¿Y quién es el creador de este personaje de mente preclara y diabólico ingenio? Pues el sevillano Pablo Velarde, que firmaba estas páginas satíricas con el seudónimo “Judas”, ya que como tal se sentía un poco al crear las historias de esta su tercera creación para “El jueves” basándose en su experiencia y la de varios conocidos suyos “cuyos matrimonios y parejas iban causando baja”, según sus propias palabras. Aun así, “Custodia compartida” es una muestra de humor de situación descarnado y tremendamente gracioso a la par que cruel.
¿Humor gracioso y cruel? Sí. Imaginad a una niña que, ante las distintas cuchilladas que se lanzan sus padres a través de ella, desarrolla un curioso instinto de supervivencia y un talento para detectar los puntos flacos en el comportamiento de sus progenitores para conseguir tanto que le hagan un poco de caso como lograr de ellos lo que necesita. ¡Incluso sacar partido de ello llegado el caso! Porque Custodia no es una niña al uso: tiene los impulsos de una niña corriente, incluso muestra buen corazón, pero su peculiar situación le ha hecho desarrollar una astucia fuera de serie: sabe desviar la atención cuando es necesario, y conoce perfectamente cuál es el punto débil de sus padres… ¡Incluso el de sus potenciales nuevas parejas! Una niña entrañable con un punto de capo mafioso, pero sin mala intención.
Porque, veamos: se olvidan de ella, la envían a sitios equivocados, la llevan a lugares que no le gustan con la excusa de que “es lo mejor para ella”, no la prestan la suficiente ayuda con los deberes, la emplean de correveidile, no le consultan sobre sus rollos sentimentales. De hecho, no la entienden, y tampoco chacen por entenderla. ¿Qué puede hacer una cría dentro de ese ambiente? Lisa y llanamente, aguzar el ingenio.
Antes de que nadie se eche las manos a la cabeza ante lo políticamente incorrecto que es el planteamiento de este cómic, le sugiero que respire hondo y piense con la cabeza fría: “Matilda”, de Roald Dahl, es considerado como un cuento infantil y, sin embargo, destila mala uva por todos sus poros, y la situación que vive la niña protagonista no es muy diferente a la de Custodia… ¡Si la termina adoptando su maestra porque sus padres pasan de ella cosa mala! Por lo demás… ¿Qué me decís de la mordacidad de Mafalda? De acuerdo, su familia es una familia de clase media la mar de normal. Pero Mafalda sale irónica y contestataria y, a veces, genialmente cruel. Custodia no va más allá de lo que estas dos obras citadas marcan, aunque sus aventuras están plasmadas de manera poco apropiada para los más pequeños de la casa. Que son historias de “dos rombos”, vaya.
Lo que tenemos entre manos, en las 190 páginas de esta obra encuadernada en rústica con solapas, es un reflejo de una de las situaciones más características y comunes de nuestro tiempo, un testimonio, quizás un punto exagerado, del calvario que muchos padres separados sufren y de cómo afectan a los hijos. ¿Cruel? Quizá ¿Necesario? Sí. ¿Por qué no? ¿No es una situación asumida dentro de nuestra sociedad? ¿Por qué no se puede jugar con ella igual que se ha jugado con tantas otras previamente?
Como extras, simplemente trae un prólogo de mano de Edgar Cantero, compañero historietista en “El jueves” y, también, novelista. Del texto de la contraportada se encarga J.L. Martín, antiguo editor de “El jueves”, y de la solapa interior del anverso se encarga So Blonde, otra compañera de la revista, también escritora e historietista.
Sin embargo, sí encuentro un pequeño “pero” en esta publicación: pese a que el lomo está encolado y cosido, y haberlo leído con sumo cuidado (como, por otra parte, hay que leer todas las publicaciones en rústica), me quedé con las páginas 39 a 42 en la mano. Y eso solo en la primera lectura. Quiero pensar que se debe a un defecto puntual –no creo que sea generalizado en toda la tirada-, pero recomiendo tratarlo con cuidado.
Por lo demás, he disfrutado mucho de la lectura de estas historietas. Así que, si lees esto y eres mayor de 18 años, y no tienes miedo de un humor ingenioso e irreverente, hazte con él. Pasarás un buen rato, garantizado.