En pleno verano, con el período vacacional a la vuelta de la esquina, un adecuado mantenimiento de nuestro coche se vuelve más esencial que nunca. Un viaje soñado puede convertirse en pesadilla si antes no hemos tenido la precaución de poner en las mejores condiciones nuestro vehículo. Pero, ¿Cada cuánto tiempo debemos hacer una revisión a nuestro coche?
El fabricante de nuestro coche nos marca las revisiones imprescindibles que este debe pasar, con un intervalo marcado por el kilometraje o por el tiempo transcurrido desde su compra. Esta puesta a punto periódica nos permite disponer de un vehículo en unas mínimas condiciones, con un consumo razonable y una vida útil adecuada. Y, por qué no decirlo, de mantener la garantía que nos proporciona el fabricante. Los coches más actuales suelen avisar en la consola de a bordo de los distintos períodos de revisión oficiales, así que normalmente no tendremos que preocuparnos de nada, salvo de cumplir los plazos.
Las primeras revisiones de nuestro coche
La primera revisión del fabricante suele estar pautada para los 15.000 kilómetros o transcurridos 12 meses desde su primera matriculación. La segunda revisión suele indicarse tras los 30.000 o 35.000 kilómetros rodados, con mayor atención a los elementos de seguridad activa y pasiva, el líquido anticongelante; y los indicadores habituales que ya se revisaron en la primera ocasión: cambio de aceite y filtros, correas, discos y pastillas de freno, amortiguación, batería, niveles de líquidos, la iluminación, los neumáticos, etc.
La tercera revisión ya se pauta para los 60.000 kilómetros, en la que se revisan todos los elementos que ya se controlaron en las anteriores dos ocasiones, con especial atención a la correa de distribución.
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¿Qué hacer tras la tercera revisión?
Hay que tener en cuenta que, a partir de los 60.000 kilómetros, nuestro coche ya no estará en óptimas condiciones, y el desgaste comenzará a notarse en diferentes aspectos, con lo cual resulta preceptivo asegurarnos de su estado con regularidad. Una buena opción es una revisión cada 10.000 o 15.000 kilómetros, ya sea en un establecimiento del fabricante o en un taller homologado, de forma que quede constancia en el libro de servicio del vehículo.
En caso de viajes programados, es buena idea realizar una puesta a punto previa con suficiente margen de tiempo. De esta forma nos evitaremos sustos y conduciremos con mucha más seguridad y garantía.
