Algunas novelas han de ser recomendadas de forma descriptiva y emocional, y el reseñador de éstas ha de intentar persuadir a los potenciales lectores haciendo uso de todo su arsenal. No olvidemos que, por suerte, el ser humano dispone de una variedad y número de lecturas tal, que nos sobrarían libros para leer a lo largo de nuestra vida, aún cuando reserváramos todo nuestro tiempo para una actividad tan placentera. Y, obviamente, hemos de ser muy selectivos… hay más cosas en el mundo que hacer aparte de leer.
Sin embargo, otras novelas deberían ser ensalzadas de modo distinto: un reseñador debería ser capaz de, sin apenas hacer uso de la trama, sin describir sus parabienes sino una pizca, llegar al lector de forma inequívoca, y que éste exclame, sin paliativos: “¡he de leerla!”. Este es, precisamente, el caso de “Bosque Mitago” (‘Mythago Wood’), de Robert Holdstock (puedes leer nuestra entrevista con él aquí), publicada en España por Gigamesh. Y confieso que temo no estar a la altura de este propósito. La lectura de la novela perdería mucho si me dedicase a describir, inmisericorde y rastrero, todo lo bueno que en ella puede encontrarse, y aunque sin duda merecería un artículo en profundidad sobre sus virtudes, más interesa acercar a otros lectores a ella que la simple belleza de la reseña, con el fin de que puedan disfrutarla en la misma medida en que yo lo he hecho. Podría pasarme abundantes párrafos hablando sobre lo que me sugieren Steve Huxley, su hermano Christian Huxley, su padre George Huxley, Guiwenneth, el propio Bosque Ryhope, Refugio del Roble, Magidion, la Jagad, Harry Keeton, los shamiga, el Urscumug, Peredur,… pero intentaré contenerme, seré misericordioso. “¡Buen Sméagol!”, que diría J.R.R. Tolkien.
Me acerqué a “Bosque Mitago” por recomendación, un modo inusual de elegir lectura para mí. Y no gracias a una, sino de varias, procedentes de gente con distintos gustos y exigencias. Y, pese a las altas expectativas, no me defraudó en absoluto. Esto es difícil, ya que demasiadas esperanzas puestas en un libro a veces ocasionan frustraciones… los listones, cuando se sitúan en el cielo, son harto difíciles de superar. Y sin embargo, esta obra de Holdstock lo consigue. Por supuesto, hay cosas que chocan, pequeñas piedras dispuestas en un engranaje por lo demás casi perfecto, pero el resultado es tan brillante que éstas son desdeñables.
Diría, si mi criterio sirviese a alguien, que estamos ante el ejemplo paradigmático de “fantasía pura”: sucesos extraordinarios en un ambiente ordinario, que acontecen a personas superadas por ellos, y que entroncan perfectamente con nuestra herencia cultural y genética. En ningún momento fuerza Holdstock nuestras creencias más arraigadas, no rebasa la línea de lo creíble, mantiene la magia hasta el final, dejando un sabor a realidad trastocada que difícilmente parece conciliarse con el género en que la novela habita, pero ¡pardiez, lo hace!
Los personajes intentan mantener la cordura, por todos los medios quieren arraigar sus mentes a este casi predecible mundo, pero Holdstock, artero como pocos autores, los conduce poco a poco al frenesí, al amor puro, a la locura, y por supuesto, a aceptar que, en nuestro mundo, pueden habitar realidades paralelas que no le son contrarias, sino complementarias.
El desarrollo de la novela es pausado, que no lento, y transmite a la perfección el devenir de las mentes de los protagonistas hacia una nueva realidad. Recoge sus sospechas, sus temores, sus esperanzas, la aceptación casual, sus luchas y sus misterios. Holdstock supo tener paciencia con ellos, y no forzó los límites de sus personalidades en ningún momento: todo lo que sucede tiene que pasar así y de ningún otro modo. No hay altibajos, en ningún momento el lector puede despegar su atención de lo que sucede ante él, se ve arrastrado, al igual que los protagonistas, por sus mismas fases, por sus mismos temores. El lector sentirá lo que ellos sienten, y su vida será la suya por unas horas. Esta es la principal virtud de “Bosque Mitago”, su capacidad para despertar atenciones, lealtades y admiración.
¿Porqué hablar de “miedo” en una novela que se podría calificar como “deliciosa”? La novela es muy bella en su forma, su desarrollo y su final, como corresponde a los cuentos clásicos, aquellos que nos despertaron en tempranas edades amor por la lectura, pero a la vez mantiene constantemente un punto de terror insondable a lo desconocido, a aquello al mismo tiempo ajeno y muy, muy cercano y personal, a los fantasmas ocultos de nuestro subconsciente colectivo. Holdstock supo explotar a la perfección nuestra herencia cultural para escribir un relato magnífico que sabe recoger todo lo que en nosotros habita, tanto lo bueno como lo malo.
Y es envidia negra, cochina y biliosa la que siento por ti, lector, que aún no has leído esta novela imprescindible. Deja que “Bosque Mitago” te deleite, pero eso sí, contarás con mi odio más visceral hasta que termines la última página. Entonces ya serás mío, de Cristina Macía y de todos los que la hemos leído. Ya serás uno de nosotros, pero habrás perdido algo en el camino. Sin embargo, si no la leyeras, perderías todavía más… hay maravillas que deben disfrutarse sin pararse a pensar en las consecuencias y caminos que es imprescindible tomar.
Robert Holdstock nació en 1948 en el condado de Kent (Inglaterra), y tiene una licenciatura en biología, aunque su principal actividad profesional es la escritura desde 1975, en el género fantástico. Sus mayores éxitos provienen de este libro, Premio Mundial de Fantasía de novela en 1985, y el ciclo relacionado con ella, el de Mitago, donde incide en la exploración de leyendas y mitos. También es autor del Códice de Merlín, sobre la figura mítica de Arturo.