Según los investigadores -y las propias enfermas- las mujeres supervivientes del cáncer de mama, a menudo experimentan múltiples efectos secundarios debido a los tratamientos, que pueden persistir durante meses o años. Muchas terapias están diseñadas para inhibir la producción o la utilización por parte del cuerpo del estrógeno, ya que esta hormona puede estimular el crecimiento del cáncer de mama. Las pacientes muchas veces experimentan sofocos y sudores nocturnos y otros indeseados efectos.
Sin embargo, el consumo de alimentos derivados de la soja -como leche y tofu-, y vegetales crucíferos -como repollos, col rizada, berza, col de Bruselas y brócoli- puede estar asociado con una reducción de los efectos secundarios del tratamiento para el cáncer de mama, según afirma un equipo de científicos del Georgetown Lombardi Comprehensive Cancer Center.
En este estudio, publicado en la revista Breast Cancer Research and Treatment, una mayor ingesta de estos alimentos también se asoció con menos informes sobre síntomas de la menopausia. Un mayor consumo de soja también conllevó menos fatiga. Las supervivientes de cáncer de mama estudiadas incluyeron 173 blancas “no hispanas” [literalmente en el artículo original] y 192 chinas americanas -tanto nacidas en como inmigrantes desde China.
La autora principal del estudio, la doctora en Medicina Sarah Oppeneer Nomura, de Georgetown Lombardi, afirma que, aunque es necesaria más investigación en muestras de población más numerosas y más detalles sobre la dieta, este proyecto parece dejar claro que el estilo de vida es un factor que tiene relación directa con los efectos secundarios en los tratamientos de esta enfermedad.
«Estos síntomas pueden tener un impacto adverso en la calidad de vida de las supervivientes, lo que puede conducirles a interrumpir sus tratamientos”, afirma. “Comprender el papel que tiene el estilo de vida que llevan es importante, ya que la dieta puede servir como un objetivo modificable para reducir estos síntomas”.
Al analizar los datos según la etnia, esta asociación fue especialmente significativa entre las mujeres blancas “no hispanas” y bastante menos para las de origen chino, para quienes los resultados no eran estadísticamente significativos. Según los investigadores, las mujeres chinas experimentan normalmente menos síntomas de la menopausia, y muchas de ellas también consumen de forma habitual vegetales crucíferos y soja, un hecho que dificulta que ver un efecto significativo en esta etnia. En el estudio, ellas comieron el doble de lo habitual de estos alimentos, pero aun así el efecto no se notó.
Los resultados obtenidos en estudios preclínicos en otros animales muestran que los compuestos activos biológicos presentes en la soja y los vegetales crucíferos causan que las células del cáncer de mama crezcan, pero tienen efectos opuestos en animales que consumían estos alimentos con asiduidad antes del diagnóstico del cáncer y continuaban consumiéndolos durante los tratamientos posteriores al diagnóstico.
La doctora en Medicina Leena Hilakivi-Clarke, profesora de Oncología en Georgetown Lombardi y coautora del estudio, asegura que hasta que se investigue más en esta dirección, las pacientes de cáncer de mama no deberían empezar de repente a tomar soja o vegetales crucíferos si no los habían consumido antes con regularidad.
Según las investigadoras, los fitoquímicos o los componentes bioactivos de los alimentos, como las isoflavonas en los alimentos derivados de la soja y los glucosinolatos en las verduras crucíferas, pueden ser la fuente del beneficio. Las isoflavonas se unen a receptores del estrógeno y ejercen efectos estrogénicos débiles. Los glucosinolatos en las verduras crucíferas influyen en los niveles de enzimas metabolizantes que pueden modular la inflamación y los niveles de estrógeno, posiblemente atenuando los síntomas relacionados con el tratamiento.
Fuente: MedicalXPress.