Prevista (y preparada) para la semana de Sant Jordi, como ya es tradición –no en balde el nombre oficial del certamen es Festival Internacional de Cinema de Barcelona-Sant Jordi–, la 4ª edición del BCN Film Fest se retrasó hasta finales de junio de este 2020 marcado por la pandemia provocada por el SARS-Cov-2 (o CoVid-19). Y, aun así, fueron 8.000 los espectadores que, mascarilla y demás medidas higiénicas mediante, se reunieron en los Cines Verdi de Barcelona entre el 25 de junio y el 2 de julio para disfrutar de un espléndido programa –diría que el mejor de las cuatro ediciones, habiendo asistido servidor desde la segunda en 2018– y con muchas ganas por regresar a una sala de cine. Un programa en el que, además de la sección oficial, las películas de inauguración y clausura, la sección Cinema amb Gràcia (pues el cine se ubica en pleno barrio graciense), la Zona Abierta y documentales, este año se conmemoró el centenario de Éric Rohmer, el cineasta homenajeado en esta edición, y una retrospectiva al cine coreano de este siglo XXI. Vamos, que había cine para todos los gustos.
Quien esto escribe asistió a veinte sesiones, la mayor parte de la sección oficial, de las que nutriremos esta crónica, sin duda parcial e incompleta. Algunas de las películas visionadas ya se han estrenado en las (por ahora pocas) salas de cine, como «La lista de los deseos» (Álvaro Díaz-Lorenzo, 2020), siendo su pase por el festival la première mundial de la cinta. El resto de películas, o su mayor parte, irán llegando paulatinamente a las salas comerciales en lo que esperamos que sea un (necesario) repunte del cine en lo que queda de 2020; sí, confiamos en que las muy tímidas cifras de taquilla en los dos primeros fines de semana de apertura de los cines tras el confinamiento remonten en los próximos meses.
Se inauguró el festival con el estreno europeo de «Uno para todos» (David Ilundari, 2019), film protagonizado por David Verdaguer como Aleix, un profesor interino (e itinerante) en un pueblo del interior de las Españas. Hacerse con un lugar y un trabajo nuevo siempre cuesta, y más para un profesor de primaria que no tiene la certeza de saber si acabará el curso. El regreso de un estudiante, Carlos, que cayó enfermo de leucemia, se convertirá en un problema para Aleix cuando se dé cuenta de que prácticamente ninguno de sus compañeros de clase desea su regreso; y es que Carlos era todo un acosador escolar y nadie olvida lo que pasó dentro del aula… y que nadie fuera de ella conoce. Verdaguer compone uno de esos papeles carismáticos que suelen seducir a la audiencia y se trata con delicadeza (y algo de buenismo) problemáticas que suelen ser más habituales de lo que quisiéramos en el ámbito escolar. Acompañado de Clara Segura, Patricia López Arnaiz y Miguel Ángel Tirado (alias Marianico el Corto), entre otros, el actor catalán sabe llevar bien el guion y hacernos reflexionar sobre las consecuencias del acoso escolar desde otro punto de vista: cuando el chico malo debe hacer frente al vacío de quienes habían sido el objeto de sus burlas.
«Pinocho» (Mateo Garrone, 2019), enésima adaptación cinematográfica de la novela de Carlo Collodi, nutrió la cuota literaria del festival junto a «Cuando Hitler robó el conejo rosa» (Caroline Link, 2019), basada en la ya clásica novela juvenil de Judith Kerr y que los que ya peinamos canas recordamos de lecturas en la infancia. La película de Garrone se presenta muy fiel al espíritu de Collodi, con un entorno entre surrealista y mágico que atrapa al espectador desde prácticamente el principio, y que cuenta con Roberto Benigni –quien ya interpretara a la marioneta que quiere ser niño en un olvidable film de 2002– como el carpintero Gepetto. Con una sugerente música a cargo del siempre interesante Dario Marianelli y con la participación de Marine Vacht como el hada azul y el pequeño Federico Ielapi como Pinocho, la película conjuga bien el lirismo (y la sátira subyacente en la trama) con el entorno mágico que rodea a la marioneta que quiere ser niño y que aprenderá de sus errores a conseguir lo que se propone.
Por su parte, la película de Link presenta la historia de Anna y su familia, judíos alemanes que se marchan de su país tras el auge de Adolf Hitler al poder. Anna dejará tras de sí su peluche favorito, un conejo rosa, mientras sus padres, una pianista y un periodista de prestigio, verán como su estatus desaparece tras la etiqueta de refugiados que les acompañara a Suiza primero y después a París, donde las dificultades económicas no tardarán en surgir. El filme presenta con interés ese trasfondo de los primeros años treinta y las dificultades de los emigrantes judíos alemanes, que incluso en París verán que su condición de judíos también supone un cierto hándicap. Algo morosa en su desarrollo, «Cuando Hitler robó el conejo rosa» deja reflexiones sobre la condición de refugiado que hoy en día siguen estando muy presentes.
La película polaca «Corpus Christi» (Jan Komasa, 2019) presenta a Daniel (Bartosz Bielenia) un joven que, tras salir de un centro de detención juvenil (llámese reformatorio, si se prefiere), se hace pasar por un sacerdote y se encarga de llevar una parroquia en una pequeña ciudad. Lo que empezó como una confusión se convertirá en toda una revelación, en el más religioso sentido de la palabra, para Daniel, que poco a poco influirá en la vida de “sus” feligreses e incluso pretenderá cambiar las cosas de la localidad. Komasa, a partir del guion de Mateusz Pacewizc, nos muestra el fervor religioso de una comunidad, los traumas de un accidente de tráfico que segó las vidas de varios jóvenes y el esfuerzo de Daniel por alcanzar un perdón, una catarsis, que en cierto modo también persigue a causa de su mentira. Resulta muy interesante cómo se refleja la violencia de la que nadie quiere hablar, o se mira hacia otro lado, en un centro de jóvenes y en hacer lo que haga falta para sobrevivir. Apuntadla en vuestra agenda… para cuando llegue a las salas.
Los filmes históricos forman parte del festival barcelonés y en esta ocasión hemos contado con varias películas de peso sobre personajes y épocas de gran interés. Por un lado, «De Gaulle» (Gabriel Le Bomin, 2019), filme que se centra en la caída de Francia ante la Blitzkrieg alemana en la primavera de 1940; concretamente en el mes de junio, cuando la potencia gala fue superada en las Ardenas por la Wehrmacht alemana. La “extraña derrota” de Francia, como la definiera el historiador Marc Bloch, se presenta en un filme que se centra en la figura de Charles de Gaulle (Lambert Wilson), coronel que se erige en baluarte de una resistencia que ni el presidente Paul Reynaud ni los veteranos mariscales Pétain y Weygand se ven con ánimos de presentar. El filme de Le Bomin, que escribe el guion junto a Valérie Ranson Enguiale, no oculta un formalismo académico en la presentación de los acontecimientos y se acerca en ocasiones al biopic histórico que el cine británico –recientemente con «El discurso del rey», con otro discurso radiofónico central mostrado en esta ocasión a cargo de De Gaulle, y El instante más oscuro como cintas similares– realiza con eficacia.
«Madame Curie» (Marjana Satrapi, 2019) se presenta como un biopic sobre la científica polaco-francesa Maria Skłodowska-Curie, ganadora de los Premios Nobel de Física (en 1903, junto a su marido, Pierre Curie) y Química (1911), y pionera en el campo de la radioactividad; precisamente el filme se titula Radioactive en su versión original. Pero lo que podría ser una biografía más o menos convencional de Marie Curie se convierte en manos de Satrapi –la historietista y dibujante de «Persépolis», que adaptó como película de animación en 2007 junto con Vincent Paronnaud) en una curiosa cinta sobre el legado del trabajo de los Curie, con excursos narrativos al futuro (de Hiroshima a Chernóbil) y en la historia de una mujer que no tuvo reparo en desafiar una y otra vez a la pacata sociedad francesa y a un ámbito científico en el que las mujeres no recibían ni el crédito ni la atención que sus colegas masculinos. Satrapi juega con un cierto elemento mágico a partir del guion de Jack Thorne (guionista de series como «National Treasure», «The Eddy» y la trilogía This Is England) que presenta a Curie como una persona terca e irritable.
«Mr. Jones» (Agnieszka Holland, 2019) es la película de corte histórico más destacada del festival: la historia del periodista galés Gareth Jones (James Norton) que conoció de cerca las consecuencias de la gran hambruna en Ucrania en 1932-1933, el Holodomor, y que causó alrededor de 3,5 millones de muertos como consecuencia de una feroz colectivización agraria por parte de Stalin y los jerarcas soviéticos. Ocultada al mundo, la gran hambruna sería denunciada por Jones, que había viajado a la URSS para buscar una entrevista con Stalin y pronto oyó algunos rumores sobre lo que estaba sucediendo en Ucrania, región a la que se desvió para ser testigo de las atroces consecuencias del hambre y la muerte por inanición. Al principio Jones no fue creído y su relato fue desacreditado por periodistas occidentales seducidos por el canto de sirenas del “paraíso soviético” como Walter Duranty (Peter Sarsgaard), pero su testimonio rompió la opaca opinión pública en relación con la Unión Soviética. Película que vale la pena combinar con la lectura del estremecedor libro de Anne Applebaum «Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania» (Debate, 2019), que (de)muestra que toda ficción cinematográfica palidece ante la realidad histórica… y este film la refleja con valentía.
La cuota de biopics cuenta también con «I Am Woman» (Unjo Moon, 2019), cinta sobre Helen Reddy (n. 1941), cantante y actriz australiana-estadounidense que en la década de 1970 se convirtió en un fenómeno musical con himnos feministas como la canción que da título al filme. La película se erige, pues, en el auge de una cantante a la que la industria discográfica dejó en la estacada cuando viajó a Nueva York en 1966 y que hubo de construir una carrera musical desde cero; su constancia frente a todo y todos, incluido su marido-representante, finalmente le hizo triunfar y convertirse en la voz de muchas mujeres y en paralelo a la segunda oleada del feminismo de aquellos años setenta, como hemos visto recientemente en la espléndida miniserie «Mrs. America» (FX, en el catálogo de HBO). Es precisamente ese tono reivindicativo, mezclado en plan telemovie con los problemas matrimoniales de Reddy (interpretada por Tilda Cobham-Hervey), lo que sostiene un filme convencional como pocos y muy efectivo.
Cerramos este apartado con el documental «Maragall i la Lluna» (Josep Maria Mañé y Francesca Català), que resigue la vida política y personal de Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona entre 1982 y 1997 y presidente de la Generalitat de Catalunya entre 2003 y 2006. La Lluna del título tenía ocho años cuando en 1993 el alcalde Maragall se instaló unos días en su casa, dentro de una política de cercanía del Consistorio con algunos barrios, como el de Roquetes en el distrito de Nou Barris. Los fastos olímpicos del 92 dejaron paso a unos tiempos en los que la alcaldía planeaba revitalizar los barrios más desfavorecidos de la ciudad. Construido como un viaje de Lluna para conocer a aquel alcalde del que tiene algunos recuerdos (“un señor muy alto al que se le veían los pies fuera de las sábanas de mi cama”), se nutre de las entrevistas que la ahora actriz realiza a familiares, amigos y colaboradores del Maragall sobre todo alcalde, de modo que su biografía se construye a partir de los testimonios (e imágenes) de los demás. Un documental interesante para el público barcelonés, que no oculta un cierto tono hagiográfico, y que tiene incluso una participación estelar del propio Maragall en sus últimos minutos, cuando ya se había retirado de la escena pública a causa del Alzheimer que padece desde hace más de una década.
En el apartado de películas dramáticas, destaca sin duda «Regreso a Hope Gap» (William Nicholson, 2019), película protagonizada por los veteranos Annette Bening y Bill Nighy, que interpretan a un matrimonio inglés, Grace y Edward, que tras 29 años juntos se rompe por decisión unánime de uno de ellos: Edward. Las consecuencias de una separación y pronto divorcio serán devastadoras para Grace y no menos dolorosas para un Edward que cree que, a pesar de las décadas vividas en común, realmente no eran el matrimonio perfecto que parecían ser. Aunque alargándose un poco en la parte final, el filme de Nicholson, autor del guion, ahonda en las imágenes que nos hacemos de nosotros mismos y que en el fondo son un espejismo, y en cómo la rutina más que romper una relación se convierte, paradójicamente, en su más sólido pegamento. El filme deja interpretaciones de altura por parte de Bening y Nighy, con dos caracteres muy diferentes, y que estamos convencidos que acumularán galardones en la carrera de los Oscars de 2021. Un espléndido drama.
De corte más oscuro y opresivo es la cinta austriaca «El buzo» (Günter Schwaiger, 2019): es la historia de un compositor de éxito, Paul (Alex Brendemühl), que esconde a un maltratador; de su ex pareja Irene (Franziska Weisz), que le ha denunciado por agresión, y de sus respectivos hijos, Robert (Dominic Marcus Singer) y Lena (Julia Franz Richter). Ambientada en Mallorca, donde Paul tiene una casa que necesita vender y donde Irene tiene un negocio para los turistas, el filme de Schwaiger denuncia la violencia de género (que en Austria se ha convertido en una de las principales causas de la mortalidad femenina) y presenta el asfixiante drama de un padre que manipula a su hijo, olvidando que este tiene sus propios recuerdos sobre lo que le hizo su padre a su madre. Incómoda y agobiante, es una película que deja el alma encogida.
Mejor sabor de boca deja la comedia dramática «Quisiera que alguien me esperara en algún lugar» (Arnaud Viard, 2019), que adapta algunas historias del libro homónimo de Anna Galvalda. Los miembros de una familia francesa de clase media se reúnen para celebrar el cumpleaños de la madre, Aurora, pero cada uno de los cuatro hijos tiene sus problemas personales: un hermano mayor que se reencuentra con un amor de antaño, una profesora que espera su hijo a los 40 años y no ha olvidado la esperanza de ser escritora, una fotógrafa que a menudo no vive con realismo su situación laboral y el hermano pequeño, a quien le hace tilín una compañera de trabajo, pero no se acaba de lanzar. La vida y la muerte se conjuran para afectar a la familia con sus devaneos imprevisibles, forzándoles a tomar decisiones y a superar la adversidad. Una película amable en fondo y forma, aunque también de recuerdo efímero en el espectador.
Algo similar le puede suceder, ya en la sección Cinema amb Gràcia, con «Perfumes» (Grégory Magne, 2019), que muestra la peculiar relación que se establece entre dos personas muy diferentes: el más bien caótico Guillaume (Grégory Montel) y la algo excéntrica Anne (Emmanuelle Devos), una perfumista que trabaja creando fragancias para empresas. Anne necesita un chófer y encontrará en Guillaume a un inesperado compañero de viajes de trabajo, surgiendo del conflicto la amistad que los unirá. Una película interesante, previsible en su desarrollo, pero que deja buen sabor de boca (probablemente no se mantenga en nuestra memoria) con ese toque de comedia francesa que tan bien les funciona allende los Pirineos. A destacar la participación de Sergi López, habitual en el cine francés, en un papel secundario.
De tono más divertido, y a la vez reivindicativo, son dos películas que muestran aspectos sociales que a menudo no se visibilizan. Por un lado, el síndrome de Down en «Mi hermano persigue dinosaurios» (Stefano Cipani, 2019), cinta familiar italiana inspirada en un caso real y que nos cuenta una historia familiar bienintencionada, contada por Jack sobre su hermano Gio y lo que significa convivir con alguien que nació diferente; y también en «La familia que tú eliges» (Tyler Nilson y Michael Schwartz, 2019), en la que brilla Zack Gottsagen como Zak, un joven con dicha alteración genética, obsesionado con la lucha libre americana (el wrestling), que se escapa de la residencia en la que vive y será compañero de viaje a Florida de Tyler (Shia LaBeouf), buscavidas con trauma familiar, a los se unirá la cuidadora de Zak, Eleanor (Dakota Johnson). Ambas son historias positivas, con su cuota de drama, y ponen el foco sobre personas que parecen diferentes a los que son “normales”.
Pero si de comedia diferente hablamos, «Arab Blues» (Manele Labidi Labbé, 2019), que cuenta las peripecias de una psicóloga, Selma (Golshifteh Farahani), quien, tras haber estudiado en Francia, se empeña en abrir una consulta psicoanalista en un barrio de Túnez tras la Primavera Árabe de 2011 que derrocó al presidente Ben Ali. Pronto Selma descubrirá que, aunque la demanda de pacientes sobrepasa sus previsiones, la tradicional sociedad tunecina, aunque parezca la más moderna de las sociedades islámicas, se lo pondrá difícil, sobre todo cuando se trata de conseguir una licencia. La película brilla al mostrar ese Túnez posrevolucionario y en cierto modo caótico, en el que parece que nada funciona y los rumores y exageraciones pueden acabar por desalentar al emprendedor más ilusionado. Apuntadla, pasaréis un muy buen rato, al tiempo que permitirá tener una idea de las diversas caras de un Túnez aparentemente cosmopolita y al mismo tiempo apegado a los recelos a la novedad.
«La lista de los deseos», antes mencionada, es también una comedia facilona y que, en la senda de «Señor, dame paciencia» (2017) y «Los Japón» (2019), anteriores cintas de su director, Álvaro Díaz Lorenzo, no se complica la vida a la hora de mostrar una historia que sabes que acabará bien y con una estampa de publirreportaje sobre el sur de España y el vecino marroquí. Dos amigas enfermas de cáncer (María León y Victoria Abril), junto a la mejor amiga de una de ellas (Silvia Alonso), se van de viaje en caravana para cumplir una lista de deseos que siempre quisieron realizar, pero, por un motivo u otro, no completaron. Por el camino, cómo no, se encontrarán a posibles novios y padres que se fueron a por tabaco y no volvieron. Tú sabes lo que estás viendo y sabes cómo acabará, y seguramente pronto te olvidarás de ella, pero si buscas una película para desconectar y con buen rollo (y necesaria campaña de lucha contra el cáncer), quizá sea tu opción.
Películas muy diferentes aquellas con las que cerramos esta crónica incompleta. Por un lado, «El glorioso caos de la vida» (Shannon Murphy, 2019), la historia de Milla (Eliza Scanlen), una adolescente enferma, y de un traficante de medio pelo, Moses (Toby Wallace), que no es visto con buenos ojos por los padres de la muchacha (Ben Mendelsohn y Essie Davis). Una película que juega con la metáfora del título en castellano –en inglés es más críptico: «Babyteeth»–: dejar entrar al caos en tu vida quizá sea lo que necesitas. Con un cierto tono de cine independiente (en este caso australiano), la película interesará a quienes huyan de dramas familiares convencionales. Seguimos con un curioso documental, «Centoventi contro Novecento» (Alessandro Scillitani, 2019), que parte de una anécdota: el partido de fútbol en el que se enfrentaron en un parque de Parma los equipos de rodaje de dos peliculones del cine italiano de la década de los años setenta, «Salò o los 120 días de Sodoma» (Pier Paolo Pasolini, 1975) y «Novecento» (Bernardo Bertolucci, 1976). Esta excusa argumental sirve al director y guionista para hablar de Pasolini y Bertolucci, de la tensa relación que mantuvieron entonces, de lo que suponía de distópico la película del primero (su último filme: fue asesinado en una playa de Ostia pocas semanas después de terminarla) y de utópico la del segundo en relación a la historia italiana del siglo XX. Una cierta tosquedad formal lastra una interesante idea que podría haberse desarrollado en algo más que los 52 minutos de duración del documental.
Y, por último, la película con la que se clausuró el festival, «Sound of Metal» (Darius Marder), que nos cuenta el viacrucis de Ruben (Riz Ahmed), un batería de heavy metal que de pronto se queda sordo. Lidiar con la sordera ya de por sí es complejo, pero si la música es tu medio de vida, la cosa se complica. Ruben acudirá a una comunidad de sordos para aprender cómo convivir con su discapacidad, aunque su intención es operarse para poder escuchar con un implante coclear. De factura más convencional de lo que parece a priori (Ruben y su pasado de adicciones), el filme de Marder puede leerse tanto como una historia de superación como de aceptación de las cartas con los que te ha tocado jugar; sea como fuere, no acaba de despuntar.
Después de todo esto, ¿cuál ha sido el palmarés del festival en esta su cuarta edición y por decisión del jurado formado por Mercedes Sampietro, Gerard Quintana y Judith Colell? Pues el siguiente:
• Premio a la mejor película: Regreso a Hope Gap de William Nicholson. Más que merecido.
• Premio de la crítica ACCEC: Corpus Christi de Jan Komasa. Lo secundamos.
• Premio al mejor guion: Shaun Grant por La verdadera historia de la banda de Kelly. Nos quedamos (por falta de tiempo) con las ganas de ver esta película.
• Premio al mejor actor: Josh O’Connor por Regreso a Hope Gap. Interpreta al hijo de Grace y Edward, nos queda la sensación de que el premio le viene grande.
• Premio a la mejor actriz: Rosamund Pike por Madame Curie. Personalmente, considero que la interpretación de Annette Bening en Regreso a Hope Gap está muy por encima.
• Premio Festival Castell de Peralada a la mejor música: Evgueni Galperine y Sacha Galperine por Corpus Christi. Amén.
He aquí el balance de un exitoso festival, por calidad y asistencia de espectadores, más de lo esperado ante la situación actual por el dichoso coronavirus. La 5ª edición del festival tendrá lugar del 15 al 23 de abril de 2021, si todo va bien. Allí esperamos estar para Fantasymundo.