Un singularísimo diario gráfico que aúna el recorrido del autor por ciudades de Italia y Asia con la exploración de su imaginario personal. Y que desborda originalidad y creatividad.

 

De un tiempo a esta parte, el cómic ha ido consolidando su presencia tanto en las estanterías de las librerías no especializadas como en las de las hogares de los lectores. Se van superando viejos prejuicios y clichés, y ya se entiende como un medio desde el que abordar cualquier género y temática. Y que cualquier lector un poco inquieto, y no solamente los comiqueros irredentos,  puede incorporar a lo que podríamos llamar su «cesta de lecturas». Puede decirse, simplificando y con todos los matices que se le quieran poner a esta frase, que los tebeos han perdido los kioscos, pero las novelas gráficas, como este diario, han conquistado las librerías.

Entre los sellos que han apostado más decididamente por incorporar la novela gráfica a sus catálogos está la editorial Impedimenta, que reúne esos títulos en su colección El Chico Amarillo, dedicada en exclusiva a la viñeta.
El último de esos títulos es Diario de Italia, del historietista francés David B.
C
uenta con traducción del francés de Ane Zulaika Centeno.

Este libro recopila en un único tomo dos volúmenes que, a pesar de compartir título, discurren por paisajes tan distantes entre sí como los italianos y los del lejano Oriente.
El primer volumen del diario corresponde a un itinerario por Trieste y Bolonia (también transcurre en Venecia y Parma), y arranca en enero de 2005.
En el segundo se va a ciudades más lejanas, Hong Kong y Osaka, y arranca en julio de 2005.

 

Aunque las páginas de esta novela gráfica narran viajes reales, se trata de un realismo fantástico.
Hay una geografía exterior cambiante: Italia, China y Japón… pero acompañada siempre de una rica geografía interior, evocada por la anterior, conformada por las referencias, gustos y obsesiones del autor.

Un cajón de sastre fascinante e inclasificable en el que caben gatos y ratas, gángsteres y fantasmas, surrealistas y judíos, jóvenes perdidas y zorros, cuarteles fantasmales y guardias rojos, yokais y vagabundos.
Y en el que el autor deposita, destilados por el paso del tiempo, sus reflexiones, recuerdos, temores, opiniones, fantasías… cotidianos.

En él, la linealidad del discurrir del tiempo y el avanzar las páginas es acompañada de otras líneas, en paralelo, que recogen todas esas digresiones. Superponiendo lo anecdótico y lo onírico, enlazando el recuerdo con la imaginación.

 

Gráficamente fascinante, David B. exhibe un estilo capaz de ser cambiante y evocador sin dejar de ser reconocible y personal. Páginas liberadas del corsé de las viñetas rígidas, que transmiten una sensación de espontaneidad vigorosa. Como la que impulsa a ideas, recuerdos y sensaciones a la superficie de nuestra mente.

Ocho años separan la publicación original de ambos volúmenes, y eso es algo que se nota en los trazos y los colores de unas páginas que resultan más rotundas y exuberantes en el itinerario oriental que en el italiano.

 

He disfrutado de la lectura de esta obra, a pesar de ser muy diferente del tipo de cómics que leo habitualmente. Lo más recomendable, creo, es leerla dejándose llevar y sorprender, como si nos deslizásemos por un largo tobogán gráfico.

Físicamente, se trata de un libro muy bien editado en cartoné por Impedimenta,  con un tamaño contenido de 17 x 23 cm y más de trescientas páginas a color en buen papel.

 

David B., seudónimo de Pierre-François Beauchard (Nîmes, 1959) es uno de los más importantes historietistas franceses de la actualidad.

En 1990, junto a otros ilustradores galos, fundó la editorial independiente L’Association.

Es autor, entre otras obras, de Epiléptico (La Ascensión del Gran Mal) (1996-2003), que recibió varias nominaciones en el Festival del Cómic de Angulema, y que, para muchos críticos, es la obra más importante de la historieta francesa de los años 90. Recientemente se han traducido al castellano Los sueños de la noche (1999-2002).

Puedes empezar a leer este libro aquí.

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Fran Sánchez
Lector, conversador, escribidor.«Reading maketh a full man; conference a ready man; and writing an exact man.» (Francis Bacon)

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