Sabido es que el lenguaje es una construcción social arbitraria y que, como tal, representa y proyecta hacia los demás nuestra forma de ver y de pensar la realidad de nuestro mundo, de todo aquello que nos rodea. Tanto es así que la lucha por el lenguaje es también, aunque nunca se reconozca lo suficiente, una lucha por “definir” cómo es la realidad y el mundo, la subjetividad que nos engloba a todos y a partir de la cual el biopoder (como lo llamaba Foucault) tiende sus estructuras de dominio social y personal.
El diccionario resulta ser, entonces, un espejo de esta subjetividad. Por mucho que la lexicografía quiera presentarlo únicamente como una mera recolección de las palabras más usadas por y relevantes para una comunidad lingüística, es también un reflejo de la subjetividad que determina la forma de ser y de pensar de esa misma comunidad. En otras palabras, un diccionario es, además de un instrumento lingüístico, también un instrumento ideológico erigido con el fin de servir de canon para una sociedad concreta.
‘Diccionaria’ se nos presenta como una obra de investigación y de denuncia, de divulgación y de subversión
Por tanto, qué palabras recoge un diccionario y cómo las recoge tiene una doble transcendencia: lingüística e ideológica; fundamental a la hora tanto de definir (en el presente) como de construir (hacia el futuro) una subjetividad dominante.
Xavier Gimeno, Fernando Alcázar y Ana Martín Coello lo tienen claro. Por eso parten de aquí ya desde el mismo título de su obra, ‘Diccionaria’ (Libros Cúpula, 2022), para hacernos entender que, en cuestión de género, tampoco el lenguaje está desprovisto de subjetividad y de consecuencias en términos de biopoder y de dominación.
Algunas de las preguntas que nos plantean son: ¿por qué algo que es cojonudo es muy bueno y si es un coñazo es negativísimo? ¿por qué si una persona es un zorro es astuto e inteligente, pero si es una zorra es nefaria y perversa, cuando no tiene el significado de “puta”? Y siguiendo con estos significados peyorativos, ¿cuál será la razón por la que los significados peor cargados en cuanto a su caracterización son, precisamente, animales femeninamente caracterizados como cerda o lagarta o puma?
Mecanismos del poder subjetivo dominante
¿No será que todas estas regularidades no son otra cosa que mecanismos del poder subjetivo dominante masculino reflejados en nuestro lenguaje y, en consecuencia, así recogidos también en nuestros diccionarios?
Con esta última cuestión como una de sus principales premisas, ‘Diccionaria’ se nos presenta como una obra de investigación y de denuncia, de divulgación y de subversión, por cuanto con su puesta en claro de la existencia en nuestros diccionarios de estos mecanismos, expone el machismo académico dominante y lo conduce a una imprescindible e inaplazable autorreflexión sobre su papel en la realidad y el mundo que está ayudando a construir.
Por ejemplo, ahora que tenemos claro todo esto, ¿no es ese aparentemente inocuo “recoger” y “exponer” unas palabras y unos significados de uso común, una participación consciente e imprescindible en la reproducción de unos mecanismos de dominación injustos; en cuanto legitiman una perspectiva desigual y despectiva de ambos géneros? ¿No deberían la lexicología y la lexicografía comprometerse, además, a “expurgar” significados subjetivamente cargados de odio, de injusticia y de intenciones de dominación?
Se adentra en el lenguaje del feminismo contemporáneo
Por otro lado, ‘Diccionaria’ se adentra también en el lenguaje del feminismo contemporáneo para evitar confusiones, manipulaciones y malentendidos. Palabras como “cosificar”, “feminazi”, “feminismo”, “manspreading”, “patriarcado” … se incluyen con un objetivo claramente didáctico. No se trata solo de fijar significados sino también de deshacer entuertos, no pocas veces maledicentemente propuestos y expuestos, con la intención de desprestigiar y desvirtuar el intento de denunciar y subvertir la actual subjetividad machista dominante. Este objetivo también es imprescindible y loable.
Además, claro, de intentar denunciar el artificioso marco ideológico clásico que establece lo masculino como “lo fuerte” y lo femenino como “lo débil”. Un marco que, en última instancia, intenta asentar a “la fuerza” como una característica inherente a la integración comunitaria y al éxito social. O sea, la “masculinización” como estrategia para “ser” parte de la sociedad que es valorada, prestigiosa y exitosa (el “feminismo liberal” aún no ha conseguido desprenderse de este marco, de hecho).
Obra enfocada a un público general con un tono desenfadado
A esta denuncia debemos no pocas entradas: “ambiciosa”, “asistenta”, “azafata”, “chacha”, “cuidadora”, “gallina”, “hacendosa”, “madre”, “nena”, “ñoña”, “obediente”, “portera” …
‘Diccionaria’ (Libros Cúpula, 2022) es una obra divulgativa, didáctica y general con objetivos claros de denuncia y subversión de las estructuras discursivas biopolíticas dominantes machistas. En este sentido, está claramente enfocada a un público general para un acercamiento introductorio y con un tono claramente desenfadado, irónico e, incluso, juguetón. Desde su mismo diseño queda claro que es para “todos los públicos” e, incluso, más claramente pensado para un público joven y curioso.
Enseña y entretiene. Lo que no es moco de pavo.