El pasado 14 de octubre salía a la venta “Corre, Renina, corre”, la nueva novela de terror de Celia Añó (“Aracnefobia”, “Los muertos te están buscando”) de manos de la editorial Dorna. Una novela que se arrastra, repta y te corretea columna arriba hasta el punto de hacerte desear un baño en repelente.
Y es que el libro está lleno de insectos, de zumbidos invisibles que te persiguen en sueños. Eso es lo que le ocurre a Renina, cuyas noches están habitadas por un monstruo. Un monstruo que la acecha, que la hostiga sin descanso hasta atraparla y matarla en cien sitios diferentes. Excepto esas pocas veces que consigue llegar a la habitación blanca, donde espera la Otra.
¿Pero y si los monstruos no estuviesen solo en sus sueños? ¿Y si el zumbido también se escuchase durante el día? Porque Renina está a punto de cumplir los veinticinco años, de terminar con la pesadilla. Si es que llega viva allá.
A través de las vivencias de su protagonista, la autora construye una angustiante fantasía urbana que vuelve a sorprender por sus giros, sus misterios y su estructura. Y es que es el lector, una vez más, el que ha de juntar las piezas del puzle a través de las pistas que tan hábilmente nos deja Celia en el relato y que pican como una mosca zumbona (yo solo digo que ojo a los títulos de los capítulos).
Claro que no es fácil cuando estás rodeado de bichos. Y no es broma. No me considero una persona aprensiva respecto a los insectos, pero aún así llegué a sentirme verdaderamente incómoda en algunos pasajes de la novela, e incluso tuve pesadillas. Así que si eres susceptible con el tema, te desaconsejo que te acerques siquiera al libro. Otros contenidos sensibles son la muerte, la antropofagia o la paranoia.
Los personajes de “Corre, Renina, corre” están maravillosamente planteados. Es reseñable la facilidad con la que te identificas con ellos, con la que Renina te arrastra a esa riada de sentimientos ansiosos, de miedo, de inevitabilidad.
De ella poco más puedo decir sin soltar spoilers. Renina duerme; corre; trabaja en una cafetería; y apenas sale de su habitación.
La segunda perspectiva desde la cual conocemos a la protagonista es la de Pedro, un amigo con el que suele quedar para correr en el cauce seco, y que se ganó mi corazón desde su primera escena. Despierto, preocupado por su entorno y las personas a las que quiere, es una pieza indispensable y muy bien colocada para descubrir la realidad de Renina.
En poco más de cien páginas, “Corre, Renina, corre” absorbe enseguida la atención del lector, pero es a partir de la segunda mitad cuando ya no puedes parar de leer. El ritmo comienza más pausado para pegar un frenético acelerón en torno a ese punto; a ello ayudan los capítulos muy breves, a veces de tres o cuatro páginas.
La prosa de Celia Añó tiene personalidad propia, ese carácter entrañable impregna sus letras incluso en una novela de terror; consigue que queramos a sus personajes aunque hagan cosas terribles (que no es el caso; o sí; o no). Sus metáforas y símiles impactan y, cuando a bichos se refieren, hacen que te piquen las piernas.
La edición de Dorna (al menos la digital, que fue la que me leí) está bien cuidada y tiene un acabado profesional. La grandiosa ilustración de portada es obra de Libertad Delgado.
En definitiva, “Corre, Renina, corre” es todo un hallazgo que enamorará a los amantes del terror, la fantasía urbana y los bichos. A Aquellos que disfruten del misterio y de encajar las piezas que esta maestra de los puzles narrativos nos ofrece. Una lectura atrapante, que he disfrutado desde la primera página hasta el satisfactorio final. Y una opción más que atrayente de cara a Halloween.
¿Y tú? ¿Escuchas el zumbido?