En 2015 se supo que habría nueva película sobre Wonder Woman dirigida por Patty Jenkins («Monster»), y a la mayoría de fans del personaje nos invadió una sensación agridulce de esperanza y temor, conscientes de lo que suele hacer Hollywood con muchos de sus superhéroes femeninos. Sin embargo, la elección de Jenkins como realizadora significó una inyección de confianza relativa, dado su respetado trabajo en «Monster» (2003), tanto a la cabeza del proyecto como en su faceta de guionista.
Conciliar el aspecto creativo y el comercial no es sencillo, y muchas veces el respeto por el primero se ve ninguneado en las superproducciones hollywoodienses. En esta ocasión, pese a las muchas licencias que se toma con respecto a los cómics -e incongruencias de guión- creo que buena parte de la esencia del personaje se ve respetada e incluso amplificada en algunas partes.
En esta película, Diana (Gal Gadot) es una joven guerrera criada como princesa de las amazonas en Temiscira, una isla aislada del resto del mundo y protegida por una barrera mística de ocultamiento, cuyo emplazamiento nadie salvo Zeus conoce. Las amazonas cuentan que, cuando Ares, el Dios de la Guerra, ponga de nuevo en peligro la existencia de la humanidad, ellas deberán luchar contra él para asegurar su supervivencia.
La vida de Diana se centra en su adiestramiento, hasta que un día, un piloto estadounidense llamado Steve Trevor (Chris Pine) se estrella en las aguas que rodean la isla, a los mandos de un avión alemán. Diana se da cuenta de que la vida de Steve está en peligro, y le salvará sin demora de morir ahogado. Sin embargo, no llegará solo, ya que una flotilla de guerra alemana le persigue, y penetra también en la barrera mística que protege la isla. Las amazonas no tendrán más remedio que enfrentarse a las mortíferas armas modernas, que tantas vidas segaron en la I Guerra Mundial. Varias de ellas serán asesinadas en combate, entre ellas la mítica general Antíope (Robin Wright), hermana de Hipólita (Connie Nielsen) y tía de Diana.
Las amazonas interrogan a Steve, quien se ve obligado a revelar que es un espía estadounidense al servicio del gobierno británico, y que la Gran Guerra ha segado ya millones de muertes en todo el mundo. A pesar de la amenaza global, las amazonas optarán por defender su pequeño mundo… todas salvo Diana, que no puede evitar sentir compasión por los humanos, a pesar de que desconoce todo sobre ellos.
«Wonder Woman» (2017) es mucho más que una típica película de superhéroes -aunque con todos los rasgos tíicos del género, con escenas de acción espectaculares y piruetas imposibles. Se trata de una apuesta no sólo enfocada al entretenimiento sino también moral, con el feminismo y los conflictos sociales como ejes vertebradores de la trama, salvo digresiones humorísticas y estéticas habituales en este tipo de superproducciones.
Diana es un personaje brutalmente claro, a veces inocente en sus razonamientos por la falta de experiencia fuera de Temiscira, pero siempre práctico y directo. No está atada a códigos morales humanos, y jamás ha visto hombre alguno hasta llegar Steve a su mundo, por lo que no alberga sentimiento alguno de inferioridad hacia él, y sí bastante curiosidad. Sus preguntas sobre la humanidad no están teñidas de una educación coja en valores y desigual según el género, como sería propio de nosotros, y sus reacciones son lógicas desde este punto de vista. Aún así, conforme experimenta emociones humanas y se desenvuelve en nuestro caótico y brutal mundo, su percepción cambia y se ajusta. Su mente nos rechaza y nos ama al mismo tiempo, ve lo bueno y lo malo que hay en nosotros y lo que podríamos llegar a ser.
La trama se desarrolla a varios niveles. En primer lugar, la básica, se centra en el enfrentamiento bélico que se desarrolla en el seno de la humanidad pero influenciado por Ares y que pone al mundo entero en peligro. Podemos decir que esta trama está a la altura de lo que puede esperarse de una superproducción: balas y golpes por todas partes, muerte, destrucción, caos, elementos mágicos y muy terrenales se entremezclan para no permitir que respiremos entre escena y escena, enganchados a la pantalla. Wonder Woman se mueve como pez en el agua, tras unos comienzos dubitativos, más centrados en el desarrollo moral de Diana que en su lucha contra el mal. Es todo lo que podíamos esperar de nuestra superheroína y más.
Frente a las carnicerías de las armas de fuego, Diana representa un modo de lucha más «limpio», que premia las habilidades físicas y mentales de un guerrero, y no tanto la ventaja de los instrumentos que utiliza. En este sentido, la película enfoca la mecanización y su maldad inherente casi en exclusiva en los alemanes, olvidándose por completo de ingleses y franceses, como si los segundos luchasen con arco y flechas o con tazas de té y brioches demasiado calientes.
En segundo lugar tenemos la trama romántica, la más prescindible pero que le da sobre todo un aspecto cómico, presente a lo largo de toda la narración, debido a los conflictos de aspecto social y personal entre Diana y Steve. Es ahí donde reside el valor moral de la cinta: Wonder Woman representa un mundo en el que la mujer es fortaleza, bastión y delicadeza de espíritu. Steve proviene de otro muy diferente, con la mujer en un pedestal de supuesta pureza y contención a todos los niveles, que choca frontalmente con la filosofía propia de Temiscira. Pero al final ambos se ponen de acuerdo en algo básico: la preservación de lo bueno que tiene la humanidad, de las vidas sencillas ajenas a los juegos de poder que mueven el mundo.
Por supuesto, la película dista mucho de ser perfecta. Como decíamos al principio, hay incongruencias de guión a patadas, y empiezan muy pronto a desplegarlas. Como detalle, podemos dar uno: el momento en que los alemanes irrumpen en Temiscira y un pequeño contingente desembarca en sus playas y es vencido por las amazonas. ¿Dónde está el resto de alemanes que sobrepasa la barrera mística? ¿Los dejamos para la versión extendida? Y si hablamos de fallos troncales, identificamos muy rápido a Ares. ¿Dónde dejamos el suspense? ¿No podrían habernos dejado con la duda al menos entre dos personajes?
Con todos los respetos hacia la profesión, el doblaje flojea en las escenas de Temiscira, con las voces de las amazonas un tanto extrañas, quizá forzándose con acentos presentes en la versión original pero que en el doblaje han quedado, en mi opinión, extraños.
Si dejamos de lado estos problemas, «Wonder Woman» consigue, a mi juicio, transmitir toda la fuerza y los registros que el personaje requiere. Gal Gadot se come la pantalla en todo momento, salvo en las ocasiones en las que comparte plano con Robin Wright, quien lleva ya unos años en estado de gracia. Gadot tiene presencia física y capacidad interpretativa para ser a la vez fuerte y compasiva, superheroína y terrenal, Wonder Woman y Diana. La película en sí es un enorme flashback narrado por una superheroína que ha dejado atrás la inocencia, pero cuyas convicciones siguen inalterables.
En esta película, Chris Pine es un mero comparsa, un escudero que, si bien es valiente y capaz, no puede competir con alguien como Wonder Woman; ni en el guión y como actor. Y ni siquiera lo intenta. Tenemos superheroína para rato.
El mayor valor de esta cinta consiste en su capacidad para inspirar a niñas y niños en la igualdad. Necesitamos desesperadamente que Hollywood ofrezca modelos a las niñas y a las mujeres fuertes, independientes y sin la mochila machista que el resto se ve obligado a llevar a cuestas. Personajes con carisma que no se vean desdibujados en su paso del cómic a la gran pantalla, y que sepan instalarse en la mente de los espectadores. «Wonder Woman» lo consigue con creces.
La película no arriesga en otros sentidos, aplica una fórmula muy manida, mezcla de drama, comedia y recursos sentimentales, con mucha espectacularidad. Pero la mezcla se hace muy digerible, con sentido y divertida -salvo los fallos referidos, que te sacan un poco de la trama. El éxito en taquilla augura más películas sobre Wonder Woman, con Gal Gadot en plena forma. Y parece que Jenkins podría repetir como directora. Es de suponer que en las secuelas ya se nos ofrezca una Mujer Maravilla sin asomo de inocencia, como hemos podido verla en algunas de las escenas de esta primera entrega.
La banda sonora, de Rupert Gregson-Williams, es a ratos profunda y efectista, con algún punto agresivo que intenta cobrar protagonismo sobre las imágenes, pero por lo general resulta bastante anodina y más propia de un blockbuster que de una superproducción cuidada. La película no necesita de su concurso para relanzar el metraje, pero ojalá hubiéramos podido disfrutar más con ella.