades de hacer copias digitales de las conciencias de las personas, que es lo más recurrente en toda la serie, y los problemas que se producen con estas copias. Pero también es una historia de venganzas que nos lleva a la ley del ojo por ojo. El dilema de la personalidad y sus derechos vuelve a estar presente en el capítulo. Una copia que emula totalmente la conciencia de alguien ¿es un objeto o es una persona? ¿Puede hacerse con ella lo que se quiera? Un extremo que no se ha resuelto pero que resulta muy interesante a nivel ético y filosófico.
CONCLUSIONES
Charlie Brooker, en unas declaraciones a The Guardian, comentaba: «Si la tecnología es una droga —y se siente como tal— entonces, ¿cuáles son los efectos secundarios? Esta área —entre el placer y el malestar— es donde Black Mirror, mi nueva serie, está establecida. El Black Mirror del título es lo que usted encontrará en cada pared, en cada escritorio, en la palma de cada mano: la pantalla fría y brillante de un televisor, un monitor, un teléfono inteligente» .
Black Mirror es una serie que hace reflexionar sobre lo que es un ser humano y sus relaciones con la tecnología. Es obvio que Brooker se inclina casi siempre a mostrar el peligro de una tecnología mal utilizada o susceptible de ser manipulada.
La mayoría de los episodios hablan de la personalidad, de lo que define a un ser humano. Pese a toda la tecnología, la esencia del ser humano está en sus pensamientos, en sus sentimientos, en su ética y en su relación con el entorno. El entorno nos condiciona a nivel físico y mental. En un escenario hipertecnificado los principios éticos no tienen por qué ser los mismos. En esencia se previene al espectador sobre estos escenarios hostiles para el ser humano. No se tiene en cuanto que sólo son antiéticos en relación a nuestro nivel actual de desarrollo. Si cambiamos el entorno ¿por qué han de ser intrínsecamente malos esos principios?
Black Mirror es un interesante conjunto de historias que han de ser tomadas como puntos de partida para reflexiones al analizar las propuestas de cada episodio. El espectador puede llegar a la conclusión de que la tecnología es mala per se, cuando no debería ser así. Una pistola no es ni buena ni mala hasta que se dispara contra alguien. La tecnología es exactamente igual. No se debería tener miedo a ella, pero sí que hay que controlarla estableciendo unos parámetros éticos de control.
Douglas Rushkoff afirma que “Las nuevas tecnologías se consideran como algo neutro, obviándose el sesgo que encierran. Así, los malos hábitos que inducen en nosotros no son más que un mero reflejo de la corrupción de nuestra propia esencia. Como si la culpa de nuestros problemas radicara de alguna forma de nuestro salvajismo innato. Igual que la ineficacia del sector del taxi se “soluciona” mediante una aplicación que arruina a los conductores humanos, las molestas inconsistencias de la psique humana se pueden corregir mediante una versión mejorada digital o genética・.
La tecnología no es neutra, tiene sus consecuencias, pero no se puede prescindir de ella. Un retroceso tecnológico nos llevaría, en poco tiempo, de vuelta a una edad oscura. Sostengo que la tecnología es precisamente parte de nuestra evolución y hemos de sobrellevarla. El desarrollo actual de nuestra sociedad, y hablo claro de la industrializada ya sea oriental u occidental, no permite un retroceso tecnológico. Pero también es cierto que no se sabe a qué conducirá el desarrollo de ciertos avances. Pro la experiencia que se tiene muchas de ellas han demostrado tener perniciosos efectos secundarios. Sí, se dispone de automóviles, aviones, agua corriente, comunicaciones y una serie de lujos al alcance de una parte razonable de la humanidad, a otra parte de momento no les llega más que las migajas, desgraciadamente. Pero todas estas comodidades contienen en sí mismas una trampa que se vuelve contra nosotros; no somos capaces de mantener este ritmo y satisfacer a todos. En definitiva, según todos los indicios el planeta no será capaz de soportar mucho tiempo más este ritmo de destrucción.
Y Black Mirror es una cruda exposición, en forma de aviso, de lo que puede pasar. No se ha centrado en la destrucción posible del medio ambiente, sino en la manipulación mental en todas sus formas y modos. Es una preocupación lógica y que enlaza con muchos de los postulados de la ciencia ficción literaria. El desarrollo de una tecnología capaz de interferir en el pensamiento puede ser un grave problema porque nos puede trasportar a esos escenarios que se ven reflejados en la serie. Una sociedad totalitaria en la que no se puede disentir en lo más mínimo ya que podemos ser interceptados por la “policía mental”. De eso se trata, de la manipulación magnificada en tecnología destructiva. La manipulación ya existe, la intransigencia se desenvuelve cada vez más a sus anchas, y la vigilancia de nuestros movimientos y pensamientos, por medio de las redes sociales, son un hecho. Los programas de análisis de datos, los algoritmos big data, se basan en nuestras opiniones y búsquedas en las redes sociales. Lo que surgió fundamentalmente como un divertimento y un instrumento de socialización se ha pervertido hasta límites aún no fijados.
Por todo ello, Black Mirror es una excelente serie para reflexionar, admitiendo que la exageración de los escenarios resulta excesiva para el mensaje que pretende trasmitir. ¿La tecnología es peligrosa y hemos de abominar de ella? No necesariamente. Hay que juzgar si los beneficios son mayores a los perjuicios y así obrar en consecuencia.
APÉNDICE. FILMOGRAFÍA DISTÓPICA
El hotel eléctrico. Segundo de Chomón 1907.
Metrópolis. Fritz Lang 1927.
Tiempos Modernos. Charles Chaplin 1936.
Alphaville (Lemmy contra Alphaville). Jean-Luc Godard 1965
Fahrenheit 451. François Truffaut 1966.
Thx 1138. George Lucas 1971.
Cuando el destino nos alcance. Richard Fleisher 1973.
Naves Misteriosas. Douglas Trumbull 1973.
Rollerball. Norman Jewison 1975.
Brazil. Terry Gilliam 1985.
La naranja mecánica. Stanley Kubrick 1971.
Edicto Siglo XXI: Prohibido tener hijos. Michael Campus 1972.
La fuga de Logan. Michael Anderson 1976
Mad Max, salvajes de autopista. George Miller 1979.
1997 Rescate en Nueva York. 1981
1984. Michael Redford 1984.
Robocop. Paul Verhoeven 1987
El cuento de la doncella. Volker Schlöndorff 1990.
Demolition Man. Marco Brambilla. 1993.
12 Monos. Terry Gilliam 1995.
Días extraños. Kathryn Bigelow 1995.
Tropas del espacio. Paul Verhoeven 1997.
Gatacca. Andrew Niccol 1997.
Matrix. Lilly y Lana Wachowski 1999.
Battle Royal. Kinji Fukasaku 2000.
Equilibrium. Kurt Wimmer 2002.
Minority Report. Steven Spielberg 2002.
Código 46. Michael Winterbottom 2003.
The Purge: La noche de las bestias. James DeMonaco 2003.
La isla. Michael Bay 2005.
V de Vendetta. James McTeigue 2006.
Hijos de los hombres. Alfonso Cuarón 2006.
Wall-E. Adrew Stanton 2008.
La carretera. John Hillcoat 2009.
Nunca me abandones. Mark Romanek 2010.
Los juegos del hambre. Gary Ross 2012.
Elysium. Neill Blomkamp 2013.
Divergente. Neil Burguer 2014.
El corredor del laberinto. Wes Ball 2014.
Logan. James Mangold 2017.
Buen análisis, aunque de Metrópolis si existe una novela. Si buscas en la red, puedes conseguirla.
Cierto, existe y la conozco. Pero la novela se fraguó a la par del guión de la película puesto que la mujer de Lang, Thea Von Harbou, era la guionista a su vez de la película. Por eso no la he contado como novela. Es lo mismo que ocurrió con 2001 novela y película se crearon a la vez