Cuando el diablo camina entre nosotros
Hay reseñadores/ críticos en esta misma página que piensan que la novela histórica ni es novela, ni es historia… ni es nada bueno, en conclusión. Ellos se lo pierden. Quizás sea por deformación profesional (ser doctora en Historia del Arte tira mucho) pero para mi una buena novela histórica es un manjar de dioses. Es por ello que cuando veo a un autor nuevo la cabeza se me va directamente detrás de los ojos. Interprétese como se desee.
En este caso la novela siguió un proceso curioso hasta que llegó físicamente a mis manos y no podía ser de otro modo porque estoy hablando del premio Círculo de Lectores 2016, «El Diablo en Florencia» (Círculo de Lectores, 2017), del autor Óscar Soto Colás. De este escritor solo he encontrado un libro anterior, autoeditado y no disponible, en Amazon, «La tierra roja», primer libro de una trilogía ambientada en La Rioja durante el siglo XIX. Óscar Soto Colas por otra parte no es un joven cachorro sino que ya peina canas con sus más de cuarenta años, siendo oriundo de La Rioja (del mismo pueblo que mi bisabuela, Villamediana de Iregua). Como dijo Aníbal el Caníbal, uno se siempre se lanza sobre lo que tiene a mano, lo que mejor conoce, y eso honra en este caso al señor Soto. Su predilección narrativa por lo conocido y admirado está marcando sus primeros trabajos publicados lo cual se ve también en la novela premiada por Círculo.
En cuanto a «El Diablo en Florencia» se refiere y el proceso que ha llevado a su publicación, debemos empezar explicando lo que es el premio Cículo de lectores que acaba de cumplir su décima edición este año. Desde el año 2008, casi desde su aparición en la web, el Círculo de Lectores ha promovido un concurso de novelas entre sus suscriptores que eligen entre varias obras de autores noveles su favorita. Durante varios meses de la primera mitad del año se envían los manuscritos a la editorial. Más tarde un jurado previo de autoridades (este año 2017 son Lydia Díaz, directora editorial de Círculo de Lectores , junto con las autoras Carmen Posadas y Carla Montero, el editor de Planeta y poeta Emilio Albi y Ana Cabello, doctora en filología) preselecciona tres obras entre las más de cien que se reciben todos los años. Los suscriptores de la revista se apuntan en unos meses dados para ser jurados y después votan entre las obras elegidas. Aquella de las finalistas que recibe más votos en su web gana. Simple. Pues bien, el año 2016, según palabras del propio ganador, se recibieron 173 obras y fueron unas 6000 personas la que votaron por su novela, «El Diablo en Florencia» , y, él mismo lo dice en una entrevista que circula en You Tube, la primera edición de su novela publicada por Círculo de Lectores (que recordemos solo se vende entre suscriptores), 5000 libros, se vendieron en su totalidad antes de la aparición de la siguiente revista de la empresa. Y doy fe de ello ya que estuve buscándola como una loca en esa siguiente revista y, por más veces que revisé las páginas, la novela había desaparecido. Todo un éxito. Inesperado para el Cículo, al parecer.
Quizás Círculo de Lectores tenía que haber sido más optimista ya que las opiniones favorables de los lectores sobre «El Diablo en Florencia» fueron buenas. De hecho, todas las que he encontrado en internet, tanto dentro como fuera del Círculo, han sido muy favorables. Aunque, eso si, críticas aún no he visto ninguna. Puede ser que yo no haya sabido encontrarlas (cualquiera que me contemple al ordenador sabe porque lo digo) pero creo que voy a ser una de las primeras personas, sino la primera, que va a hacer una crítica de este libro. Y eso me ilusiona, vaya que si.
Y ahora dejémonos de prolegómenos y metámonos de cabeza en la novela.
El argumento es, de por si, muy prometedor. A mediados del siglo XVI, Salvatore di Montevecchi, un monje agustino, vive aislado en una abadía en el corazón de los Alpes, huyendo desde hace 20 años del pasado. Hasta ese recóndito lugar llegar una orden directa del duque de Florencia, Cosme de Médici, reclamando su ayuda para resolver una ola de crímenes que tiene aterrorizada a la ciudad. Los cuerpos de varias adolescentes han aparecido en diversos lugares, sin una gota de sangre en las venas. Se ha solicitado su presencia por la intercesión de varios notables de la ciudad, entre ellos una mujer que jamás ha podido erradicar de su mente y que continúa siendo inalcanzable. Ahora Salvatore, con la única ayuda de un joven novicio, ha de cazar de nuevo a un asesino en una ciudad donde intereses políticos extranjeros intervienen para aprovechar en su favor el pánico que ha provocado ese «Diablo» que todos temen.
Como digo, el resumen de la obra era muy alentador y la novela da exactamente lo que promete, una buena intriga ambientada de forma magnífica en la Florencia del siglo XVI. Como historiadora casi siempre estoy atenta a los posibles fallos de las obras en ese terreno pero en este caso yo no he encontrado nada que reprocharle a Óscar Soto Colás. La ambientación es impecable. La estructura de la novela está también muy bien trazada y muy bien resuelta, sin cabos sueltos.Los personajes actúan según sus caracterizaciones (cosa que no siempre se produce en autores primerizos), sin reacciones inesperadas, de forma lógica a lo que son, lo cual llega casi a la perfección con el personaje de «el Diablo», bien caracterizado y mejor resuelto en las páginas.
Sin embargo, todo hay que decirlo, El Diablo en Florencia tiene sus defectillos también, como toda obra primeriza que se precie.
Uno de ellos sería la reiterada pregunta que se hace el protagonista de por qué le han llamado a él precisamente a Florencia para resolver los crímenes cuando queda claro para cualquier lector desde el principio el por qué. Ochenta páginas apareciendo la pregunta sin que hubiese tanta necesidad de reiteración.
Otro asunto a tratar sería el de las influencias y homenajes que hay muchos y muy presentes. Por ejemplo, hay que reconocer que, durante toda la novela, flota un aire de «El nombre de la rosa» por todas partes. El olorcillo está presente desde el primer momento, con ese monasterio entre montañas. Luego tenemos a un monje enfrentado a unos misteriosos asesinatos que debe resolver, un joven fraile que se convierte en su discípulo y le ayuda a investigar los crímenes, la inquisición apareciendo a la vuelta de la esquina, ese epílogo de los dos monjes cabalgando entre la blanca nieve (imagen de la película, no de la novela)… Incluso el hecho de situarse la acción en Florencia, ciudad italiana, parece un homenaje más a la obra del insigne Umberto Eco. En principio, por cierto, no hay nada de malo en que Soto Colás recoja la influencia de la obra de Eco. Como ya he dicho antes, siempre se suele escribir de los temas que nos gustan y/o dominamos y una obra primeriza suele ampararase bajo ambos supuestos por lo cual queda claro a a Soto Colás le atrae la obra de Eco, las intrigas policiales bien resueltas y el Renacimiento italiano. Imposible ponerle pegas a ninguna de las tres temáticas si se mezclan con habilidad y Óscar Soto Colás lo hace.
Por último destacar los tópicos-típicos de algunos personajes. El protagonista Salvatore di Montevecchi esta bien descrito, con sus luces y sombras, maestro de pasado pecaminoso. Su amante de juventud, Irene, aparece en pocas pero bien escogidas escenas revelando con su presencia más de lo que expresa. Más allá de estos personajes, la serie de secundarios que les acompañan son mucho más difusos: Enrico, el aprendiz de Salvatore, es el típico chico abandonado-listo-dispuesto a aprender- primero no pero luego adora a su maestro. Lòriga, soldado honrado que acaba cogiendo afecto al clérigo (esta frase define todas sus apariciones en la novela) es bastante plano pese a todas las páginas que ocupa. Tampoco destacan por sus finos trazos su amigo del orfanato Salvatore (tan bueno él y tan sorpresivo al final) o ese malvado de serie B que es el jesuita español, malo como la tiña e inquisidor rabioso. Ahí hay algo que pulir todavía.
También hay otro tipo de errorcillos como eso de decir que las cloacas romanas bajo Florencia serpenteaban a «miles de pies bajo tierra (p. 227)». Vamos, que exageración. Pongamos que hubiese 1500 pies. ¿Como es posible que las cloacas estuviesen a más de cuatrocientos metros de profundidad bajo la ciudad? Tendrían que necesitar cámaras hiperbáricas para volver a la superficie… Me imagino que el escritor quería decir que las cloacas serpenteaban a lo largo de miles de pies. Y, si aquí tenemos una expresión equivocada, en la página 128 nos falta una «primera piedra» en la iglesia de la Santa Croce. Ambas cosas pecata minuta al fin y al cabo.
En conclusión, la novela es ágil (aunque a veces se echa de menos un poco más de diálogo y menos descripción, sobre todo en las primeras páginas), con una trama bien resuelta, con unos personajes eficaces y una ambientación muy lograda. Solo falta que Soto Colás se decida a despegarse de sus maestros y deambule por camino menos menos hollados.
Estaremos esperando.
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Varada en la tierra profunda