Es cierto que, además de que Cullen Bunn parece sentir cierta afinidad por la gente del entorno rural estadounidense (remito a su historieta corta “Deer X-ing”, publicada en el número 13 de la última etapa de Creepy), ese ambiente en el que se mezclan las antiguas creencias y supersticiones con la manifiesta falta de cultura, entendimiento y formación se presta bien a la creación de relatos terroríficos o, cuanto menos, inquietantes. Y con una atmósfera opresiva con un tinte nostálgico debida a la falta de medios tecnológicos que resulta atrayente y pintoresca. Ya hemos visto y disfrutado este peculiar cóctel en conocidas producciones como “El bosque” (M. Night Shyamalan, 2004), la serie “True Detective” (HBO, 2014-) o la menos conocida “Jug Face” (Chad Crawford Kinkle, 2013)
En todo caso, vamos a centrarnos de nuevo: en cada una de las últimas páginas de cada uno de los cuatro números que conforman el volumen no he podido pensar menos que “¡Vamos! ¡No fastidies!” Sobre todo en la última página del cuarto número. Cullen Bunn y Tyler Crook son, ante todo, unos maestros a la hora de crear el suspense necesario como para continuar leyendo, mezclan perfectamente ese dibujo a la vez sencillo en cuento al trazo y elaboradísimo en lo tocante al uso de tintas y acuarelas en su apabullante coloreado que se combina perfectamente con un guión directo, sin florituras, pero altamente evocador del ambiente. Es una combinación técnica perfecta para la narración de este estilo de historia en el que la estimulación visual evoca una cierta atmósfera que termina de completarse con la permanente oscuridad de los textos en perfecta combinación con un expresivo, muy visible y apreciable lenguaje gestual. Este volumen de 152 páginas en tapa blanda nos ofrece una experiencia visceral y escalofriante.
Y, como diría Matías Prats, permitidme que insista: este es un cómic que no podría haberse llevado a cabo sin la perfecta compenetración de Bunn y Crook: los personajes de Bunn hablan conforme a lo que se espera dado su entorno y circunstancias, y el lenguaje gestual y cromático de Crook dotan a esas palabras del peso escénico necesario para que formen un todo indivisible. Un conjunto que forma una especie de narrador en tercera persona son cuerpo que añade una mayor sensación de miedo y suspense, esa desazón de que algo malo va a pasar en cualquier momento, y que no podremos dejar de mirar. Y no podemos dejar de hacerlo merced a esa pintura densa y expresiva de Crook que llega a manchar la piel de los personajes, o esas líneas y degradados en el cielo nocturno que, además de enfriar el ambiente, generan el contraste necesario para llevarnos el susto padre en la consabida viñeta pensada para eso.
Es en este punto en el que me detengo para tomar un respiro, puesto que me juego lo que sea a que mis lectores habituales deben estar pensando que me he fumado algo chungo o alguna cosa similar, ya que es muy atípico que me centre tanto en la parte artística dado a mi afición a contextualizar el contenido y buscar referencias, pero he decidido romper mi esquema habitual dada la importancia del elemento artístico en el transcurso y la creación de esta historia de terror sureño estadounidense. ¡Es el elemento principal, corcho!
Además, el personaje de Hester Beck es ficticio (aunque, intentando documentarme sobre el caso, he encontrado algo interesante: ¡Una pieza a su nombre como banda sonora del cómic ! ), el condado de Harrow, también (aunque apostaría a que está basado en los territorios de Kentucky o Tennessee). Al igual que no he hecho ningún tipo de sinopsis (aunque lo intentará a continuación). En este caso se debe exclusivamente a que es difícil hacerla sin reventar alguna de las sorpresas que guarda la historia.
Pero he prometido hacerlo: consideremos que hace años, los miembros de la comunidad del Condado de Harrow se pusieron de acuerdo para hacer un acto terrible en nombre de lo que consideraban un bien mayor. Observaron la materialización de su luctuoso acto en las ramas y tronco de un roble retorcido esperando dar fin, así, a la pesadilla que atormentó a este colectivo a lo largo de los años. Pero parece que amenazan con volver a medida que Emmy, una muchacha del condado, se aproxima a su decimoctavo cumpleaños. De momento no es más que una chica que vela vida pasar a través de las ventanas de la granja de su padre, pero que de un tiempo a esta parte es capaz de escuchar susurros fantasmales que irán haciendo cambiar las cosas tanto para ella como para el resto del vecindario ante la amenaza de que los viejos pecados regresen para cobrarse su vieja deuda. No voy a anticipar más.
Y también reconoceremos el arquetípico cainismo y el miedo de las sociedades rurales estadounidenses ante lo desconocido o, en el mejor de los casos, inexplicable, dado el fuerte poso de superstición que suele abundar en ese tipo de poblaciones. Y, ya que hablamos de arquetipos, ahí identificaremos varios: la negra que acude al saber ancestral de sus antepasados, el ganadero ignorante pero humilde, el “enterado” que no es más que un paleto venido a más, la “refinada señorita sureña”… Es fácil identificarse con esa ignorante crueldad, sobre todo en tanto y cuanto presagia un futuro similar ligado al ignorante pasado del país.
Harrow County es un retablo del paisaje rural arquetípico estadounidense que nace gracias al mal palpable del mismo diablo. Cullen Bunn y Tyler Crook son cómplices en esta conspiración aterradora de mentiras y pesadillas que contrasta con las con la invitación de la iconografía visual a seguir leyendo. Disfrutaréis del curioso malestar que os provocará la historia sin apartar la mirada de este entramado de antiguos rituales, supersticiones, pisadas sobre las hojas secas y antiguos pero persistentes rumores…
Y no nos dejemos en el tintero los jugosos y numerosos extras que nos aporta el volumen: 12 páginas de estudio de los personajes, una página adicional, otra promocional, dos estudios del plano del Condado, un estudio de portada, seis ilustraciones temáticas realizadas por artistas de primera línea (me encanta la de Joëlle Jones) y dieciocho páginas con el relato inicial del que nació este cómic.
Un cómic digno de ser descubierto. Y, si eres amante del género de terror, no debes perdértelo. Un soplo de aire fresco para este género que cada vez se estila menos. Los autores son garantía de calidad, y os aseguro que no os dejará indiferentes. Y recordad que… Hay otra, y es igual que ella. Pero… ¿Igual-igual? Habrá que leer más para saberlo, amigos lectores.