“Ciudad de jade” es una de esas novelas con las que sabes de antemano que vas a disfrutar, a poco que se mire su argumento o la fantástica portada de Fran Mariscal para la edición española de Insólita Editorial. Todo lo que contiene el libro está ahí, en esa ilustración, resumido. Pero no se puede caer en el error de pensar que, entre las 540 páginas del libro de Fonda Lee (Calgary, 1979), solo hay peleas de clanes en las húmedas calles de una gran urbe asiática. Hay mucho, mucho mas, englobado dentro de la triada formada por la familia (o el clan), el honor y el jade. “Ciudad de jade” es un espectáculo narrativo, el mejor ejemplo de cómo construir un nuevo mundo con una arrolladora personalidad propia y haciendo sencilla su elección como novela ganadora del World Fantasy Award 2018.
El argumento:
Yanlún, la capital de Kekon, isla conocida por su jade, es un territorio repartido entre los clanes Sin Cumbre y Montaña. La familia Kaul, baluarte del clan Sin Cumbre, debe afrontar cambios para resistir los nuevos tiempos que se ciernen sobre la isla. Ambos clanes tienen entre sus filas a Huesos Verdes, poderosos guerreros con habilidades concedidas por portar jade y cuyo linaje solo se encuentra en Kekon. Lan e Hilo Kaul, Pedestal y Cuerno del clan Sin Cumbre, intentan evitar una confrontación con el clan Montaña y la familia Ayt. La aparición del SN1, una droga sintética que permite usar el jade a aquellos que de manera natural no pueden, amenaza con romper el precario equilibrio entre ambos clanes.
La importancia de la localización.
Para albergar el mundo creado, Fonda Lee ha construido, en el primer libro de su Saga de los Huesos Verdes, una isla asiática, mezcla de Hong Kong y Japón, cuyo tesoro y clave de su riqueza es el jade. Kekon está rodeado por países con los que estuvo en guerra un par de generaciones antes de lo relatado en el libro. Su carácter, como isla y como población resistente y que luchó frente a las invasiones, se ha trasladado a la personalidad de la mayoría de sus habitantes y por supuesto, de los clanes. Yanlún es la capital de Kekon, una ciudad moderna, vibrante, donde dos clanes principales, los Sin Cumbre y los Montaña, se reparten el territorio y todo tipo de negocios, ante el beneplácito de los regentes legales del país y el apoyo (forzado o no) de los habitantes, que reparten sus apoyos entre ambos grupos. Los clanes estructuran toda la sociedad a su alrededor y es el arma que utiliza la autora para vertebrar toda la historia. El punto de vista de la lectura, salvo algunas excepciones, recae en el clan Sin Cumbre. Seguiremos a los Kaul durante todo el recorrido por “Ciudad de jade”, mezclándonos con los miembros del clan. Una visión de la historia que extiende sus raíces desde el presente hacia el pasado y con visos del futuro que está por llegar.
Clanes y familia.
Los Kaul son la familia que conforma la parte “directiva” del clan Sin Cumbre. Su organigrama refleja lo que Fonda Lee hace con los clanes, muy al estilo de los Corleone de El Padrino (si, la obra de Mario Puzo o la versión de Coppola, quién sabe, se va a dejar ver mucho por ésta reseña). En cada clan hay un Pedestal, el rey o reina del mismo; en el caso de los Kaul, Kaul Lan. El Pedestal tiene dos apoyos principales: su Hombre del tiempo y su Cuerno. El Cuerno, Kaul Hilo en este caso, se encarga de la lucha, de controlar las calles y los negocios, legales o no. El control de las calles, del territorio es esencial, ya que los clanes tienen repartida la ciudad y lo que su terreno contiene, es suyo. El Cuerno se rodea de sus Puños y estos, de sus Dedos, para mantener el orden y repeler ataques enemigos, todos equipados con jade para potenciar sus habilidades. El hombre del tiempo no deja de ser un consigliere, una mano del Rey, la figura que controla todo e indaga para adivinar lo que está por venir. El cuadro lo completan las Linternas, los ciudadanos de a pie, que juran lealtad a un clan y pagan sus tributos a cambio de protección y ventajas. El sistema de clanes moderniza un poco lo visto en otras organizaciones al margen de la ley, dejando claro que aquí operan con el beneplácito de las instituciones “legales”, creando unos “Estados” dentro de la propia isla – estado de Kekon.
Los clanes son, en realidad, familia y juegan con los mismos conceptos que se pueden aplicar a las relaciones de parentesco, aunque solo una parte de los integrantes de un clan sean familia directa. La lealtad y el honor son conceptos clave en todo el libro y generan gran parte de las situaciones que mueven la acción. Las ganas de pertenecer a un clan, la soberbia de creerse en la cima, la codicia y esa lealtad entendida en su valor mas absoluto son el combustible que hace arder el status quo. La lealtad al clan/familia y el honor son dos de los condicionantes importantes para el desarrollo de la historia e incluso hay personajes que definen sus actos, completamente, en base a ellos.
«Ciudad de jade» usa sus referentes como armas, cuchillos con entidad propia. Fonda Lee afila su estilo para crear una novela, un mundo, en el que no cesan de suceder acontecimientos, de manera clara o velada, donde es tan importante una tensa conversación como la acción explosiva. Épica, honor y jade.
Entre los integrantes de la familia Kaul se encuentran modos de obrar muy diferentes entre sí aunque las inquietudes sean las mismas: proteger a la familia. Lan, el Pedestal, es un hombre calmado, confiante en los suyos y respetado. Hilo, el Cuerno, es puro fuego, muy de acuerdo con su papel de protector y luchador, obstinado. Shae es la pequeña de la familia, la protegida que saltó a los países que rodean Kekon para formarse fuera del pequeño mundo de la isla. Ahora, Shae vuelve, con el convencimiento de mantenerse alejada de la parte criminal del clan. Sobre los hermanos está Kaul Sen, su abuelo, héroe de la guerra que liberó Kekon y antiguo pedestal. Una pesada sombra sobre la que resguardarse. Este cuadro familiar se completa con Anden, acogido por los Kaul, con un pasado imperdonable para los estándares de orden, honor y lealtad de los kekoneses. Anden es un joven prometedor, a punto de recibir su graduación de la academia y recibir su jade y que impulsará al clan al futuro.
El jade y los Huesos Verdes.
Si el honor y la familia son importantes en el mundo de “Ciudad de Jade”, el propio jade lo es más. El jade es el oro de la isla, la gasolina que hace que el mundo de los clanes gire y su secreto mejor guardado. Es un jade especial, bioenergético, que los Huesos Verdes (aquellos ciudadanos de Kekon sensibles al jade) utilizan para potenciar sus habilidades. Hay usos de ataque y defensa, potencian la fuerza (Acero y Fuerza, dependiendo de si se usa para atacar o defenderse), Desviación (repeler balas, puñales, etc), Agilidad… una serie de usos que van mas allá de lo humano pero sin hacer las escenas demasiado superheroícas. El uso del jade como elemento catalizador de habilidades aumentadas tiene un límite y un coste. Con el uso continuado se agota la energía del cuerpo y se genera una dependencia del mismo, como el periodo de abstinencia de un droga. Esa dependencia del jade, que aumenta también la percepción normal, puede derivar en un proceso que termina por destruir al individuo. Por ello, los Huesos Verdes siempre portan jade, cantidad de acorde con su rango y su tolerancia al mismo. Las habilidades que confiere pueden recordar a las habilidades alománticas que Brandon Sanderson utiliza en su saga Nacidos de la bruma con el uso de metales en el cuerpo de personajes sensibles a los mismos. No es igual en su totalidad, en”Ciudad de jade” hay mas limitaciones, pero recuerda. Mas allá de Yanlún, la capital de Kekon, no hay mas que zonas rurales con minas de jade. El jade es tan valioso y peligroso que hay un órgano administrativo, el AJK, que controla la extracción y almacenamiento del mismo, en un organigrama formado por el gobierno y los clanes. Con la aparición de la droga SN1, que permite a cualquier persona a ser sensible al jade, su valor se multiplica y las amenazas sobre Kekon, aún mas.
Referentes.
Resulta ambiguo hablar de referentes en una obra así. Hay ciertas obras que tienen un reflejo claro en “Ciudad de jade” pero no terminan por definir en su totalidad al libro de Fonda Lee. Si el libro deja algo claro, es que posee una personalidad propia, mas allá de que picotee conceptos de otras obras. Se define por lo que es en su conjunto, no por los referentes que utilice y es ese hecho lo que la hace destacar. El referente mas claro es El Padrino, en todas sus versiones. Familia, honor, tramas que entremezclan los asuntos turbios con la sociedad y la política, estallidos de violencia…todo está presente en ambas obras. La propia autora, en entrevistas acerca de su trabajo e influencias, la destaca como referente principal. Tampoco se puede obviar su relación con el cine asiático de los 2000, con directores como Johnnie To con películas como “Election” (2005), “Exiled” (2006) o la trilogía Infernal Affairs (Adrew Law/Alan Mak, 2002/2003) en la que Scorsese se basó para su “Infiltrados” (2006). Hay todo un filón en ese cine, oscilando siempre entre la yakuza japonesa o las triadas chinas y su relación con la sociedad y la justicia, con el honor, la lealtad y la traición de por medio, con estallidos de violencia ocasionales. La estética de los Huesos Verdes encaja con la visión de los integrantes de la yakuza/triadas, incluido el miedo reverencial del resto de la sociedad. Su preferencia de uso de armas cuerpo a cuerpo, el temido cuchillo garra o la espada, en lugar de armas de fuego, que dejan para los no sensibles (ojos de piedra) o no dignos de portar jade, enlaza con el cine y los personajes de décadas atrás, antes de que el hard-boiling hongkonés (John Woo y sus «A better tomorrow», “Hard Boiled” o “The killer”) fagocitase todos los referentes. Si hablamos de tramas familiares y honor, no puede faltar Shakespeare, cuyo fantasma siempre flota alrededor de obras así. En el proceder de la novela también se perciben mecanismos típicos del género noir: la importancia de cualquier personaje por nimio que parezca, la tensión de una conversación con dobles sentidos, los peligrosos malentendidos…
En resumen:
“Ciudad de jade” es un compendio de elementos que, a primera vista, convencen. Te sabes los referentes pero te lleva a su terreno y te desmonta, convirtiendo la lectura en un entretenimiento sin cesar. El estilo de Fonda Lee contribuye a ello: frases rápidas, concisas como cuchilladas. Pese a ser una primera entrega que cede parte de su contenido a construir un mundo relativamente complejo, la trama no deja de avanzar. Cuenta, para ello, con una serie de personajes muy bien definidos y diversos, que completan una estructura en capítulos cortos y directos. La violencia soterrada que se extiende a través de la trama, no convierte la lectura en algo arduo o un mero relleno entre escenas de acción. Las partes pausadas son su auténtico tesoro, páginas en las que todo pasa en una conversación o el comportamiento de un personaje. La acción, intensa y espectacular, se reserva para momentos puntuales, sin abusar de ella ni custodiarla en exceso. Un balance perfecto en cantidades adecuadas: acción, drama y épica, con mucho estilo.
Es el primer libro de una saga, que continúa con el ya publicado en inglés «Jade War» (y está anunciada una tercera entrega, «Jade Legacy»), pero no se resiente de esa condición. Utiliza parte de sus páginas en dar forma al mundo y sus ideas y su final, aunque deja la puerta abierta a una continuación, no hace uso del cliffhanger abusivo. Durante el libro se plantan ideas que germinan en su tramo final, indicios de por dónde puede seguir avanzando la historia. Esos pequeños hilos argumentales demuestran hasta qué punto tiene Fonda Lee medida la historia.
Insólita Editorial sigue completando su interesante catálogo con apuestas de riesgo que se convierten en aciertos sonados y en novelas a recomendar («El archivo de atrocidades», «Ayantek» o las novelas de Becky Chambers, por ejemplo). «Ciudad de jade» cuenta con una excelente traducción de Antonio Rivas y un formato y tamaño de libro que, personalmente, me vuelve loco. Esperemos que su segunda entrega «Jade War», no tarde mucho en llegar.