Francisco José Garzón Amo, Maquinista de RENFE en el accidente de Santiago de Compostela
Francisco José Garzón Amo, Maquinista de RENFE en el accidente de Santiago de Compostela, perseguido por la prensa.

Mientras suenan los goles en el carrusel deportivo de la radio de la cocina y el único debate que se genera últimamente es si cierto portero debe o no jugar en su respectivo equipo en detrimento de otro, convirtiéndose en un asunto de Estado y de tertulia constante entre aficionados, no aficionados, periodistas deportivos y generalistas; es difícil no preguntarse a qué está jugando la prensa de este país, a qué intereses sirve o si se ha convertido, así sin avisar (o quizá siempre fue de esta manera) en un conjunto de publicaciones amarillistas que se alejan de sus principios más básicos.

Como todos ustedes sabrán, el 24 de julio de 2013 se produjo un accidente de tren con 79 víctimas mortales en Santiago de Compostela (Galicia, España). Ante un hecho de tal magnitud, la prensa actuó con rapidez, primero informando y seguidamente construyendo un primer (y casi único, tendría que pasar bastante tiempo para tornar la situación) patíbulo de culpabilidad que recayó, exclusivamente, en el trabajador que se encontraba a los mandos del tren, el maquinista. El 1 de agosto en Fantasymundo publicamos “Matad al maquinista”, un artículo que tuvo una difusión extraordinaria tanto en las redes sociales como entre el círculo ferroviario español; con él nos posicionamos a favor de no dirigir exclusivamente el punto de mira telescópica hacia una sola persona, pero sobre todo, fuera como fuese la investigación judicial, evitar la criminalización del maquinista y añadir más sufrimiento a la ya delicada situación de esta persona.

Sin embargo la prensa “seria” de este país (de la “no seria” hablaré en un epígrafe aparte), desde tan sólo unas horas después del terrible accidente de Santiago, no ha perdido el tiempo en coronar al maquinista del tren como culpable único, lo cual no tiene por qué ser para llevarse las manos a la cabeza, estamos acostumbrados, si no fuera por la criminalización, invención y manipulación mediática para conseguir hacer creer a los lectores que Paco Garzón (maquinista del Alvia), es poco menos que un sádico asesino cuya vida e intimidad no merece respeto alguno, no vaya a ser que pueda coger gusto a sus crímenes (créanme, lo peor de todo es que no estoy exagerando tanto).


24 y 25/7

La noche del 24 de julio, dos horas después del descarrilamiento del tren el diario El País publicaba “Posible causa: un exceso de velocidad al tomar la curva”, repitiéndose un titular parecido al día siguiente en El Mundo, “El exceso de velocidad, posible causa del accidente de Santiago”. Mientras estos dos periódicos titulaban de de esta manera y con bastante prudencia aún, no dejarían pasar el tiempo y ya el 25 de julio, un día después de la tragedia, aparecen los siguientes titulares “El maquinista: ¡Voy a 190 y voy a descarrilar!” (ABC), “El conductor del tren descarrilado: ¡voy a 190!” (El País) y “El maquinista del tren entró en la curva a 190 kilómetros por hora en un tramo limitado a 80” (El Mundo). En un primer momento se aprecia cómo la causa es el exceso de velocidad, pero las tornas se giran rápidamente en la identificación de un culpable único al que a primera hora de la mañana del 25 de julio aún no tienen localizado ni conocen sus datos personales, pero que no tardarán en ponerle nombre, apellidos y rostro y atribuirle cualquier tipo de noticia sensacionalista que pueda causar impresión en el lector.

A las 19.25 de la tarde, ABC informaba de que “El conductor del tren a Santiago lleva más de treinta años en la compañía” en base a informaciones que había dado en la cadena COPE el mismo presidente de Renfe, Gómez-Pomar, donde también se recogía la edad del maquinista, aunque aún no había aparecido ninguna fotografía ni identificación del mismo.

No será hasta aproximadamente las cinco de la tarde del 25 de julio cuando se comience a fraguar la infamia de la manera más baja: investigando el perfil del maquinista en Facebook. Público escribe en su web: “El maquinista presumió en Facebook de circular a 200 kilómetros por hora en 2012”. A las 21.26, La Voz de Galicia publica: “Luto en Galicia: «Qué gozada hacer saltar el radar a la Guardia Civil», decía el maquinista en Facebook el año pasado” y El Mundo: “Qué gozada hacer saltar el radar a la Guardia Civil. Menuda multa para Renfe”, sin aclarar más que en una entradilla que esos comentarios tienen más de un año, como sí hace el periódico gallego en su titular. Y, aunque estas frases ya tienen mucho de tendenciosas, aún más infame es todo lo que rodea y acompaña la noticia: no solamente se entra en el perfil de Garzón en la red, sino que se publican fotografías (que son las que uno se encuentra con una somera búsqueda en Google y que han sido usadas hasta la saciedad) personales, más allá del velocímetro de marras, sino que además, no se molesta ningún diario en borrar los rostros o nombres de las personas que comentan dicha fotografía, condenándolas a hacer desaparecer sus perfiles para evitar el presumible acoso posterior.

Y, aunque existen estos damnificados colateralmente de esta mala praxis periodística, sin duda alguna quien se lleva la peor parte es el maquinista. Ante el juez, posteriormente Garzón declaró que esa fotografía había sido tomada en un curso de actualización donde ni siquiera él era el que llevaba la máquina, sino un instructor y que, de hecho, un tren de alta velocidad, en condiciones normales en España, puede alcanzar y alcanza los 250 km/h, siendo los 200 km/h una velocidad normal. Una broma privada (todo lo que pueda serlo en una red social) entre amigos, sacada de contexto y con la mala fe de El Mundo, que no aclara como sí hace La Voz de Galicia, que fue subida a Facebook en marzo de 2012, nada menos que un año y cuatro meses antes del accidente. Y claro, ¿qué suele pensar la gente bajo estos titulares? Lo que sucedió posteriormente, la crucifixión del trabajador: que se trata de un hombre con pasión por la velocidad (recogido esto también en la prensa internacional, pues The New York Times publica “Spanish train inquiry focuses on driver with a taste for speed”). Con esta noticia también se da a conocer el nombre del maquinista, Francisco José Garzón, y en un lapso de horas comenzarán a aparecer informaciones de todo tipo relacionadas con su persona, pues como ya dice El País en su Manual de Estilo:

“2.47. Las informaciones deben personalizarse; la profesión o cargo que desempeña el protagonista de la noticia, su edad, estado civil y demás circunstancias personales son elementos noticiosos de primer orden”.

Accidente del Alvia de Santiago de Compostela
Accidente del Alvia de Santiago de Compostela.

¿Es una broma entre amigos un elemento noticioso de primer orden? Para la prensa española, lo es. ¿Qué perjuicios ha causado esta publicación de intimidades en todos los periódicos de tirada nacional -incluso en portada del ABC-? No requiere un gran ejercicio de imaginación pensar que han sido muchos. Se comentaba también ya en la redacción de las noticias que la cuenta de Facebook había sido cerrada, supongo que esto habrá cabreado bastante a los tenaces investigadores que no han sacado más que algunas fotos, una captura de pantalla del perfil y la foto del velocímetro con sus comentarios (en alguna otra página no de prensa me encontré con más capturas de pantalla de otras publicaciones de Garzón que no pienso reproducir aquí).

¿En serio le puede importar a alguien lo que este hombre publique en su perfil de Facebook? Parece que sí, porque según comenta Público en esa misma noticia, “una usuaria de twitter” dice: “Si es cierto, este hombre no debería salir de la cárcel”. Señores y señoras, reflexionemos aunque sea diez segundos, si tuviéramos la desgracia de ser utilizados de cabezas de turco por algo parecido, ¿cuántos no tendríamos bromas con nuestros amigos en las redes sociales, blogs o similares de las que no nos arrepentiríamos a priori pero que cualquiera podría utilizar en nuestra contra? Si revisásemos nuestros perfiles en las redes, nos daríamos cuenta de que tanto nuestras propias chanzas como las de Garzón son igual de inofensivas, igual de irrelevantes e igual de íntimas. Sin más.

¿Entonces qué es lo que pretende la prensa publicando estas cuestiones? Lo que en días posteriores se fue consolidando: considerar al maquinista el responsable único y último de la catástrofe y, además, ofrecer carnaza a una sociedad demasiado acostumbrada a programas de corazón, líos de faldas y, por encima de todo, personas sobre las que descargar las iras.

Así que, una vez publicado el perfil de Facebook, el resto de noticias y suposiciones sobre el maquinista no tardó en llegar. “Uno de los maquinistas, un monfortino ‘responsable’, con más de 30 años de experiencia” (diario Público), con unas comillas en la palabra “responsable” muy intencionadamente colocadas. Ese mismo día ya se publican las primeras declaraciones de Garzón al salir del tren: “Un maquinista del tren accidentado en Santiago: ‘Descarrilé, qué le voy a hacer, qué voy a hacer” (Público), “Descarrilé, qué le voy a hacer” (ABC). Aparece la famosísima fotografía del maquinista con el policía y ya se empiezan a pedir opiniones: “es un hombre estupendo”, y algunos de los que hablan para los periódicos se lamentan de la polémica del Facebook así como recalcan que se toma muy en serio su trabajo. “El maquinista del convoy siniestrado en Santiago, detenido” (ABC) fue la última de las noticias aparecida el 25 de julio, cuando Garzón todavía se encontraba en el hospital; aquí no olvidan recordar a los lectores el tema Facebook, ni informar que prestará declaración ante la policía y el juez (este dato es importante).

Además, antes de cerrar el día han aparecido tímidas informaciones sobre otras vías, que rápidamente dejarán de tenerse en cuenta: “Un tramo sin la seguridad del AVE” (El País) o “Accidente de Santiago: Que la velocidad fuera mayor de la permitida no significa que tuviera que descarrilar” (ABC). En The Guardian, sin embargo, un artículo de opinión de Miguel-Anxo Murado bajo el título “Spain train crash: human error over decades, not just seconds [Choque de trenes en España: el error humano se produjo durante décadas, no sólo segundos]”, con la entradilla “This terrible accident has its roots in a period when all of Spain bought into oversized dreams of fast money and fast trains [Este terrible accidente tiene sus raíces en un período en el que toda España estába inmersa en sueños sobredimensionados de dinero y trenes rápidos]” pone de manifiesto un día después del accidente, que quizá el error no es tanto del maquinista del tren sino de una sociedad acostumbrada a sueños de grandeza y obsesionada con las grandes líneas de Alta Velocidad en detrimento de los trenes convencionales. Más allá de apreciaciones políticas este artículo propone otra visión del accidente y dice: “Reducing to 80 km/h from 200 in a few seconds was the driver’s job. Not an easy one, though [Reducir de 80 km/h a 200 en unos pocos segundos era trabajo del conductor. No fácil, por cierto]”. ¿Por qué no es un trabajo fácil reducir de 200 a 80 km/h, si es su trabajo? Aún faltaría mucho para conocer la imputación de los responsables de seguridad de Adif, pero estas preguntas ya empezaban a surgir, y algunas reacciones como esta en Inglaterra desconfiaron de la versión oficial del fallo humano exclusivo. En España podríamos representar este silencio, esta poca gana de interrogarse a sí mismo y a los hechos concedidos por la prensa con un gran desierto con grillos y tumbleweeds atravesándolo.

26/7

El 26 de julio, Paco Garzón permanecía en el hospital por las heridas que se produjo al volcar el tren. Sin embargo la prensa titula “El maquinista se niega a declarar” (El País), “Accidente de Santiago: El maquinista se niega a declarar ante la policía” (ABC) y “El maquinista del tren Alvia se niega a declarar ante la policía” (El Mundo). Así tituladas, las noticias, nos llevan a pensar en un comportamiento frío y desentendido, sin embargo, hay que recordar que no declarar ante la policía es un derecho recogido, más si una persona se encuentra convaleciente, como era el caso. La negativa a declarar no es tal, sino que Garzón se acogió a su derecho (y el de todos) de no hacer declaraciones a no ser ante un juez. Además, las noticias de este día siguen la tónica del 25 de julio: “La policía apunta al error humano”, “Interior confirma que el maquinista del Alvia está detenido” (ABC) e internacionalmente se continúa sobre sus comentarios en Facebook: “Spanish crash driver wrote on Facebook about high speed. Man named by local media is said to have written previously of driving locomotive so fast he was on the brink of getting fined”.

Aparecen más informaciones personales y se va creando el perfil público que los medios requieren para Garzón: “El maquinista del tren siniestrado, con raíces bercianas”, “Garzón Amo, un hijo de ferroviario que creció entre trenes” (ABC) o “El piloto que descarriló su suerte” (El País, más título de película cutre de los setenta que titular de prensa seria). ¿Les suena de algo el “siempre saludaba” de los homicidas y asesinos en serie o secuestradores? Pues algo parecido encontramos aquí. Normalizar al personaje para seguir creando la historia que conviene. Para los bercianos, conocer que sus raíces pertenecen a esta tierra constituye un punto más en la escala de horror, al fin y al cabo, ¿quién querría ser vecino de una persona a quien la prensa ha acusado desde el primer momento del homicidio de setenta y nueve personas? Pero… si siempre saludaba, parecía buen chaval, si su padre fue ferroviario, si él lleva treinta años como ferroviario… ¿cómo pudo llevar a cabo semejante acto?

La conciencia colectiva tiende a hacernos crear nuestros puentes y conexiones y aquí, el uso del pasado no es aleatorio: sus raíces bercianas implican tiempos pretérritos, el haber crecido entre trenes también es una circunstancia del pasado, así como las informaciones de El País, que se refieren a su infancia y primeros pasos en Renfe. ¿Cuál es la circunstancia aquí? ¿Paco Garzón ha dejado de ser el hijo de un ferroviario? ¿No es la misma persona que creció entre trenes o que se trasladó a Coruña para cuidar de su madre? Se interpone una distancia nada inocente, un alejamiento de sus “buenas obras” para dejarnos con un presente desolador en donde sólo existe la tragedia o, como se publica también el mismo día: “«Me quiero morir» reconoció el maquinista tras el siniestro”, “El maquinista tras el accidente: ‘La he jodido. Me quiero morir” (ABC), “La he jodido” (El Mundo). Para más inri, el SEMAF (Sindicato Español de Maquinistas y Ayudantes Ferroviarios) ofrece al ABC un gran titular: “SEMAF asegura que el maquinista ‘está hundido”. Respecto a esto último, evidentemente todos sabemos que el maquinista debía estar pasándolo muy mal, pero la confirmación, el titular, obedece a un morbo que alimenta instintos bajos: los que implican culpabilizar a una persona (y no a un ente, como pasará posteriormente y mucha gente se negará a admitir) y considerar que la pena que lleva impuesta por tener conciencia, por ser eso, persona, es más desproporcionada que la que pueda acarrearle la Justicia en sí. El sufrimiento que en este momento presumiblemente tenía Paco Garzón, para la prensa, representaba un confort para muchas personas y eso constituyó un elemento que se intentó explotar al máximo.

Además de la detención, Adif echa balones fuera, según titula El Mundo: “El presidente de Adif: ‘El tren debió frenar 4 kilómetros antes” mientras que el ABC, en la misma línea, escribe: “Adif intenta culpar al maquinista, mientras sus compañeros le defienden: ‘Es un hombre sensato”. Para The Guardian, la investigación ya se encontraba totalmente encauzada: “Spain train crash: attention focused on driver, Francisco José Garzón [Accidente de tren en España: la atención se centra en el conductor, Francisco José Garzón]” y El Mundo y ABC, respectivamente: “La policía cree que el maquinista causó el accidente por ‘imprudencia”, “La policía apunta al error humano”. A dos días del descarrilamiento, la posición de la prensa escrita estaba, como dice el periódico inglés, enfocada hacia Garzón sin ningún tipo de duda.

Aunque en ABC recogen que sus compañeros hablan de él como un hombre sensato y lo defienden, es una postura que no se utiliza en los demás periódicos, que prefieren citar declaraciones en tiempo pasado sobre la experiencia: “Accidente de Santiago: El presidente de Renfe certifica que el maquinista había pasado 60 veces por la curva de Angrois” (ABC); las declaraciones de Garzón el día del siniestro: “Tenía que ir a 80 y voy a 190” (El País); los requisitos para ser maquinista en activo: “Los maquinistas pasan exámenes anuales” (El País).

Pero, además de las primeras informaciones sobre la cuenta de Facebook de Garzón, hay dos hitos en este 26 de julio en dos direcciones completamente opuestas. El primero de ellos son las declaraciones del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, recogidas en el titular de El Mundo: “Interior dice que ‘indicios racionales’ justifican la detención del maquinista” donde se informa que Garzón había sido dado de alta y se encontraba detenido en comisaría. Estos “principios racionales” fueron muy discutidos en las redes sociales sobre todo por su procedencia y por esas dos palabras, ya que el raciocinio de la gente del ferrocarril así como de los que nos hemos interesado desde el primer momento por el tema, nos hacía pensar y razonar que tan racional era el posible despiste y la alta velocidad del convoy como que nadie se había parado a preguntarse si ese tramo de vía en concreto representaba, desde el momento de su primer uso, un peligro evidente en caso de un despiste humano. Patinazo del señor ministro y uno de los primeros momentos que unieron a los ferroviarios y a gente no contenta con la versión oficial. Sin embargo, el maquinista, pasó la noche en el calabozo bajo esos indicios racionales mientrasEl juez determinará si las muertes fueron homicidios imprudentes. Los maquinistas tendrán que responder penal y civilmente si se determina que hubo un despiste” (El País).

Jorge Fernández Díaz en el lugar del accidente
Jorge Fernández Díaz en el lugar del accidente.

En otro orden de cosas y abriendo un debate centrado única y exclusivamente en el maquinista (y todos los maquinistas) y sus oscuras intenciones al provocar un accidente, Antonio García Barbeito publica en ABC un artículo de opinión que, bajo el título “AVE” comenta: “Si el accidente de Santiago ha sido por comerle cinco minutos al horario -ojalá no haya sido así-, es para preguntarse si cinco minutos valen más que la vida de ochenta personas”.

Pero he aquí que a las 22.15 de la noche, El País titula: “El siniestro reduce las opciones por el AVE de Brasil”, seguido por El Mundo: “La tragedia de Santiago de Compostela pone en peligro el AVE de Brasil”. ¡Acabáramos! Uno de los requisitos para la concesión del AVE de Brasil es que los postulantes no tengan accidentes con víctimas mortales. Y no sólo Brasil, también se está pendiente del concurso de líneas de metro de Arabia Saudí. Creo que no hace falta indagar mucho en las razones por las que se busca la culpabilidad de una sola persona y no del sistema en sí. Que cada lector juzgue los titulares de este día y aprecie por sí mismo.

27/7

Podría pensarlo de cualquiera menos de él” (El País) continúa “Le doy 50 euros por cada persona que me traiga que me hable mal de él». La imagen de Francisco José Garzón que se ha construido, la de un irresponsable que presume en su Facebook de la velocidad que alcanza con su vehículo, no es la que tienen sus compañeros de trabajo ni sus vecinos. Más bien es la contraria. En lo personal y en lo profesional (…)”. Después de dos días de machaque constante por parte también del periódico que publica este párrafo, amigos y compañeros del maquinista hablan de él y lo definen siempre con palabras positivas: buena persona, buen chaval, conductor responsable, cumplidor… Aunque luego se matiza en la misma noticia, puesto que ese “podría esperarse de cualquiera menos de él” viene a rememorar la manida frase párrafos arriba de “siempre saludaba”.

Abre esta noticia un atisbo a otro tipo de tratamiento que no será continuado en la prensa se convertirá en un espejismo tras la publicación, también en El País de “El maquinista esquiva a la policía” justamente después de afirmar: “El maquinista está detenido porque hay indicios racionales de su responsabilidad”; también en el ABC El gobierno dice que hay ‘indicios racionales’ que justifican la detención del maquinista”. ¿En qué quedamos? ¿Esquiva a la policía o está detenido? ¿Está detenido y lleva un antifaz para que no lo vean los agentes? ¿Se ha escondido debajo de la litera de la celda donde lo tienen custodiado? Por su parte, el ABC comenta: “El maquinista recibe el alta y es trasladado a comisaría” y “El maquinista, que no comunicó fallos, se niega a declarar ante la policía”. Negarse a declarar es una cosa (acogiéndose a su derecho a no hacerlo), esquivar a la policía, cuando te tienen detenido en comisaría, otra bien distinta.

A estas alturas ya era vox pópuli la presumible imputación de Garzón por el accidente: “Interior confirma la imputación del maquinista por ‘presunto homicidio por imprudencia” (ABC) y otros maquinistas hablan sobre el trazado “Los maquinistas admiten que el tramo cumple las normas” (ABC), aunque matizan “Maquinistas: el tramo te obliga a un cambio brusco de velocidad” (El País). Sin embargo, a pesar de que el colectivo observa el tramo y lo explica detalladamente, otras voces se hacen notar: “Si se respeta la velocidad no hay tramos peligrosos” en declaraciones a El País de Gonzalo Ferré, responsable de Adif; “La discusión sobre el sistema de seguridad del tren accidentado no tiene sentido” de Julio Gómez-Pomar, presidente de Renfe al periódico ABC.

Julio Gómez-Pomar, presidente de Renfe
Julio Gómez-Pomar, presidente de Renfe.

También Núñez Feijóo, presidente de la Xunta, opina para ABC: “Feijóo denuncia «intereses económicos» por desacreditar la alta velocidad”. Primero de todo, el trazado cumple las normas, sí, pero… ¿son esas normas sensatas? ¿La no expropiación de terrenos y la construcción de una curva legal pero claramente peligrosa por el intercambio de velocidades es coherente con el trazado de la cacareada alta velocidad española? ¿Si se respeta la velocidad no hay tramos peligrosos? Sí, con un sistema moderno y automatizado, con el que ya contaba el tren pero que no estaba operativo por incompatibilidades informáticas, es posible que ese tramo no hubiera sido peligroso. Pero cuando se depende de que una sola persona se convierta en un autómata de precisión, perfecto, que no tenga ningún problema que le pueda afectar mínimamente en la conducción, puede que no haya muchos tramos peligrosos, pero una curva diseñada de aquella manera se convierte en una trampa mortal. De peor humor ponen las declaraciones del señor Gómez-Pomar, que se niega en redondo a abrir una vía de discusión sobre la seguridad en los trenes: él ya tiene a su culpable y ya ha ofrecido su cabeza cuan Salomé.

Por otro lado, los intereses económicos que denuncia Feijóo responden a lo tratado el día anterior y a la posible pérdida de competencia para participar en el concurso del AVE de Brasil o Arabia Saudí. Fascinante. ¿Alguna defensa del señor Pomar o Ferré a un trabajador de su propia compañía? Ninguna, es más, el señor Ferré argumenta que el maquinista debió empezar a frenar cuatro kilómetros antes de la curva porque “esa es la función del maquinista dentro del tren, porque si no, sería un pasajero”. Esta increíble afirmación me lleva a pensar, personalmente, en qué sabe el presidente de Adif acerca de las funciones de sus empleados teniendo en cuenta que después Pomar afirma que el accidente no se produjo en una línea de alta velocidad, así que no afecta, como temía el señor Feijóo a los famosos intereses económicos. Aclara posteriormente que buscarán las medidas publicitarias o “de comunicación” necesarias para explicar que no es un accidente de la alta velocidad. Vamos, que es un accidente de Francisco José Garzón, que conduce un tren de alta velocidad, en una línea de alta velocidad, que circula a más de 200 km/h, pero no vayan a creer que eso de alta velocidad es en serio, que es una línea mixta, según Pomar, no vaya a ser que los brasileños y los saudíes se lo piensen mejor…

Público, en otro orden de cosas, busca las opiniones de expertos ferroviarios y titula: “El maquinista no es el único culpable”. Aparece, casi por vez primera, una explicación coherente sobre seguridad y se habla del ERTMS, el sistema instalado pero inoperativo en el tren en ese tramo. Se abre una tímida vía en la que se afirma que el accidente pudo ser evitable con un sistema de seguridad más moderno que el que llevaba el tren (ASFA digital) que no siguen en otros diarios, como ABC, donde Juan Manuel de Prada publica “Causas”, un lamentable artículo de opinión donde vuelve a la hipótesis de la puntualidad, devoluciones de billetes y altas velocidades para no perder dinero, además de otros piropos a los internautas que se preguntan si es posible que en este accidente haya sólo un culpable.


28/7

Spanish train crash driver faces judge. After night in jail cell Francisco José Garzón, who is accused of manslaughter, has the right but not obligation to make statement [El conductor del accidente ferroviario español se enfrenta al juez. Después de una noche en la cárcel, Francisco José Garzón, acusado de homicidio, tiene el derecho pero no la obligación de declarar]” (The Guardian). “Interior confirma la imputación”, “78 homicidios por imprudencia” (El País), “La policía atribuye al maquinista homicidio por imprudencia”, “La policía cree que el maquinista causó el accidente por imprudencia” (El Mundo). El domingo 28 se produce la declaración de Garzón ante el juez, como recoge ABC: “El maquinista del accidente del Alvia declara este domingo”. Tras cincuenta minutos, queda en libertad con cargos, retirada su licencia de conducción por seis meses, igual que su pasaporte. Esta decisión fue muy comentada, puesto que una gran mayoría de lectores opinaba que Garzón debía entrar de inmediato en la cárcel, aunque el juez no ve posibilidad de destrucción de pruebas o de fuga. “La prisión condicional, una medida muy ponderada y excepcional” (El País), sin embargo, ABC: “Libertad con cargos para el maquinista tras admitir que no sabía ni en qué tramo estaba” y Público: “El juez deja en libertad con cargos al maquinista del Alvia, que admite que cometió una imprudencia”. Francisco José Garzón admite su culpabilidad y los medios lo celebran pero hay muchas cuestiones pendientes de análisis profundo aquí.

Por una parte es lógica la medida del juez de no hacerle ingresar en prisión, puesto que, como bien argumenta, no hay riesgo de fuga; las declaraciones acerca de no saber en qué tramo se circula están sacadas de contexto, pues como se pudo conocer posteriormente, admite un despiste en un tramo concreto pero aclara que la apreciación de la velocidad, a 190 kilómetros por hora es muy relativa y la ausencia de señalización propicia que los maquinistas tomen puntos de referencia a ojo para comenzar el frenado. Además, no podemos dejar de lado que el maquinista aún se encuentra en estado de shock y que, si bien antes de conseguir salir de la cabina del tren dijo insistentemente que había denunciado la inseguridad de ese punto kilométrico (antes también de conocer la magnitud del descarrilamiento), el sentimiento de culpa sigue estando muy presente y altera, inevitablemente, la posibilidad de reacción crítica ante la seguridad vial.

El Mundo continúa removiendo el perfil de Facebook de Garzón: “El maquinista en 2012: ‘Estoy en el límite, no puedo correr más, si no me multan” mientras por otro lado: “Compañeros del maquinista: ‘No era de los que corrían”. Aquí encontramos una disyuntiva, puesto que la información acerca del perfil de Facebook es verídica (y por fin se aclara que tiene más de un año) pero las opiniones no dejan de ser más que eso. El “no era de los que corrían”, en pasado, junto a la anterior noticia contrapone una verdad demostrable (la del perfil) con una apreciación que se podría tachar de corporativista y protectora.

Después de la declaración ante el juez es cuando llega la imagen que quizá yo, personalmente, considero más injusta: la fotografía de Francisco José Garzón esposado y custodiado por la policía en el coche patrulla que lo lleva al juzgado ante el juez. Los periódicos explotan comercialmente la imagen, pues da mucho de sí tanto por el comentado atuendo (ya me dirán, unos vaqueros y una camisa normales y corrientes) como por el gesto del maquinista. No conozco el procedimiento, sinceramente, pero si puedo ver en la televisión a Bárcenas entrando como Pedro por su casa en los juzgados, considero aberrante que a un pobre hombre, aún en estado de shock que ha pasado la noche en el calabozo, se le entregue de esta manera a la prensa para hacer más sangre si cabe de su situación.

Los periódicos logran contactar con un familiar de Garzón: “El tío del maquinista: «Parece que sólo hay un culpable pero tiene que haber más»” (ABC); “Un tío del maquinista: ‘Los políticos y Renfe ya lo han inculpado” (El Mundo). Declaraciones sinceras y con interés por la verdad que tan tímidamente se había intentado buscar en otros titulares los días anteriores. Pero también se publica otro titular escandaloso “La muerte circulaba a 190 por hora hacia Ferrol” (ABC), donde la muerte, como sujeto que circula o conduce el tren, es el maquinista; muy distinto habría sido cambiar el verbo “circular” por “viajar”, puesto que no implicaría la acción de conducir el tren, como aquí se expresa. Mientras, en El País, inquiere acerca de “Dos sistemas de seguridad ferroviaria” con un vídeo de 1.20 minutos donde explica someramente cómo funciona el ASFA digital y el ERTMS y se pregunta por qué no se instaló este último hasta el final del trayecto. En la misma línea, El Mundo: “Hay que reducir 120 km/h sin que un sistema electrónico te obligue”, donde se admite que es un descenso muy brusco y compañeros defienden que no ha dependido todo de Francisco.

Todos somos imprudentes” (Público), “El viaje 61 del maquinista” y “La policía analiza las llamadas de los dos móviles del maquinista” (El Mundo) son las últimas noticias aparecidas en prensa el 28 de julio. La primera, un artículo de opinión que sale en defensa de Garzón, puesto que considera que la dependencia de un estado físico y mental impecable en todo momento es algo fuera del realismo y más si se puede controlar mediante sistemas de seguridad alternativos. El segundo muestra un perfil del maquinista donde se resumen todos los datos conocidos hasta el momento y se entrevista a un compañero, quien confirma su pesadumbre en un artículo con más morbo que datos interesantes para el lector medio. La tercera noticia abre un ciclo de ellas dedicadas exclusivamente a conocer por qué se produjo, en qué circunstancias y por qué se ocultó intencionadamente o no una llamada que recibió Garzón instantes antes del descarrilamiento.

Sigue en ¿Cómo te manipula la prensa? El accidente de Santiago de Compostela y el maquinista (II).

Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista. Trabajo en la organización de la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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