¿Se puede empatizar con una asesina a sueldo? Kate nos pone en la piel de Kate, una asesina profesional que es envenenada antes de su última misión y que cuenta con menos de 24 horas para conocer la verdad y obtener su venganza. Este thriller de acción está disponible en Netflix.
La película dirigida por Cedric Nicolas-Troyan cuenta con un ritmo ágil, frenético y violento. El desbalance entre los momentos de calma y de acción es tan dispar como el Tokio que nos señala. Callejones, yakuza, baños que dan asco de solo mirarlos, la luminiscencia nocturna de los letreros y la publicidad, y la extravagancia multicolor del harajuku.
El guion de Umair Aleem no nos cuenta la historia más extraña del mundo, es más, pelea por alejarse de las complicaciones de muchas películas del mismo género y corte en la que el protagonista, porque suele ser un hombre, parece tener siempre unos ideales y promesa complicados y es estandarte del “bien”, sin importar los orígenes del personaje. A Kate solo le interesa vengarse y, si eso te molesta, seguro que Kate te soltaría algo como «no tengo tiempo para mierdas» y te metería un balazo entre ceja y ceja. Bueno, si no la haces perder el tiempo quizás te deje libre, no es que le sobren las balas ni el tiempo.
Es un disparate de adrenalina, violencia y mucha mala leche
Algo que Cedric Nicolas-Troyan logra acentuar del guion a través de su dirección es la construcción de los personajes femeninos. Destacan Kate, interpretada brillantemente por Mary Elizabeth Winstead, y Ani, por Miku Patricia Martineau. La relación fortuita pero consistente entre ellas es lo que mueve la historia. Si fuera por Kate, todo serían tiros y preguntas a mafiosos. Es gracias a la presencia de Ani que podemos conocerla y, a su vez, eso nos muestra la personalidad alegre, enérgica y alocada de Ani. La relación de accidentada amistad, casi de hermandad entre ambas, nos revela sus claroscuros, traumas y últimas esperanzas. Ambas son inteligentes, tienen arrojo y una química indudable en pantalla. Ellas son la humanidad de los daños colaterales.
El resto de personajes apenas tienen unas cuantas escenas para hacerse un hueco, donde destacan Jun Kunimura como Kijima con su honor en un submundo de sangre; y Woody Harrelson como Varrick y su sonrisa de póker. Aun así, Winstead y Martineau se comen a todos sus compañeros de reparto.
El uso del color, la estética y los movimientos de cámara conforman todo un paseo visual donde partimos de las escenas más limpias, donde el frenesí y los movimientos están perfectamente controlados, donde todo es blanco o negro o sangre, hasta que irrumpe Ani y la decadente cuenta atrás de Kate, que llena todo de ruido, colorido, adrenalina y descontrol. La forma en que Lyle Vincent, director de fotografía, juega con ambos escenarios es una gozada, simple y llanamente. La escenografía de las batallas es un disparate de adrenalina, violencia y mucha mala leche.
Desde lo visual hasta lo musical, la cultura pop japonesa tiene un papel fundamental que agiliza la trama, la llena de una energía fresca y que a veces roza un poco la animación shonen más dinámica. Aquí entre nos, tengo la banda sonora en bucle en Spotify. Todo esto cerrado por una edición muy cuidada que disfruta de lo mamarracho, la adrenalina, los navajazos dados con saña y las lluvias de balas por Sandra Montiel y Elísabet Ronaldsdóttir.
Kate es un thriller de acción muy consciente de que lo es, que se toma en serio lo que se tiene que tomar y no le pone mucho hierro a lo demás, lo que la hace tan loca, tan divertida y tan sincera.
