Mathias Enard es un prodigio de la naturaleza literaria. Hace ya tiempo que desde esta página nos quedamos prendados con “Calle de los ladrones” y “Zona” pero, sin duda, fue “Brújula”, ganador del Goncourt, el libro que nos convirtió en admiradores, fanáticos, amigos, siervos del autor francés. Es más, desde esta humilde, longeva e insistente tribuna, pedimos el Nobel cuanto antes para él.
Dicho lo cual, hace un tiempo llegó a mis manos “Desertar”, la última novela de Enard, que desde que me enteré que iba a editarse en España, contaba los días hasta su llegada, por fin, a mis manos. Y es que fue bastante la espera desde la edición, en 2020, de “El banquete anual de la cofradía de sepultureros” porque la droga literaria que es Mathias Enard, a pesar de la exigencia de su lectura, se engancha en el cerebro y de vez en cuando te hace mirar si ha escrito otro libro, si tiene algo entre manos para saciar tu hambre.
En “Desertar”, Enard nos vuelve a poner contra las cuerdas. La novela comienza con un soldado que ha desertado de una guerra, actual probablemente pero indefinida (hay tantas…). Con olor a mierda en el cuerpo, un fusil y unas cuantas galletas, necesita llegar a la frontera y huir de los horrores que ha causado y que otros siguen causando.
Por otro lado, en Alemania, se lleva a cabo un congreso matemático en homenaje a Paul Heudeber, un científico extravagante que fue profesor de matemáticas para los internados en el campo de Buchenwald, como él, que se centró en resolver la teoría de los números primos gemelos infinitos y que acabó dejando sus investigaciones para llevar a cabo matemáticas utópicas. El congreso, postmortem, se celebra el 10 y 11 de septiembre de 2001 y en él, a bordo de un barco, están presentes multitud de personas que dicen conocer a Paul mejor que su hija, Irina, y su esposa Maja. Pero los atentados de Nueva York van a dar un vuelco en las vidas de los asistentes e Irina y Maja tendrán que enfrentarse a su pasado con Paul.
Opinión
Cuando comenté “Brújula” aquí, previamente había leído un par de reseñas en las que acusaban a Enard de pedante por la enorme cantidad de información que se encuentra en sus textos y dije que la pedantería es imposible en un libro bien documentado. Lo mantengo. “Desertar” no es una novela larga pero sí tiene su complicación lectora. El lector, cuando se hace con cualquier obra de Enard tiene que comprender que no es un libro para llevarse a la playa, que necesita concentración y una mente abierta para dejarse llevar por la lectura.
En esta novela se nos presentan varias caras de la violencia, ese monstruo casi inherente al ser humano que nos ha acompañado desde los albores de los tiempos. Por una parte, el relato del soldado que al principio es el gancho y que, por momentos, nos hace preguntarnos por qué interrumpir ese desertar para contarnos la historia de un matemático. Pero solo es un gancho porque el soldado sin nombre, que podría ser cualquiera en Siria, Ucrania o cualquier otra guerra infinita de nuestro mundo, también es el idealista Paul Heudeber, comunista hasta la médula, que sufrió en sus carnes el campo de concentración de Buchenwald.
La reconstrucción de la vida de Paul en los que lo conocieron es un ejercicio perfecto de literatura, nos traslada la percepción de los demás, la idealización de las personas tras su muerte e incluso la revelación de secretos que creíamos imposibles. Todo ello acompañado de una intensa reflexión sobre la memoria, sobre la violencia y la traición incluso de los que más queremos. Heudeber es el hombre admirado y Maja e Irina las mujeres a su sombra a las que nadie presta atención más que para hacerles un mansplaining de manual con sus propias vidas.
Y todo ello para acabar con el soldado en unas doscientas páginas que nos hacen reflexionar sobre cómo seremos recordados, quién nos recordará y si algún día veremos el final de la violencia. Si no la vemos, quizá podamos ser mejores.
Aunque el libro deja un poso de desesperanza muy característico de Enard (excepto en “El banquete anual de la cofradía de sepultureros”), es, cómo no, una obra maestra. Todo lo que escribe el francés es oro porque, más allá del divertimento de la lectura, es una escritura comprometida llamada a la reflexión.
Siempre termino conminando a los lectores de Fantasymundo a leer a Enard y hoy no va a ser menos. Si lo leen quizá se conviertan en mejores personas. Además, elijan la novela del autor que elijan, les lleve el tiempo que les lleve asimilarla, seguro que se convertirán en fanáticos del autor pero lo más importante, se quedará en su mente para el resto de sus vidas.